La Voz del Interior @lavozcomar: Pos Paso: los cuatro datos que complican una economía desahuciada

Pos Paso: los cuatro datos que complican una economía desahuciada

Desahuciada y al borde de la cornisa. Así llega la economía a estas elecciones primarias: es el gigantesco punto débil del oficialismo, por el que perdió casi cinco millones de votos entre las elecciones de 2019 y las de 2021.

Sergio Massa, que ha sido el artífice de que la cosa no explote, es el candidato presidencial de Unión por la Patria. Su célebre frase “no nos entra un quilombo más” terminó siendo ordenadora de la política (Alberto Fernández se corrió, Cristina Kirchner se allanó y él terminó ungido candidato) pero no alcanzó en absoluto para ordenar la economía. Él subraya lo que no pasó –no hubo helicóptero, al fin y al cabo– pero no hay frente hoy que no esté convulsionado.

Infografía: Indicadores de cuatro frentes

Dólar, ¿caro o barato?

El problema de fondo es que no hay dólares, se acabaron. Argumentar que la sequía tiene la culpa es la mitad de la explicación. Es cierto que el campo liquidó la mitad de lo que se esperaba y que es letal la falta de esos 21 mil millones de dólares que no entrarán. Pero la otra mitad de la explicación está en que el Banco Central dilapidó vendiendo a precio de remate los dólares que tuvo, que fueron muchos.

En el 2019 heredó un Banco Central con reservas netas por 14.500 millones de dólares y hoy son negativas en 10.400 millones. En el 2021 los precios agrícolas se duplicaron e ingresaron 32.808 millones de dólares y en el 2022, 40.438 millones. El año pasado las exportaciones fueron récord histórico, pero el Central los ve pasar: no puede retener nada de los dólares que ingresan.

El nudo gordiano está en que se atrasó adrede el dólar oficial para contener la inflación y hoy el cálculo es que debiera estar en torno de los $340 (como el dólar agro) y el viernes cerró a 287. El atraso es del 15% y esa es la sospecha del mercado de la devaluación que podría sobrevenir. La última semana el Central aceleró el ritmo de las devaluaciones por goteo, pero como también se disparó el blue, la brecha se agrandó.

Eso es letal para la economía: el grueso de los precios pasa a ajustarse según el blue y volvería a hacerlo si se ajusta el oficial, con lo cual el perjuicio es por duplicado. Favorece además el capitalismo de amigos (los “suertudos” que logran que les aprueben las Sira) y las múltiples restricciones le ponen un grillete a la actividad económica, que se está enfriando.

Los $605 a los que cerró el viernes el blue no significan un precio de pánico. Pánico fue en agosto del 2020, cuando llegó a $195, que serían $842. Incluso en abril pasado llegó a $495, que serían $675 hoy. El problema es que no hay reservas: si bien el acceso al oficial está muy restringido –apenas 700 mil ahorristas pueden comprar hasta U$s200 al mes- y la industria denuncia que le rechazan el 80% de los pedidos de importación, el Central vende igual e interviene con bonos en el segmento de los dólares financieros.

El FMI ¿soltará el desembolso?

En la previa a las primarias y antes de las vacaciones de verano del FMI, Massa logró un tuit del organismo que informaba un preacuerdo alcanzado con Argentina. Después el ministro explicaría que el desembolso será de U$S 7.500 millones y que llegarían alrededor del 20 de agosto. O sea: no llegaron antes ni vinieron dólares adicionales como pretendía el ministro.

El ministro de Economía, Sergio Massa, junto a Kristalina Georgieva del FMI. (Ministerio de Economía)

El FMI fue ecuménico y accedió a tirarle una soga al ministro candidato anunciando el preacuerdo, pero la plata la enviará cuando sepa el resultado electoral. El mercado sospecha que el desembolso está condicionado a que se actualice el tipo de cambio, es decir, se los daría pero el Central los tiene que vender más caro.

Los economistas coinciden en que una devaluación sin plan no resuelve ninguno de los problemas estructurales, pero al menos lograría que los dólares que entren no se vayan tan rápido.

Pareciera que el organismo está resignado a que no se eliminará la multiplicidad de cotizaciones que conviven en Argentina ni que se hará ninguna de las reformas estructurales de fondo, pero da la sensación de que no dio rienda suelta: la meta de déficit fiscal seguiría en el 1,9% del PBI, se sigue pidiendo que se acumulen reservas por 9.000 millones de dólares hacia fin de año (difícil de cumplir) y se objeta la emisión para financiar el déficit fiscal, algo que va a seguir ocurriendo.

Para la Argentina es crucial seguir con los pies adentro del plato porque el programa con el Fondo le permitió activar las otras ayudas de emergencia que socorrieron a Massa hace unos días: el swap con China, la Corporación Andina de Fomento y hasta el auxilio de Qatar. Para el FMI es clave que Argentina no defaultee y tampoco quiere ser el responsable de darle el último empujón. O sea: se presume que sólo está mirando el tipo de cambio porque cuida sus dólares. Y nada más.

En el primer semestre del año la inflación sideral le permitió licuar el gasto público (salarios, jubilaciones y asignaciones sociales) y no correrse de la senda más o menos prometida de déficit primario. Pero lo que puede leerse como “buena noticia” en términos fiscales es muy mala de cara a lo que queda del año, más si el resultado de hoy le da alguna chance a Massa de seguir compitiendo. El enrarecimiento del clima social, con episodios dramáticos de inseguridad, tampoco le da mucho margen al Gobierno para seguir licuando.

La inflación, con riesgo de acelerarse

Massa asumió con una inflación que corría al 55% anual y hoy está en el 115% y el pronóstico es que terminará en 142% en el año.

¿Qué está sucediendo? La emisión monetaria no para. Según la consultora EcoGo, este Gobierno emitió en pesos el equivalente a US$85.700 millones para asistir al Tesoro del BCRA. Hasta ahora, la marca la tiene segundo gobierno de Cristina Kirchner, con U$s104.900 millones.

La consultora Econviews le agrega otra explicación: ante el doble shock de oferta –dada la sequía y el cepo reforzado a las importaciones– los precios se ajustan en función de la escasez de dólares y de bienes que hayan demandado dólares. Ese pass-through de los tipos de cambio paralelos le agregaría presión a la inflación gana peso.

No es el actual un escenario ni siquiera parecido al de 1989, pero nadie se anima a jurar que esto puede empeorar, y a medida que avanzan los meses y se agravan los desequilibrios, las comparaciones dejan de ser tan descabelladas. Le falta el condimento político: Massa ha sido el ordenador de la pelea política dentro del oficialismo y el garante de la gobernabilidad, pero todo eso puede ponerse en duda. ¿Qué haría el ministro ante una derrota en las urnas? ¿Seguirá dando pelea para octubre o claudicará? ¿Dependerá su actitud del tamaño de la derrota? ¿Y si le va bien y sigue siendo competitivo para octubre? ¿Pagará costos ahora o seguirá procastinando?

El consumo, un motor a media máquina

La caída del agro ha sido tremenda y ha incidido, junto con el transporte, en la baja de actividad económica: a mayo (último dato disponible) registra una baja del 5,5% interanual, aunque si se saca el agro de la cuenta, la actividad creció 0,2% interanual. Malo, pero no tan ruinoso.

Hay otros sectores con performance negativa, pero de menor incidencia, como el financiero, pesca, y el de electricidad, gas y agua.Y acá hay que leer otro fenómeno, que lo marca con claridad el analista en consumo Guillermo Olivetto: hoy el consumo es ansiolítico, cortoplacista, buscado adrede para compensar al presente desesperanzador. “La gente nos dice que si no se da un gusto, está triste”, cuenta. Antes, ese “gustito” era un buen viaje, cambiar el auto, llegar a la casa propia, reformar la vivienda. Hoy no son posibles ninguno de esos consumos simbólicos de clase media y si bien se devaluaron los placeres, siguen estando. Por eso vuelan las entradas para el cine, la cancha, los recitales, los teatros, los bares y los restaurantes. Son gastos de 10 dólares, 50, 100. Es para lo que les da hoy el bolsillo a los argentinos.

Es que esa es la otra cara de la moneda a mirar: lo que suceda con los salarios. La proyección de los analistas es que el empleo formal perderá 3% de poder de compra, el público mejorará en 2% y los informales estarán con un recorte del 15%. Si bien es cierto que los sueldos se indexan cada vez más rápido (con el consiguiente conflicto social que a veces acarrea esa discusión) también es cierto que el arco, a este ritmo inflacionario, queda cada vez más lejos.

En esta gestión de los Fernández, irrumpió el fenómeno del trabajador pobre. A diferencia de la crisis del 2001, donde el desempleo fue desesperante (con pico del 19,7%) el mercado laboral ajustó por precio: hay trabajo, pero mal pago. Según la consultora Empiria, el 30% de los ocupados hoy es pobre. Esto es profundamente desesperanzador: que no alcance trabajar ocho horas diarias para mantener una familia diluye los horizontes de futuro y agrava la desesperanza colectiva sobre las chances reales que tiene la Argentina de salir adelante.

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