La Voz del Interior @lavozcomar: Peronismo en el poder: dos imágenes, 25 años

Peronismo en el poder: dos imágenes, 25 años

Dos fotos, dos imágenes que guardo en mi corazón y a las que vuelvo. En la primera, De la Sota –mi papá– tiene unos 6 años. Se encuentra en las sierras. Camisa escocesa y chaleco tejido. Generalmente me quedo mirando su sonrisa. Amplia. Transparente. Espontánea.

Ese José Manuel es un niño. No piensa en la política ni anhela ser gobernador de Córdoba algún día. Esa criatura me genera muchísima curiosidad porque mi vida transcurrió con el papá-político. Conmigo tocaba la guitarra, cantaba, se reía, nos escuchábamos, me cuidaba. Pero, en el aire, merodeaba siempre la política, su vida, su pasión.

La otra imagen me lleva al domingo 11 de julio de 1999, en plaza San Martín, un día antes de asumir su primer gobierno. Un día antes del resto de su vida. Veo a De la Sota en el escenario, rodeado de dirigentes que lo acompañaron siempre, en las buenas y en las malas. Abajo, mucha gente lo alienta, gritan, cantan. ¿Es un acto más? No.

Esa tarde es de fiesta, antes del recambio institucional y de todo lo que acontecerá después. Con todo lo vivido hasta ahí, desde sus primeros pasos en política a fines de los sesenta hasta este De la Sota a punto de cumplir su sueño de gobernar Córdoba, tuvo tiempo para pensar y decir ante la multitud: “Vamos a abrir nuestro corazón a las ideas y a los mejores hombres y mujeres para hacer un gobierno que tenga un único objetivo: El bien común y la felicidad y la grandeza de nuestra provincia”.

Es que De la Sota fue todo eso. Y aprovechó cada momento para decir lo que pensaba sin renunciar a sus ideas de claro raigambre justicialista. No tengo dudas: De la Sota plantó como bandera que el corazón de cada uno de sus gobiernos debía ser peronista, humanista y cristiano. Fue amplio, generoso y abrazó en su “Unión por Córdoba” a todos aquellos que entendieron que era la justicia social el motor de la función pública.

Junto al ex gobernador Juan Schiaretti conformaron una sociedad política que en 25 años transformó a Córdoba para siempre. Estaba Córdoba –y los cordobeses– por encima de todo.

De la Sota lloró, se enojó, festejó y se emocionó millones de veces siendo tres veces gobernador. En el tiempo que le tocó gobernar hubo escuelas nuevas, hospitales regionales, rutas y autovías, planes de vivienda y trabajo, oportunidades para chicos y grandes. También, una dolorosa revuelta policial, una pelea durísima con la Nación, inundaciones e incendios. Esa era su vida. Todo eso valió la pena, me admitió un día.

Esa tarde de domingo, en plaza San Martín, el día antes de jurar como gobernador, se definió como “un amigo que se pone a disposición de cada uno de ustedes para que juntos pongamos de pie a esta querida Córdoba”. Al otro día, el lunes 12, después de jurar ante la Asamblea Legislativa, proclamó en su discurso: “Gobernar es, en última instancia, buscar la alegría de nuestro pueblo”.

Vuelvo a observar esas dos imágenes. ¿Ese niño imaginó alguna vez lo que sería su vida? ¿Y el otro, el mayor, el de la plaza San Martín, siente algún temor? ¿Está confiado? ¿Anhela un lugar en el corazón de los cordobeses? Sin dudas lo obtuvo. A 25 años de ese primer día, es la historia grande la que lo mira y no solo yo.

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