La Voz del Interior @lavozcomar: Netflix estrena un documental sobre María Soledad Morales, el crimen que volteó a un feudo en Catamarca

Netflix estrena un documental sobre María Soledad Morales, el crimen que volteó a un feudo en Catamarca

El jueves 10 de octubre la plataforma de contenidos Netflix estrena el documental María Soledad: El fin del silencio. En ese producto audiovisual se podrá ver a las compañeras y amigas de colegio de “Sole” en el marco de los 34 años del crimen que volteó a un feudo en la Catamarca de 1990.

La historia de María Soledad Morales es considerada como el primer femicidio en el país pese a que en esa época no existía esa figura en el código penal.

Las últimas horas de “Sole” antes del horror

El viernes 7 de septiembre de 1990, a las 19.30, María Soledad Morales les dio un beso a sus padres y se tomó el ómnibus desde Valle Viejo hasta San Fernando del Valle de Catamarca para asistir, con sus compañeras de quinto año del colegio del Carmen y San José, al boliche Le Feu Rouge, donde habían organizado un baile para juntar fondos para el viaje de fin de curso que harían en diciembre a Villa Carlos Paz, en Córdoba.

Nadie podía suponer que ese beso sería el último que la adolescente les daría a Elías y a Ada. “Estaba tan ilusionada con ese baile, tan contenta. Tenía la esperanza de juntar la plata que le faltaban a cinco chicas, entre ellas mi hija, para poder viajar”, dijo en 2018 Ada de Morales (75), la mamá de Sole, en una entrevista con La Voz.

Esa noche, la adolescente se quedaría a dormir por primera vez en la casa de una compañera del secundario y al día siguiente, entre las “14 y las 15”, regresaría a la casa familiar en Valle Viejo. Eso había convenido con sus padres, pero nunca volvió. Con el correr de las horas, Elías y Ada se empezaron a impacientar. El sábado 8, a las 19, el padre denunció la desaparición de su hija en una comisaría.

En medio de la incertidumbre sobre el paradero de la estudiante de 17 años, la peor noticia golpeó la puerta de los Morales el lunes 10 de septiembre a las 9.30: un obrero de vialidad descubrió el cadáver en un chiquero de la ruta nacional N° 38, en el acceso al campo de deportes del Club Parque Daza, en Villa Parque Chacabuco, sobre los límites de Valle Viejo y el departamento Capital. Ese día no largaron los cerdos, por lo que el cuerpo de la estudiante fue hallado. Estaba totalmente mutilado. Fue Elías quien la reconoció por una pequeña cicatriz en la muñeca izquierda.

“Elías llevó en su corazón el dolor más grande de su vida. Ver salir a su hija feliz y contenta y tener que reconocerla en el estado en que la dejaron”, dijo Ada en referencia a su marido fallecido en 2016.

Un caso ícono en la historia policial y judicial de Argentina

Desde ese día, se empezó a escribir en Catamarca uno de los hechos policiales más aberrantes de la historia nacional. Y con el paso del tiempo y gracias a las marchas del silencio, encabezadas por la monja Martha Pelloni, la rectora del colegio, y por las compañeras de la joven, el asesinato se tornó político, hizo caer a los hijos del poder –involucrados en el crimen– y terminó con la dinastía feudal de los Saadi, que había gobernado la provincia de Catamarca en los últimos 50 años y que tenía influencia en los poderes públicos, de Gobierno, de la Policía, del Poder Judicial y del Poder Legislativo.

Catamarca. María Soledad Morales, una de las últimas fotos que se sacó en 1990, cuando tenía 17 años. (La Voz / Archivo)

Qué pasó con María Soledad en la discoteca Le Feu Rouge

Ese 7 de septiembre de 1990 , una vez que llegaron a la discoteca, Sole y sus compañeras empezaron a disfrutar el baile que habían organizado. Ella les pidió a sus compañeras hacerse cargo de la boletería del local.

“Me va a pasar a buscar una persona”, fue su argumento. Este no era otro que Luis Tula, un hombre con el que la adolescente mantenía una relación sentimental en secreto por la diferencia de edad.

Esa noche, Tula se conducía en un Fiat 147 color claro. Según la crónica policial de la época, ellos habían quedado en reunirse a las 3.30 de la madrugada. Llegada esa hora y concluido el baile, María Soledad fue acompañada por una amiga y su novio al encuentro con Tula. Este la invitó al boliche Moana. En ese lugar, la joven conoció a los hijos del poder.

Cuando María Soledad decidió irse del lugar, Arnoldito Saadi, primo del gobernador, quien conocía a la chica del barrio, se ofreció a llevarla en auto junto a otras personas. En el trayecto, uno de los acompañantes del conductor descendió y fue entonces cuando la joven fue invitada a un asado, en la mansión “Puerta de Hierro”, de la familia Luque.

El asado resultó ser una excusa. Cuando llegaron a la mansión, había seis personas, entre ellas dos jóvenes. Las tres comenzaron a ingerir bebidas alcohólicas mezcladas con psicotrópicos. Pinchazos en las piernas de María Soledad confirmaron la utilización de cocaína a través de jeringas.

Todas sufrieron las más ruines vejaciones y dos de ellas las soportaron en estado de semiconciencia. Pasado el mediodía, ya del sábado 8 se septiembre, María Soledad se desplomó y comenzó a tener convulsiones. Ya había perdido el conocimiento.

Desesperado y sin saber a qué atinar, Guillermo Luque, el líder del grupo, llamó a Buenos Aires para hablar con su padre, el diputado nacional Ángel “el Gordo” Luque. “Hacé algo pronto que se va”, dijo el muchacho, a lo que su padre retrucó: “No toquen nada pendejos de mierda”. Acto seguido, se contactó con su amigo, el jefe de Policía Miguel Ferreyra.

A las 15 de ese sábado, María Soledad ingresaba en ambulancia a la clínica Jalil, de Catamarca. Su estado era gravísimo: coma grado cuatro. Su respiración se tornaba cada vez más dificultosa y hubo que practicarle una traqueotomía.

Quien supervisaba todo el operativo por indicaciones del diputado Luque requirió los servicios de un avión privado para trasladar a la chica a un centro de alta complejidad en Tucumán.

A las 21 –dos horas después de que el padre denunció su desaparición–, una camilla con María Soledad salió de la clínica para embarcarla hacia Tucumán, pero, antes de llegar a la ambulancia, la joven falleció por un paro cardíaco.

Hasta elaborar un plan que permitiera deshacerse del cadáver y de salvar de responsabilidades al grupo, el cuerpo de la estudiante fue metido en una lavadora en la clínica.

Durante el domingo 9 de septiembre se prepararon los futuros pasos a seguir, con por lo menos dos alternativas. Una vez decidido el sitio donde se arrojaría el cuerpo y ya en la noche de ese domingo, un médico de la Policía escalpeló a María Soledad y le cortó una oreja, según trascendió en aquella oportunidad.

El lunes 10 de septiembre, un obrero encontró el cuerpo y dio aviso a la policía. Los restos fueron inmediatamente levantados y derivados a la morgue sin conocimiento de la justicia. “La comisaría 3ª borró pruebas apenas encontraron el cadáver”, dijo su madre. Hoy en ese sitio hay un santuario en su memoria.

Catamarca. El sitio donde hallaron el cadáver de Sole hoy en un santuario popular en su memoria (Archivo).

Pedido incansable de justicia

El atroz crimen motorizó un pedido de justicia masivo, encabezado por Ada, por la monja Pelloni y por las compañeras de Sole. Se nacionalizaron las marchas del silencio, que fueron más de 80.

Catamarca. María Soledad Morales, un crimen que volteó a un feudo (La Voz/Archivo).

Tambaleaba el gobierno de Ramón Saadi. Este exigía apoyo de Carlos Menem, el presidente en ese entonces, y lo obtuvo: el comisario Luis Patti se hizo cargo de la investigación.

Catamarca. Hubo más de 80 marchas del silencio.

El policía más conocido del país llegó a Catamarca. Tenía la misión de buscar un “chivo expiatorio”: Luis Tula. Pero fracasó en su misión y el pueblo que lo recibió como a un mesías terminó echándolo.

En el camino hacia la verdad, se sucedieron los investigadores y los jueces que cubrieron a los asesinos. También se tuvieron que ir. Y Ramón Saadi quedó solo. Menem se dio cuenta a tiempo de que no tenía que dejarse arrastrar por el fantasma de María Soledad e intervino la provincia.

Los jueces saadistas no pudieron ser desterrados. Tampoco la impunidad del encubrimiento, que nunca se juzgó. “Se lo cajoneó. En el crimen de mi hija hubo más personas involucradas”, repite hasta hoy su madre.

En 1991, un año después del crimen, Arnoldo Castillo arrasó en las elecciones democráticas con la promesa de aclarar el asesinato. Eso dio rédito en las urnas y, fiel a su promesa, anunció el primer juicio oral y público contra Guillermo Luque y Luis Tula, en 1996.

Todo estaba arreglado para que sea condenado sólo Tula. El juicio se transmitía en vivo y en directo. Gracias a la televisación los argentinos pudieron ver la seña cómplice del juez Juan Carlos Sampayo a la jueza María Alejandra Azar que integraba la Cámara Penal. El fraude quedó al descubierto y el proceso se anuló.

Segundo juicio, casi ocho años después del crimen

El 27 de febrero de 1998, llegó la hora de la justicia. Guillermo Luque, hijo del exdiputado nacional Ángel Luque, fue condenado a 21 años de prisión por asesinato y violación.

Catamarca. Guillermpo Luque hasta 2018 se dedicaba a los negocios inmobiliarios.

En tanto, Luis Tula, el amigovio de la adolescente, recibió una pena de nueve años de prisión por ser partícipe secundario en la violación.

Tanto Luque como Tula quedaron libres al cumplimentar los dos tercios de su condena. El primero quedó en libertad condicional el 12 de abril de 2009, luego de cumplir 14 años tras las rejas. El segundo obtuvo el beneficio en 2003. Ambos regresaron a Catamarca. Hasta 2018, Luque se dedica a los negocios inmobiliarios y Tula ejercía la abogacía, profesión que estudió en la cárcel.

Catamarca. Lusi Tula se recibió de abogado en la cárcel.

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