Paquito D’Rivera, incrédulo antes de visitar Argentina: Cómo se puede votar a alguien como Trump
Paquito D’Rivera será el número central del Mendoza Sax Fest, a realizarse en la capital de esa provincia entre los próximos 15 y 18 de noviembre. Los difusores de ese encuentro concertaron un encuentro entre el genial saxofonista, clarinetista, compositor y director cubano y La Voz, porque entienden que Córdoba es una plaza jazzera efervescente en la que hay muchos artistas y espectadores eventuales por interpelar.
Así fueron las cosas, de buenas a primeras. Y entonces, el artista exiliado de su país en los primeros ‘80 está disponible para explayarse sobre una obra multipremiada que “personifica la libertad y la visión de que la libertad y la independencia tienen una base a través de la cultura y la música”.
Paquito D’Rivera actuó con la Orquesta del Teatro Nacional de Cuba, estudió en el Conservatorio de Música de La Habana, fue solista destacado de la Sinfónica Nacional de Cuba, fundó la Orquesta Cubana de Música Moderna, tocó con la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba.
Además, fue miembro fundador y codirector de Irakere, formación emblema del jazz latino que, en su momento, sacudió festivales como Newport y Montreux, y creador de sus propias formaciones: D’Rivera, el Chamber Jazz Ensemble, la Paquito D’Rivera Big Band y el Paquito D’Rivera Quintet. Por otro lado, su biografía resalta que si bien su discografía refleja una dedicación y entusiasmo por el jazz, el bebop y la música latina, sus contribuciones a la música clásica “son impresionantes”.
Igualmente encomiables son sus esfuerzos para hacer brillar a precursores o contemporáneos y para dejar una huella mediante la publicación de libros y organización de festivales a lo largo y a lo ancho del globo.
“La invitación a Mendoza vino directamente del saxofonista Mauricio Agüero, y mi viejo amigo Branford Marsalis me recomendó que no me perdiera ese evento, al que él había asistido el año anterior”, comienza D’Rivera.
“Me habló flores del entusiasmo allí y de la importancia de que yo aceptara la convocatoria a ese festival”, añadió.
–Su exilio de La Habana a Nueva York podría ser relevado para una biopic. ¿Se lo propusieron alguna vez? ¿Cómo reconstruiría aquella dolorosa situación en pocas palabras para esta nota?
–El cineasta argentino residente en Boston Juan Mandelbaum está finalizando un documental sobre mi vida y carrera (que es más o menos lo mismo), que debe estrenarse a principios de enero. Pero un avance de lo que se expone en esa cinta se puede leer en aquel primer libro mío Mi Vida Saxual, que no sólo contiene situaciones dolorosas como el tener que escapar de mi país natal, mi divorcio y la separación de mi hijo pequeño, pero que contiene también anécdotas divertidas, artísticas y felices de mis viajes por todo el globo.
–¿Qué tan estricto fue su padre Tito como guía y profesor?
–Mi padre era muy exigente y disciplinado con él mismo, así que conmigo era de igual forma. A veces exageró, pero hoy le agradezco todo lo que hizo por mi educación, y por haberme no solo enseñado música, sino por haberme mostrado también el mágico mundo de la lectura. “El que solo sabe de música, ni de música sabe”, suele decir el pintor colombiano Diego Pombo, y yo estoy de acuerdo. Por eso no entiendo cómo se puede votar por gente como Donald Trump, quien confiesa hasta con orgullo no haber leído ni un solo libro entero. O la cosa será como escribió Borges, que la lectura debe ser una de las formas de la felicidad, y no se puede obligar a nadie a ser feliz.
–A usted se le adjudica el rescate de Bebo Valdés. ¿En qué consistió ese proceso? ¿Había que convencerlo de algo o sólo se trató de visibilizarlo?
–Bebo Valdés, “el Caballón” como lo llamaban con cariño y admiración sus colegas de la otrora hermosa ciudad de La Habana, era un buen amigo de mi viejo, y según contaba el Bebo, fueron novios de dos hermanas, aunque obviamente ninguna de ellas llegó a ser mi madre o la de Chucho. En noviembre del 1981 yo andaba de gira con Dizzy Gillespie por Europa, y cuando estábamos pasando por Suecia, Dizzy me pidió que lo llevara a ver a Bebo, quien a la sazón hacía Piano Bar en un lujoso restaurante de Estocolmo. Así que haciendo una larga historia corta, a partir de aquel encuentro decidí que cuando avanzara yo un poco mi vida y carrera, grabaría a Bebo, que no había entrado en un estudio por más de tres décadas. En 1994 salió por fin al mercado Bebo Rides Again, y Diego Urcola, mi porteñísimo trompetista ahora por más de 30 años en mi banda, grabó en ese disco, que además fue la primera vez en muchos años que músicos cubanos de Cuba y del exilio grababan juntos.
Paquito D’Rivera y los límites del virtuosismo
–¿Cuál es la historia subyacente en su libro “Letters to Yeyito”?
–Cierta vez cuando tenía yo como 16 o 18 años y ya viajaba por toda Cuba con la excelente Orquesta Cubana de Música Moderna, un estudiante me hizo llegar una nota, interesándose en saber si yo recomendaba continuar una carrera dentro de la música. Pero dicha nota no tenía remitente, así que cuando 50 años más tarde, Restless Books me comisionó escribir este libro, aproveché la ocasión para responder a la pregunta del chico, que aunque mencionándole los aspectos negativos del gremio, generalmente es muy positiva mi respuesta.
–En “Mi Vida Saxual” usted se autopercibe un “Renaissance man”, tan dedicado a sus instrumentos y a la creación como a cultivar su sentido del humor. ¿Acaso usted tiene alguna zona oscura?
–Todos tenemos zonas oscuras, pero en general me gusta cultivar el sentido del humor. Entre mis artistas favoritos están Mozart, Gillespie, Pepe Biondi, Les Luthiers y, más recientemente, la comediante argentina Laila Roth, culpable de acortar mis horas de sueño cuando al abrir mi Facebook, me pierdo con sus chistes hasta altas horas de la noche.
–A veces, en el Tercer Mundo ponderamos las grandes subversiones de la música popular anglo (la electrificación de Bob Dylan, por caso) en detrimento de las que pueden generar artistas de nuestra región. Por eso le pido una reconstrucción con puesta en valor incluida del impacto de Irakere en las ediciones setentistas de los festivales de Newport y Montreux.
–Para gustos se han hecho colores y para escoger, las flores, o como diría el expresidente cubano (cuando todavía se elegían los presidentes allí) doctor Ramón Grau San Martín, “aquí hay dulces para todos”. Y aunque es cierto que con frecuencia se sobrevalora en el llamado “Tercer Mundo” las producciones de los países desarrollados, también recuerdo cuando por motivos de cierto comentario en una revista europea, en la prensa cubana de la época, Chucho Valdés fue declarado “El segundo pianista del mundo”. Baste decir que el primero que se rió a carcajadas de aquello fue el mismísimo Chucho, sobre todo cuando el supuesto “primer pianista del mundo” era alguien cuyo nombre ninguno de nosotros jamás habíamos escuchado hablar antes. Y en cuanto al impacto de Irakere en el ambiente musical internacional, es algo en lo que como suele suceder, jugaron muchos y variados factores que son un buen tema de conversación, pero yo no tengo mucho que aportar al debate.
–Desde hace varios años, usted organiza un festival de jazz en La Pataia, en Punta del Este. ¿Cómo desarrolla esa curaduría, en qué momento del año se empieza a perfilar esa programación?
–Es un proceso que dura un año entero. No más terminada la última noche, ya se empiezan a barajar ideas para el próximo. Yo ayudo como una especie de asesor musical a Francisco Yobino, creador y director general del Festival Internacional de Jazz de Punta del Este, que originalmente se presentaba en La Pataia, pero que desde hace unos años tiene lugar en la finca El Sosiego, propiedad de Yobino. Y es él realmente quien contra viento y marea junta las innumerables y complicadas piezas que forman cinco noches de conciertos, —tres bandas cada noche—, y de acuerdo a un presupuesto limitado, él decide quienes subirán al escenario la primera semana de cada enero. Yo preparo dos conciertos distintos cada año, toco alguna canción con quienes me lo pidan, y sirvo además de maestro de ceremonias cada noche (¡que es lo que más me gusta hacer!). Por otra parte, Diego Urcola, que viene siempre es de gran ayuda en muchos aspectos.
–¿Cuál es su relación cotidiana con sus instrumentos? ¿Les ha descubierto todos sus secretos?
–No hay secretos. Es básicamente, una buena formación académica como la que me brindó mi padre desde pequeño, y tratar de mantenerme en forma para poder dar lo mejor de mí al público que viene a verme.
–Un músico virtuoso puede convertirse en rehén de su propio virtuosismo. ¿Le ha pasado?
–Buena pregunta. Yo creo que el verdadero virtuoso es aquel que da la impresión de que todo lo que hace le es muy fácil, como por ejemplo ver tocar a Marta Argerich o Wynton Marsalis, que los pasajes más complicados les suenan de forma tan natural. Tratar de impresionar a la audiencia con trucos y alardes pirotécnicos –que algunas veces ni siquiera son difíciles de hacer– es ridículo y de mal gusto. Es como un circo… y a mí me gustan los circos, pero eso es otro arte aparte.
Para ir
Para obtener toda la información del Mendoza Sax Fest, consultar https://mendozasaxfest.com/. Allí están la programación completa, las fichas de inscripción para clínicas y charlas con los músicos, y la explicación de cómo comprar entradas.
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