La Voz del Interior @lavozcomar: Niños sobreexigidos: el robo del siglo (2)

Niños sobreexigidos: el robo del siglo (2)

“El robo del siglo” es el título de una columna de opinión publicada en este diario hace 12 años. La ausencia de cambios obliga a reiterarla, actualizada.

Por entonces, eran evidentes los daños en la salud infantil asociados a las extensas actividades escolares y extraescolares. Se denunciaba el robo del tiempo, del descanso y del aburrimiento, motores indispensables para un crecimiento sano.

Nada parece haber cambiado. Aun cuando en el mundo se debate modificar los sistemas educativos, en nuestro medio se insiste en cuantificar el aprendizaje.

En el fútil intento de cumplir con mágicos 190 días, el anuncio del próximo ciclo funcionó como un golpe a la mandíbula emocional de chicos y chicas (y también de padres) cansados, acalorados y, muchos de ellos, enfermos.

Las molestias que surgen en el final coinciden con el exacto momento en el que tienen que demostrar que “alcanzaron los objetivos”, que son certeros en Lengua y en Matemáticas, y que “consiguieron promedio”. También que deben cantar, convertir goles, bailar o tocar el violín como profesionales en cada acto de cierre.

Todo explica la seriedad y las ojeras con que aparecen en las fotos tomadas por abuelos, tíos y demás fans en esas exhibiciones.

Necesidad social

No es un secreto que la extensa jornada infantil se debe tanto a una necesidad social como a objetivos pedagógicos.

Contener a los chicos bajo techo escolar (y extraescolar) resulta una excelente estrategia cuando la opción es la intemperie a la que quedan expuestos por la prolongada ausencia del hogar de padres y madres; buena gente, pero también agotada por su propia jornada laboral.

El vértigo cotidiano ha robado a los chicos sueño reparador, juego libre y aburrimiento creativo; y hoy se suman las vacaciones.

Saber que deben regresar el 24 de febrero de 2025 les robó a muchos el disfrute del fin de ciclo. Vacaciones, sí, pero con fecha de vencimiento.

En consecuencia –y en defensa propia–, protestan con palabras o con síntomas: hay gritos, enojos, desánimo y enfermedades.

La enorme mayoría de las dolencias no se curan con medicamentos, sino mediante una pausa para recuperar esa valiosa característica infantil que es vivir en el puro presente, sin anclas del pasado y sin ansiedad por el futuro.

Algunos perpetradores del robo ya fueron identificados. El apuro existencial contagiado por los adultos parece ser el jefe de la banda; otro ladrón es el temor a “perder el tiempo”, y la novedad cómplice es la urgencia por “socializar” desde la cuna.

Verdaderas vacaciones

Vacación viene de vacío (vacans, en latín); disponer de espacio y tiempo vacíos para reconstruirse, libres de ocupaciones que los enfermen.

Conocer el significado resulta importante, ya que vacaciones –al menos las infantiles– no deberían ser otra cosa que oportunidades para crecer.

Para vacacionar no es necesario viajar o subirse a montañas rusas; en cualquier sitio y con buena compañía, logran aumentar de peso los flacos, se amigan los peleados, se olvidan las burlas y los despechos, maduran los inmaduros y hasta los tímidos se arriesgan a opinar.

La denuncia del robo del siglo está destinada a especialistas en educación, dedicados a repensar nuevos sistemas, y a madres y a padres deseosos de un modelo diferente.

Quizá entre todos sea posible pensar en un calendario centrado en el crecimiento y no en la producción. En el movimiento y no en la pasividad.

En días verdaderos, cualquiera sea el número.

* Médico

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