Pearl S. Buck, la extranjera
Ajena, fuera de sitio, desubicada, demonio extranjero, presencia incómoda, personaje inclasificable, molesta ante los propios, exótica ante los ajenos. ¿Pero quiénes eran los propios y quiénes los ajenos? ¿Cómo alguien puede ser doblemente extranjera?
Pearl Buck es un nombre algo olvidado pese a ser la primera escritora estadounidense en ganar el premio Nobel de Literatura. Autora de best sellers, figura pública en las relaciones entre los Estados Unidos y China, dama exótica en su vejez, misionera en su juventud, lectora incansable de Dickens, ganadora del Pulitzer, activista por los derechos de las mujeres y los niños, sospechosa de comunismo por el mccarthismo, acusada de agente del imperialismo por el gobierno chino. Imposible retratarla sin sentir que mucha de su complejidad queda afuera.
Pearl Comfort Sydenstricker nació en Estados Unidos en 1892. A los meses, viajó con sus padres a China, donde ellos trabajaban como misioneros presbiterianos. Una vida repleta de códigos religiosos y mandatos que cada quien seguía como podía. Tenía un padre sostenido en el fanatismo, eje brutal de una familia marcada por la desgracia: las muertes consecutivas de tres de los hijos y el abismo entre cómo el padre y la madre enfrentan esas pérdidas.
Pearl crece en ese país exótico y hostil para sus padres, pero propio y natural para ella. Pronto va a descubrir que, a pesar de lo que siente, los chinos no la ven como un par. Su niñera, Wang Amah, le explica que es mejor esconder su pelo rubio porque un pelo que no es negro no parece humano. De esa niñera y del cocinero de la casa y de su maestro, Pearl irá recibiendo historias que le revelan lo profundo de la cultura china. Algo que ella necesita compartir con otros.
Pearl es esa niña que encuentra, una y otra vez mientras camina, semienterrados o a la vista, restos de cadáveres de recién nacidas, niñas que suponen una carga para sus familias, cuerpos que las madres furtivas a veces entierran y otras dejan a merced de los perros callejeros. La ferocidad de esos perros. La ferocidad de los soldados, de las pandillas, de la violencia política. Lo que a otros espanta a Pearl la fascina. Ferocidad y vitalidad. Otra forma de entender la vida y la muerte. Eso también es China.
Dicen que Buck fue la primera en contar parte de la vida del campesinado chino. No era un tema abordable para la literatura china y mucho menos para la literatura occidental, cómoda en sus estereotipos. Ella puso en palabras lo que veía. Por momentos fue celebrada y por momentos perseguida. Ensalzada y combatida. De un lado y del otro. En Estados Unidos también la sentían ajena.
Debió haber tenido dos patrias y, sin embargo, en cada uno de esos suelos fue extranjera. En 1938 ganó el premio Nobel de Literatura a pesar de que la crítica señalaba insistentemente la simpleza de sus argumentos, quizás incomodados por las increíbles tiradas que alcanzaban sus libros. Su escritura se cruza con lo biográfico, a veces de modo sutil, a veces explícitamente: el desencuentro con su primer marido, la relación con sus padres, la zozobra ante una hija con características especiales, los deseos pospuestos o sofocados, el peso de las instituciones, la postergación de las mujeres, el combate hacia el diferente.
En 1972 China le prohíbe la entrada porque su obra había dado “una visión distorsionadora, calumniosa y vilipendiadora del pueblo de la nueva China y de sus gobernantes”. Un golpe para alguien que iba encabalgando sus palabras pasando del chino en el que pensaba al inglés en el que escribía. Una nueva extranjería, como la que tuvo que soportar cuando una facción de la iglesia de la que había sido misionera durante gran parte de su vida comenzó a hostigarla y tomó como herejía las críticas que ella no podía dejar de hacer sobre el rol de los misioneros extranjeros en China.
Murió en marzo de 1973. Pearl S. Buck, Enterrar los huesos, la biografía de Hilary Spurling editada por Circe en 2012, es un libro extremadamente valioso para quien quiera conocer más a esta autora. Quizás sea un buen momento para volver a su obra y descubrir qué tiene para decirnos ahora.
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