La Voz del Interior @lavozcomar: Por qué Bebé Reno es el retrato insuperable de la pospandemia: la verdad incómoda

Por qué Bebé Reno es el retrato insuperable de la pospandemia: la verdad incómoda

“Bebé Reno: santa mierda”, tuiteó el maestro Stephen King desde su cuenta de X hace un par de semanas. Con esa frase, que traducida literalmente del inglés no tiene mucho sentido, pero que en su idioma original expresa puro asombro y admiración, el legendario escritor se sumaba al creciente bullicio que esta serie limitada de Netflix ha generado desde que se estrenó en abril pasado.

El piropo de King, que a su vez se multiplicó por miles en la conversación de la red social, no es menor ni puede ser percibido como casual. Luego de ese mensaje, el autor de Misery, quien incluso se ha probado como productor televisivo de muchas de sus obras, ofreció una reseña un poco más extensa, pero el porqué de su sorpresa se puede suponer no tanto en el contenido de la historia, sino también en su forma.

Promocionada como una serie que cuenta en primera persona la experiencia de un joven (el escocés Richard Gadd) con el acoso, y enmascarada como un thriller dramático, la sinopsis se prueba corta.

Uno se sienta a ver pensando que está ante una nueva versión de Atracción fatal, pero a partir del cuarto capítulo el espectador comienza a descender como Alicia por una madriguera en la que el conejo blanco (encarnado en el personaje principal Donny Dunn) nos guía en un viaje sin escalas a lo profundo de la experiencia humana, a una historia personalísima. Pero a diferencia de la vivencia fantástica de Alicia, esta solo genera espanto y pavor.

Una voz interna recomienda apagar, dejar de mirar, pero no se puede, hay una fuerza mayor que nos obliga a verla, saber qué pasa con esos personajes, cómo llegan hasta el final, ¿hay, de hecho, un final?

Con elementos de suspenso y a veces de comedia, cada capítulo coquetea con la incomodidad, la repulsión, la empatía y el mismísimo horror. Pero aquí no hacen falta fuerzas paranormales o sobrenaturales como en un relato de Stephen King, sino que la naturaleza humana basta para generar el estado de náusea. Bebé Reno no es solo una historia sobre acoso, es también un descargo sobre abuso sexual.

Cuando la serie termina, se produce una revelación, y se comprende la importancia y la relevancia de la serie como retrato pospandémico. No es la primera historia sobre víctimas de abuso sexual contada en primera persona. De hecho, HBO Max estrenó en plena cuarentena de Covid la rabiosa I may destroy you, de Michaela Coel. Tampoco importa mucho que los hechos reales que se cuentan hayan sucedido antes de 2020, sino su reinterpretación en esta coyuntura en la que la que el cine no consigue que el espectador vuelva del todo a las salas salvo con grandes tanques de acción, y en el que las cadenas de streaming apuestan a los remakes, la fantasía y las secuelas como combustible para seguir existiendo.

La narración íntima de Gadd, profunda, fresca, espeluznante, que compite contra todo ese otro contenido sugerido por los algoritmos, se vuelve universal cuando ofrece un testimonio sobre el mundo actual. A través de Donny, Gadd nos muestra la enajenación, la soledad, la cultura del éxito de la sociedad actual, pero más aún, la crisis de la salud mental en un universo cada vez más polarizado e individualista, en donde organizaciones como la OMS han alertado sobre el incremento de condiciones como la ansiedad, la depresión y el suicidio en las generaciones más jóvenes.

El “Bebé Reno”, cuyo significado se explica sólo hacia el final, es la cara de un planeta en el que las redes de contención brillan por su ausencia, en la que es más fácil mirar para otro lado y seguir de largo, en el que el marketing nos fuerza el cuidado “personal” para lograr una vida plena cuando en realidad el sentido de la existencia no pasa sólo por la supervivencia individual, sino por la convivencia con el otro, con los otros, en la tolerancia y en el fortalecimiento de los vínculos, en la solidaridad como aspiración.

En definitiva, Bebé Reno nos muestra en lo que nos hemos convertido, y es el horror mismo. No dejen de verla.

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