Paquito Ocaño, de jinete a ser la voz de la fiesta folklórica para las nuevas generaciones
Paquito Ocaño es el típico “fruto” del Festival de Doma y Folklore de Jesús María por dos motivos. Primero, porque, como tantos otros niños de la zona, el festival era para él sinónimo de verano.
“Yo nunca tuve vacaciones de niño. Alguna vez fui acá a Carlos Paz, que me llevaron mi mamá y mi papá. Pero mis vacaciones, desde siempre, fueron el Festival de Jesús María. Cuando ya me hice un poquito más grande y me manejaba medio solo porque empecé a trabajar en un negocio de mi pueblo, Sebastián Elcano, mis vacaciones eran cinco noches en Jesús María. Me gastaba ahí la monedita, el ahorro que había dispuesto”, repasa.
Hoy Paquito tiene 35 años y es una de las figuras en ascenso en la escena folklórica, lo cual nos lleva al segundo motivo de su vínculo con el festival.
Porque si bien lleva 20 años cantando, se hizo visible a nivel masivo recién hace unos tres años, después de que Jesús María le dio la oportunidad de estar en un horario central un sábado.
“Eso se dio porque yo le dije a la chica que estaba a cargo, que era Euge Corazza, ‘necesito que el festival me dé la oportunidad que vengo esperando hace un montón de años, son ustedes los que me la tienen que dar, nadie más me va a dar esta oportunidad y este pechoncito que necesito’”.
Ocaño ya estaba “laburando a full por todos lados”, pero no tenía el reconocimiento y la llegada al público masivo que finalmente sí consiguió en Jesús María.
–¿Vos sentías que esa noche era tu final del mundo?
–¡Sí, sí! Hasta ese momento tenía una carrera de 17 años, entonces ya había aprendido algunas cosas. Y habíamos desarrollado cierto olfato, que nos hacía saber que era Jesús María lo que nos estaba faltando. Yo me había ya cansado de llevar mis cartitas de presentación, y no nos llamaban. Nos dieron esa oportunidad… y fue un golazo. Ahí fue como se destapó mi carrera.
Hoy el equipo de Paquito Ocaño lo integran unas 20 familias, en un proyecto que siempre fue y sigue siendo independiente. “Antes hacía todo yo: vendía, manejaba, cobraba, cargaba, descargaba y todo, pero llegó un momento en el que yo vi que se estaba expandiendo esto y necesitaba un mánager, ya no podía atender más el teléfono. Había mucha gente que se ofrecía, y opté por mi hermano, Pepo, que tocaba el bajo en la banda, pero le dije necesito que dejés el instrumento y que te pongás al frente de esto. Fueron años de inversión, de dejarlo que se equivoque y todo para que aprendiera”.
–Tu estilo es una mezcla de chamamé, pero también con un poco de fiesta cuartetera, mezclado con el folklore. ¿Cómo armaste todo esto?
–En nuestra zona, en el norte cordobés, siempre consumimos el chamamé santiagueño. Empezamos haciendo esa música. También vi, a los 7, 8 años, que mi viejo, por ejemplo, que me acompañaba siempre, dejó de ir a las bailantas y empezaron a entrar nuevos chicos más jovencitos que empezaron a acercarse. Ahí empezamos a jugar con esto de los covers y empezamos a hacer un poco de ruido. Y ahí nació esa idea loca que tenía de armar un show de chamamé pero festivalero, ponerlo a la altura de los grandes festivales.
Ocaño repasa minuciosamente su historia, recordando fechas y lugares puntuales, en los que su carrera fue mutando. “Un día vinimos a tocar en Córdoba y estábamos en una peña y dije toquemos Don Goyo, el único cuarteto que sabíamos. Y la gente explotó. Ahí dije de sumar dos o tres cuartetitos. Después fuimos a Santa Fe, tocamos Doble vida y explotó… Entonces metimos dos o tres cumbiecitas, y se armó el show”.
Ahora dice que, dependiendo del público que tiene al frente, es la lista de temas que encaran, para que “todo el mundo se vaya contento”.
“Yo voy decidiendo eso y no es fácil porque me toca hacer eso, cantar, entonar, hablar algo que sirva, dejar un mensaje la vez que me toca abrir la boca”.
–En una nota te definiste como un parlanchín, y veo que estás como fluyendo más que pensando.
–Sí, todo me nace. No se caratea nada. No se piensa tanto. A veces nos han salido cosas muy buenas, naturalmente, desde el mensaje, desde lo que uno quiere decir, y también ha habido veces que por improvisar no salió algo tan bueno. Está en nuestra naturaleza hacer lo que nos va naciendo.
Gaucho y familiero
Criado en el pueblito Sebastián Elcano, Ocaño asegura que la usanza criolla que tiene sobre el escenario es totalmente genuina. De hecho, a él le gustaba no sólo la parte musical, sino todo lo vinculado a lo gaucho. “Fui jinete cuando salí de secundario, desde los 18 hasta los 20. Me quebré el tobillo jineteando, y ahí papá me dice ‘che, ¿qué vas a hacer? ¿Vas a cantar o vas a jinetear?’. Ahí me largué de lleno con la música”.
Actualmente está radicado en Totoral, con lo cual sigue yendo con su familia a disfrutar el festival cada verano. Es papá de dos niños: León, de 5, y Rosarito, de 3. Su mujer, Meli, tiene 30 años, y se conocieron en una jineteada. “Pegamos onda bailando un chamamé, nos mensajeamos como dos años… yo estaba estudiando música, estaba lejos, y los papás de ella tampoco la acompañaban mucho en mi vida. Yo no era una opción. En ese tiempo era jinete, imaginate. ‘¿Y qué más hace?´. ‘Canta, toca la guitarra’… No, no era una opción por ningún lado”.
Eso sí, las cosas cambiaron: “Ahora mi suegro, adonde va, se presenta como el suegro de Paquito Ocaño”, dice el cantante, y estalla en una carcajada.
–¿Cómo lo ves al festival y qué significa volver como una de las figuras convocantes?
–Para este año, ya nos dijo la comisión que estoy en el lugar de los cuarteteros o de un cumbiero grande. Hoy tenés que estar atento, tratar de darles uso a las herramientas que te brinda el festival. Estamos tratando de generar contenido y material para acompañar el show, desde lo visual mayormente, para sacar el provecho de eso. El festival le gusta cuando vos le mostrás que estás dándole uso a eso. Eso habla de que estás a la altura. Después, yo soy un defensor del tradicionalismo. Me gusta todo lo del campo. También soy muy abierto a escuchar para ir mejorando todas las cuestiones que cierta gente le reclama al festival, las cuestiones de la jineteada. No soy un tipo de mente cerrada. Sé que hay mucho por mejorar, pero sé también que hay que defender la historia del festival y nuestra historia argentina. Soy de los que acompañan el movimiento gaucho.
Para ver
Paquito Ocaño se presentará el sábado 11 de enero en el Festival de Jesús María. La entrada general tiene un costo de $ 26 mil; platea A, $ 60 mil, y platea B, $ 40 mil. Beneficio para socios de Club La Voz, 2×1 en entrada general. Tickets, en paseshow.com.ar. Menores de hasta 4 años inclusive, gratis.
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