Plan de metas municipal: honrar lo prometido
Algunos objetivos que nos planteamos en todos los órdenes de la vida suelen mutar en fracasos cuando no se cumplen.
Pero esa norma decisiva para regular el progreso individual cobra una dimensión singular si se trata de proyecciones elaboradas desde la administración del Estado.
Es decir, un compromiso cívico que atañe a los gobernantes en procura de no defraudar las expectativas ciudadanas que se forjaron cuando los mandatarios ahora en ejercicio eran sólo candidatos que abrumaban con la difusión de promesas.
Lo dicho sirve para poner en un contexto la decisión del intendente de la ciudad de Córdoba, Martín Llaryora, de dar curso a la ordenanza respectiva que lo compele a presentar el Plan de Metas Municipal que deberá honrar durante los tres años que restan de su mandato.
Aunque las buenas intenciones queden empañadas de arranque por defecciones de tiempo: Llaryora tendría que haber elevado al Concejo Deliberante la referida minuta de proyecciones el 10 de abril pasado, cuando se cumplió el plazo de 120 días corridos que establece la ordenanza 11.942.
Habrá que creer en las excusas de los funcionarios respecto de que la demora obedeció a la situación de excepción por la pandemia. Pero lo mismo se podría inferir que el despegue no fue prolijo.
Con todo, el plan, como instrumento de planificación y de información para los vecinos, contempla ejes estratégicos direccionados a la modernización de la administración; a la mejora en los servicios que brinda el municipio, y a las políticas de sustentabilidad y perfeccionamiento de sistemas esenciales, como los de salud y de higiene urbana.
En este marco se inscribe un asunto de recurrentes fracasos en la gestión, como es la erradicación de los basurales a cielo abierto que las anteriores gestiones en el Palacio 6 de Julio no acertaron en solucionar.
En este punto, como en el de la higiene urbana en general, es oportuno insistir en la escasa o nula planificación urbana que nos han dejado como legado décadas de administraciones incompetentes, más allá del Plan de Metas hoy en debate.
Es cierto también que la irresponsabilidad social ha sido decisiva para alimentar los depósitos ilegales de basura, en detrimento de la calidad de vida colectiva y en franco desapego al cuidado del medioambiente urbano.
En la promoción y el desarrollo de una ciudad sustentable no puede estar ausente la remediación del servicio de recolección de los residuos sólidos domiciliarios (otro fracaso estrepitoso de anteriores gestiones), cuyo espacio de enterramiento en el predio de Piedra Blanca está al límite del colapso.
Sería apresurado poner en duda la agenda comprometida por Llaryora. Del mismo modo que es poco probable que sólo tres años alcancen para dar fidelidad a la frase que coronó el Plan de Metas 2016/2019: “Planificar la Córdoba del futuro” fue el eslogan entusiasta del entonces intendente Ramón Mestre.
Claro que el futuro todavía no ha llegado.
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