La Voz del Interior @lavozcomar: Política exterior a la deriva

Política exterior a la deriva

La política exterior argentina ha ratificado en estos días esa condición claramente estudiantil que comenzó a manifestarse incluso antes del cambio de mando operado el 10 de diciembre último.

La inexplicable actuación de Carlos Raimundi, embajador ante la Organización de Estados Americanos (OEA), al rechazar el informe de Michelle Bachelet sobre las gravísimas violaciones a los derechos humanos operadas por el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela alcanzan para entender el doble estándar en la materia. O sea, los derechos humanos utilizados como una herramienta de contralor ideológico al servicio de un sector que fue cooptado a principios del presente siglo.

Pero si ello no bastara para mostrar nuestros modos infantiles de relacionarnos con el mundo, debe recordarse que el caso se encuadra en una visión insular de la política que comenzó a manifestarse cuando el actual presidente de la Nación decidió elegir a Jair Bolsonaro como contendiente, soslayando que Brasil es nuestro principal socio en el Mercosur. O intervenir en las últimas elecciones uruguayas a favor de un candidato derrotado, para acto seguido alojar en el país a Evo Morales a efectos de que siga interviniendo en la política boliviana pese a las protestas del actual Gobierno del Altiplano. Y no acaba allí.

A la vez que elegía como vodevilesco aliado al gobierno de Andrés Manuel López Obrador de México, la Cancillería argentina debía hacer malabares tras cada infortunada intervención presidencial –no es necesario aclarar que Alberto Fernández jamás cursó la carrera diplomática– como con sus alusiones a Suecia, Chile y un largo listado de países que ya ni se molestan en pedir explicaciones, porque han entendido que la diplomacia argentina está en manos de principiantes.

Y aún falta. Porque la frutilla de un postre sin terminar ha sido por ahora la frustrada y pésimamente operada candidatura de Gustavo Béliz al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), otro fracaso resonante en el cual el Gobierno argentino quiso enfrentar a Estados Unidos liderando un frente inexistente, para una batalla que nunca comenzó. Y, al mismo tiempo, desairó al gobierno de Donald Trump, al que se había recurrido para gestionar ante los duros tenedores de la deuda argentina.

Tironeado entre las presiones ideológicas y los fallidos presidenciales, el canciller Felipe Solá ha visto diluirse su escaso capital diplomático, mientras el país sigue navegando a ciegas, sin brújula ni rumbo, a la espera de chocar también contra las Islas Fiji una vez que logre ubicarlas en el mapa. Lo que no podría suceder porque, al parecer, no tenemos mapas o al menos brújula política para orientarnos en un escenario mundial cada vez más complejo.

Alguien debería explicarles a los actuales funcionarios nacionales que el país no es una sociedad de fomento y que hoy, más que nunca, requiere de una aceitada relación con el mundo, máxime cuando estamos cayéndonos del planisferio.

Pero se sabe que quien lo haga será indefectiblemente elegido como el nuevo enemigo de turno.

Raimundi. El representante argentino ante la OEA apoyó al régimen de Maduro. (Gentileza Clarín)

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