Oliveria Girando, el dúo de docentes en bici–tándem que lleva cuentos a las plazas de San Francisco
“Ahora vamos a leer unos cuentos para los niños; una lectura totalmente gratuita”, dicen a grito pelado Virginia Díaz y Rolando Aiassa, ante la mirada atónita de quienes disfrutan una tarde de pleno sol en la plaza General Paz de la cordobesa ciudad de San Francisco.
Es domingo y el reloj marca casi las 16.30. Díaz, docente de educación especial, y Aiassa, del nivel secundario y superior, llegan arriba de una bicicleta tándem (para dos) e invitan a niños y niñas a escuchar cuentos de autores argentinos.
No es algo que salió al azar sino un proyecto de dos amigos e incondicionales lectores cuya meta es recuperar los espacios públicos e incentivar algo tan noble y necesario como la lectura.
Se hacen llamar “Oliveria Girando”, en honor a Oliverio Girondo, poeta argentino vinculado a la vanguardia porteña en la década del ‘20 del siglo pasado.
Para ellos la lectura enriquece el intercambio e invita a imaginar despertando emociones y provocando una mirada más sensible sobre lo que nos rodea.
Proponen otra cosa en un mundo tomado por las pantallas, pero sobre todo acercar la cultura a cada plaza y en cada barrio de la ciudad donde haya niños jugando.
Díaz remarca, en diálogo con La Voz, que la idea nació de un interés propio que decidió compartir con Rolo: “Nos gusta la literatura y compartimos un domingo al mes en alguna de todas las plazas, un rato entre nosotros, los libros y los chicos. Luego de la lectura hacemos alguna actividad plástica para finalizar con un juego”, cuenta.
Aiassa asiente a su lado y amplía: “Nos juntamos un verano y empezamos a pensar esto que, creemos, es la posibilidad que tenemos como ciudadanos de ofrecerles el mundo a les niñes, cuentos, palabras; hacer circular, pedalear la palabra, por eso esto de llegar en bicicleta y encontrarse en la plaza, disputando lo público, llenando lo público con lo cultural porque creemos que la batalla es cultural”.
Volver a imaginar
Virginia y Rolo reconocen que las nuevas tecnologías y las pantallas se llevan mucho tiempo en la vida de grandes y chicos. Los momentos para pensar, reflexionar e imaginar son los que no abundan actualmente y es justamente lo que pretenden recuperar.
“Ponemos a disposición de un niño un cuento para trabajar lo simbólico, la imaginación. Hoy en día con las pantallas viene todo digerido: lo sonoro, la imagen. En cambio, nosotros volvemos a recuperar el cuento, y en un espacio público”, señala Aiassa.
Díaz completa: “No es lo mismo el ejercicio que hacés al mirar una pantalla al ejercicio de la escucha; la imaginación y a pensar en lo que se está narrando. Buscamos recuperar lo oral que tiene la cultura y que es irreemplazable por cualquier tecnología”, señaló y agregó: “Pero pensamos también este proyecto de acceso a la cultura, contando además con intérpretes en Lengua de Señas Argentinas (de la Asociación Civil de Sordos de San Francisco) tratando de construir entornos accesibles para todas las personas con discapacidad”.
Devolución
A los chicos no hay que convencerlos mucho. Ni tampoco hicieron falta golosinas o juguetes para tentarlos a sentarse sobre el césped y escuchar lo que les iban a contar.
Todo lo contrario. En minutos, ante la convocatoria, fueron ingresando a un perímetro delimitado por cintas de colores y, cada uno a su manera, sostuvo la escucha ante cada palabra.
“En lo lúdico está la posibilidad de crear, siempre cada encuentro es mucho más de lo planificado porque surgen imprevistos ante la relación y la dinámica con los niños que nos encontramos en esa plaza, ese día y a esa hora, porque nunca son los mismos, pese que algunos nos siguen de plaza en plaza. Siempre hay un público que se renueva y que nos propone mucho juego y diversión”, recalca Díaz.
Aiassa reconoce que chicos y chicas “se copan” y que es “hermosa” la devolución que el dúo cuentacuentos recibe: “Dicen que los pibes no leen, pero en realidad son los adultos quienes no les leen. Los chicos están sedientos de lectura”, asegura.
La actividad es gratuita y autogestionada por los docentes, que, una vez por mes, se proponen el desafío de ganar con los libros y su bicicleta especial otro espacio público de San Francisco.
La batalla es cultural y ambos lo tienen más que claro.
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