Política: 15 de noviembre, hora cero
Las elecciones del 12 de septiembre fueron un plebiscito sobre el Gobierno nacional, con un claro triunfo del “no”. Ese resultado modificó las condiciones de la política argentina y desató una crisis de gobernabilidad que torna inevitable la reformulación del sistema de poder instaurado el 10 de diciembre de 2019, en un proceso que ya está en marcha y habrá de profundizarse a partir del 15 de noviembre.
La institución presidencial resulta esencial en el sistema constitucional argentino. Cuando se evapora la autoridad del Presidente, irrumpe un vacío de poder que impide gobernar. Ese vacío obliga a una urgente recomposición, que hoy sólo puede surgir de la iniciativa de los poderes territoriales; en primer lugar, de los gobernadores, convertidos en principales actores en la actual situación de emergencia.
Con independencia de las interpretaciones sobre las intenciones de los protagonistas, esa reformulación ya comenzó en los hechos con la designación del gobernador de Tucumán, Juan Manzur, en la Jefatura de Gabinete y, en otro plano, del intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, en ese lugar en la Provincia de Buenos Aires.
Pero una reformulación del sistema de poder no es una fórmula algebraica fundada en una redistribución de la actual cuotificación de las responsabilidades gubernamentales. Requiere un sentido estratégico y una misión definida. Demanda un acuerdo nacional para afrontar el drama de la pobreza y la exclusión social, que constituye el mayor desafío que tiene por delante la Argentina.
El peronismo tiene que volver a reinventarse a sí mismo. No se trata de recitar de modo mecánico frases y consignas, sino de emplear las categorías fundamentales del pensamiento estratégico de Juan Domingo Perón, para interpretar y responder los problemas que plantea la realidad de la Argentina y del mundo del siglo 21.
Existe un consenso generalizado acerca del agotamiento del modelo asistencialista surgido como respuesta transitoria a la crisis de diciembre de 2001 y erigido en una política permanente por los sucesivos gobiernos. Ese agotamiento quedó en evidencia en 2020, cuando la pandemia catapultó una nueva ola de movilidad social descendente que disparó los índices de pobreza.
No existe ninguna política social exitosa sin una estrategia de crecimiento capaz de sustentarla. Por ese motivo, la instrumentación de ese consenso sobre la necesidad de sustituir los planes sociales con trabajo genuino requiere una transformación estructural, orientada a multiplicar las exportaciones e impulsar la inserción de la economía en el nuevo escenario mundial, signado por el ascenso de la demanda de alimentos.
El núcleo de esa estrategia es el aprovechamiento de los inmensos recursos naturales, con énfasis en la expansión de la cadena agroindustrial y el despliegue de la amplia gama de actividades derivadas de la agroindustria, acompañados por la aplicación de la economía del conocimiento al sistema productivo, para impulsar una reindustrialización de la Argentina, internacionalmente competitiva.
Pero toda estrategia económica exige una sólida apoyatura política. Esto exige una convergencia entre los sectores populares, representados históricamente por el peronismo y expresados a través de las organizaciones sindicales y los movimientos sociales, y los sectores productivos tecnológicamente más avanzados y competitivos de la economía, cuya principal manifestación, aunque de ninguna manera la única, es el complejo agroindustrial, uno de los más importantes a escala mundial.
Las circunstancias imponen tres prioridades de ejecución inmediata, enmarcadas en una firme política de unidad nacional: la aprobación legislativa del proyecto de promoción de la actividad agroindustrial formulado por el Poder Ejecutivo a partir de la propuesta elaborada por el Consejo Agroindustrial Argentino; la implementación de la ley sancionada por unanimidad por el Congreso Nacional en 2018 que establece la regularización de los títulos de propiedad de las viviendas en los más de 4.000 asentamientos y villas de emergencias donde viven millones de compatriotas, y la puesta en marcha de una política exterior basada en el fortalecimiento de la alianza estratégica con Brasil, que permita posicionar al Mercosur como un actor político global y primer exportador mundial de proteínas.
La crisis política coincide hoy con una nueva oportunidad histórica que el mundo brinda a la Argentina. Sólo un consenso nacional alrededor de un proyecto compartido puede generar la confianza necesaria para acometer esa tarea. Definir ese nuevo rumbo exige enterrar el pasado como tema de discusión política. Porque el renacimiento de la esperanza no reside en una vuelta al pasado –a ningún pasado, por glorioso que pueda haber sido– sino en una fe compartida sobre la construcción de un porvenir común. Perón nos diría que hay que organizar la esperanza de los argentinos.
El 15 de noviembre es el punto de partida.
* Los autores son fundadores del Centro de Reflexión Política Segundo Centenario y coautores de “Perón hoy. La visión estratégica de Perón”, Ediciones Areté
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