La Voz del Interior @lavozcomar: Paula, la tejedora que recupera y enseña las técnicas ancestrales en Córdoba

Paula, la tejedora que recupera y enseña las técnicas ancestrales en Córdoba

La mano se desliza por el huso y lo hace girar. La lana se estira con el roce de los dedos, se hace hebra y se enrolla al resto del largo hilo, hasta transformarse en un ovillo.

La siesta se cuela por ventanas y puertas de la construcción de adobe y ladrillo, hierro y piedra. La luminosidad resalta los tintes amarillos, marrones, verdes, blancos y naranjas de las madejas.

Adentro, la sombra contrasta con la luz exterior y deja siluetas del monte, proveedor de las tintas.

Ella hilvana la lana a la par que hilvana historias y figuras. Después se sienta frente al telar, al que acuna como un niño, peina los hilos y con la naveta (madera con ranura en cada extremo) va formando la trama.

Se llama Paula Rodríguez, tiene 52 años, y un gran amor por el tejido ancestral. Esa labor que hacían nuestros antepasados en conexión armónica con la naturaleza y con la cultura.

Para ella, tejer es un arte. Y las hebras la unen al pasado y al presente. “Es una unión muy espiritual más allá de hacerte el producto y el abrigo. Y la posibilidad de generar el sustento y la economía a través de lo que producís”, dice.

Nació en Lincoln, provincia de Buenos Aires, pero su espíritu andariego la trajo a tierras cordobesas, donde conoció a su maestra que le enseñó todo sobre el tejido artesanal, María Inés Pappis. “Fue como un viaje de ida. Nunca más lo dejé”, revela.

No sabe si en su ADN guarda un antepasado que la une a los hilos que ella entrelaza, tal vez el de su abuelo que nació en Alejandría (Egipto).

Atrás quedó su carrera como profesora de Educación Física. Y desde hace 15 años, pasa sus días entre vellones de lana a los que recolecta de los campesinos de Sierras Chicas.

Primero, los lava con agua de lluvia, luego los hila y en después los tiñe con las plantas que hay en su casa. Mora, piquillín, chañar, eucalipto, menta, cebolla y yerba, son las elegidas.

Sus tejidos se transforman en bufandas, chales, mantas, pulóveres, vestidos y polleras que se lucen en el perchero como testigos de otros tiempos.

Paula con las hebras naturales, que serán tejido (José Gabriel Hernández)

“Tejer con estas técnicas es saber que no estás solo. Hay otras personas hilando en soledad, tiene que ver con una cosmovisión”, reflexiona.

Para Paula es primordial hacer una prenda sustentable y en entorno con la naturaleza. El agua que usa vuelve nutrida a la tierra. “No perjudica al ambiente. El material de la prenda es sano. Es natural”.

Su lugar y su trabajo están integrados en Casa Amancay, desde donde comercializa sus tejidos y brinda talleres.

Durante la pandemia, muchos de los pedidos fueron a través de internet y desde varios puntos del país. Y sus capacitaciones ampliaron el horizonte a más personas deseosas de aprender.

“Me encanta lo que hago: la libertad de hacer el hilo de tu prenda de la manera que quieras, darle el grosor, colocarle adornos, hacerte la prenda y no depender de otras personas”, manifiesta.

Paula en uno de sus telares, al modo original. (José Gabriel Hernández)

Soberanía textil

Como tejedora, Paula destaca la relevancia que tiene la soberanía textil para ella y para quienes se dedican a este arte. El hecho de decidir cómo hacer la prenda, con qué material y conocer a la persona que lo hace.

Por eso, con sus talleres y encuentros, impulsa una red de tejedoras ancestrales. La primera reunión será el 6 y 7 de noviembre. El proyecto incluye a pequeños productores de ovejas con el modelo de economía circular.

“La idea es promover la soberanía textil para que más gente sepa hilar, teñir, tejer, hacer su prenda. Y también, si produce ovejas, que se las use para la comida y la vestimenta”, destaca.

Paula Rodríguez, en su taller de Salsipuedes. (José Gabriel Hernández)

Paula ubica al tejido ancestral dentro de la soberanía cultural. Porque “no sólo queda en el arte de hacer un objeto bello, sino en la cultura del saber hacer y expresarnos”.

El tejido que hacían nuestros antepasados debe sostenerse –plantea– para que las generaciones que vengan lo continúen.

“Para que no se pierda. Ya se había perdido bastante y lo estamos recuperando. Lleva más tiempo de trabajo y hay que simplificarlo para que sea atractivo”, ansía.

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