No conviene que el hombre esté solo
Las palabras del título son también las que dan nombre al mensaje del papa Francisco para la Jornada Mundial del enfermo de este año. Hoy les comparto algunos párrafos que nos animan e interpelan a cuidar a nuestros enfermos mediante el cuidado de sus relaciones:
“No conviene que el hombre esté solo” (Gn. 2,18). Hemos sido creados para estar juntos, no solos. Y es por eso que la experiencia del abandono y de la soledad nos asusta, es dolorosa e, incluso, inhumana. Y lo es aún más en tiempos de fragilidad, incertidumbre e inseguridad, provocadas, muchas veces, por la aparición de alguna enfermedad grave.
Pienso, por ejemplo, en cuántos estuvieron terriblemente solos durante la pandemia de Covid-19; en los pacientes que no podían recibir visitas, pero también en los enfermeros, médicos y personal de apoyo, sobrecargados de trabajo y encerrados en las salas de aislamiento. Y no olvidemos a quienes debieron afrontar solos la hora de la muerte, asistidos por el personal sanitario pero lejos de sus propias familias.
Al mismo tiempo, me uno con dolor a la condición de sufrimiento y soledad de quienes, a causa de la guerra y sus trágicas consecuencias, se encuentran sin apoyo y sin asistencia. La guerra es la más terrible de las enfermedades sociales y son las personas más frágiles las que pagan el precio más alto.
Nos hace bien volver a escuchar esa palabra bíblica: ¡No conviene que el hombre esté solo!
Hermanos y hermanas, el primer cuidado del que tenemos necesidad en la enfermedad es el de una cercanía llena de compasión y de ternura. Por eso, cuidar al enfermo significa, ante todo, cuidar sus relaciones… Habrá que aminorar el paso y hacerse prójimo, en actitud de ternura, que alivia las heridas del hermano que sufre.
A ustedes que padecen una enfermedad, me gustaría decirles: ¡no se avergüencen de su deseo de cercanía y ternura! No lo oculten y no piensen nunca que son una carga para los demás.
Cuidemos a quienes sufren y están solos, e incluso marginados y descartados… sanemos las heridas de la soledad y del aislamiento. Cooperemos así para contrarrestar la cultura del individualismo, de la indiferencia, del descarte, y hagamos crecer la cultura de la ternura y de la compasión.
* Arzobispo católico; miembro del Comité Interreligioso por la Paz (Comipaz)
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