Munir Bracco: “Me gustaba ir a los bailes, pero ser cura era más fuerte”
–¿Por qué te decidiste a ser cura? ¿Estabas entre eso y otra cosa?
–Es algo que me fue naciendo de chico. O sea, integré un grupo juvenil en Río Primero y participé mucho desde los 12 años. Y entonces ahí yo también iba con otros sacerdotes. Y me gustaba, digamos, un poco ver que había sacerdotes que se dedicaban a los jóvenes. Después estuve mucho tiempo en los grupos juveniles y desde chiquito estuve involucrado en la vida parroquial y cerca de los curas. Después hice el secundario en el seminario menor de Jesús María, que era un internado, pero no era un internado para los que querían ser cura. Era un internado con una orientación humanista, religiosa, obviamente. Me invitó un primo mío a un encuentro y yo vi la cancha de básquet y la cancha de fútbol en medio de un parque, y dije yo quiero estar acá. Y entré ahí, al seminario menor. Y en el transcurso del secundario me surge la pregunta ¿por qué no? Terminó el secundario y no quería hacerme cargo de la pregunta que tenía adentro. Estudié Psicología en la Universidad Nacional durante dos años. Y al cabo del segundo año no me encontraba, no me hallaba y me seguía la pregunta y me decidí a conversar con un sacerdote amigo, contar lo que me pasaba. Ahí empezamos un proceso de disentimiento y después entré al seminario, el seminario también es otro proceso de disentimiento, y ahí fui afianzando que me había sentido llamado por Dios para esto.
–O sea, entraste con unos 20 años al seminario.
–Entré con 20, casi 21, y me ordené con 29.
–Antes de eso, ¿cómo era tu vida?, ¿tuviste novia?
–Yo en esa época tenía un grupo de amigos que salíamos todos los sábados. Íbamos, por ejemplo, mucho a Villa Rosario, donde había dos boliches, y después, cuando había bailes acá en la zona, íbamos a los bailes. Chébere, Santa Marina, Alberto Tosa, Trulalá.
–O sea, eras bien caravanero…
–Pero esto era más fuerte. Y, bueno, es cómo la pregunta mucho más fuerte. Novia, como una cosa oficial de lo que podemos entender como novia, no tuve. Cosas adolescentes, esos enamoramientos.
–Para vos, ¿la Iglesia se debe un debate sobre el tema del celibato de los sacerdotes?
–Sí, se habla, ¿no? Por ahí se plantea. Y en algún momento podría ser que no esté. Tenemos la experiencia de los diáconos permanentes, que son diáconos, no sacerdotes, son diáconos que pueden estar casados. A lo mejor a lo que uno imagina si no tuviese el celibato, cosa que lo que vemos de los diáconos. Ellos tienen su familia, su trabajo, y el fin de semana bautizan, casan, y alguno está como más al frente de una comunidad. No es tan fácil. Hay que compaginar dos realidades que a veces son las dos demandantes. Para que el diácono pueda ser diácono, tiene que tener el consentimiento de la esposa. Porque esto supone que la esposa lo va a acompañar y sabe que, bueno, los fines de semana son distintos, que hay otras urgencias. O sea, creo que es un tema que está, que se va a hablar, pero también sé que no es fácil. Y yo te estoy hablando simplemente de la cuestión pastoral. Pero después también hay otra cuestión más profunda, que es si Dios nos llama hoy por hoy a este estilo de vida, a esta vocación así célibe. Y creo que, si en otro momento se decide otra cosa, será otra cosa.
–Y en 20 años de sacerdocio, ¿nunca te arrepentiste de la decisión que tomaste?
–No, no, la verdad es que no. O sea, no es que uno no ha tenido cuestionamientos, no es que uno no ha tenido dudas, eso sí, pero de decirme “sigo, no sigo”, nunca, nunca.
–Tu trabajo en la Pastoral Social, ¿cómo lo definirías?
–Me acuerdo de que comencé la tarea pastoral en Cáritas en febrero de 2013 con las inundaciones. Estuve dos años y después me pidieron que estuviera en la Pastoral Social por la tarea que había realizado ahí.
–Te tocó una etapa dura de la Argentina, de ver el crecimiento de la pobreza.
–Sí, porque desde hace tiempo nos venimos empobreciendo cada vez más con los distintos gobiernos, así que la verdad que sí es una etapa difícil para todos. Lo que intentamos es estar cerca de las problemáticas sociales intentando hacer un aporte, intentando el diálogo con todos los ámbitos sociales, la dirigencia política, empresarial, movimientos sociales, sindicatos, docentes, otros credos también, comités.
–Impulsaste los conversatorios que reunieron a gente diversa. ¿Cómo ser un tipo de diálogo en un país que vive atravesado por los antagonismos?
–Eso es lo que más nos anima. Como vemos que falta, es necesario, cuando hacemos un encuentro, un conversatorio sobre todo eso, y vemos que las partes pueden dialogar, a nosotros nos alienta. En un conversatorio, nosotros habíamos pensado mesas redondas, y como ya sabíamos quiénes iban a participar, tratamos de poner en cada mesa un referente de los que iban de cada área. En una mesa, nos enteramos después, nosotros sabíamos quiénes estaban. Estaban un referente importante de un movimiento social en Córdoba y otro referente de otra área, los dos nos dijeron que, cuando se vieron en la misma mesa, la primera reacción no fue de simpatía, pero, después de que terminó el diálogo, los dos dijeron “qué bueno que nos ha tocado esto, porque nos dimos cuenta de que teníamos más cosas en común de las que creíamos tener”. Y a partir de entonces se generó un vínculo.
–¿El tema del juego y las apuestas es tu gran lucha?
–Sí, seguramente que sí. Posiblemente en estos últimos años, sea la lucha más fuerte, más importante.
–¿Apostaste alguna vez? ¿Alguna vez estuviste en un casino?
–No, no, no.
–¿Qué historias de las que viviste fue la que más te conmovió?
–Una es en un colegio, en la ciudad de Córdoba. Estábamos ahí con 200 chicos, expuse, y después una mujer contó que hacía varios años, en una localidad del interior, su hermano se había quitado la vida por el tema de la ludopatía. Y después, en esa misma localidad, quieren llevar tragamonedas. Y entonces esta mujer dijo “yo por la memoria de mi hermano, y por lo que sé que esto trae, voy a trabajar para que esto no pase”. Y no se instalaron las tragamonedas.
–La otra gran pasión tuya es el fútbol, ¿no? ¿Sos muy fan de Belgrano?
–Antes lo seguía más, de ir a la cancha. La última vez que fui a la cancha, fue cuando inauguraron la tribuna, el año pasado
–¿Por qué dejaste de ir?
–Porque los partidos son los fines de semana y los fines de semana nosotros tenemos todas las actividades más fuertes. Misas, casamientos, bautismos. Pero me gusta así, me gusta el fútbol, me gusta escuchar los partidos. Antes sí, antes era como más apasionado. Me gustan Belgrano y River.
–¿Y qué hiciste en la definición del ascenso de 2011?
–Me acuerdo de que había elecciones en Río Segundo. Vi el partido después de votar, pero estaba con Belgrano. Y el básquet también me gusta mucho, he ido mucho a ver Atenas a la cancha. El Atenas de Milanesio, de Campana, de Osella, el Atenas de oro.
–¿Cuál es la definición que más te gusta o que más usás, brevemente, para decir que Dios existe?
–Yo no trato de convencer de que Dios existe desde el punto de vista argumentativo, lo hago desde el punto de vista del amor. Muchas veces nosotros creemos que Dios es un Dios lejano, un Dios distante o un Dios que nos castiga y es porque nos han transmitido o hemos transmitido una imagen de Dios que no es Dios. Alguna vez en una charla, ante el desafío de “demostrame que Dios existe”, dije: “Demostrame que no existe, así dejo de creer”.
Perfil de Munir Bracco
Munir Bracco tiene 50 años, de los cuales 20 ha sido sacerdote. Nació en Río Primero. Se desempeñó en diversas parroquias de Córdoba. En 2013 fue convocado a Cáritas a raíz de las inundaciones en Sierras Chicas, y desde 2015 se desempeña en la Pastoral Social, donde ha planteado una serie de acciones para enfrentar los flagelos de la pobreza y las consecuencias de las apuestas y de los llamados “juegos de azar”. Impulsó los conversatorios con los que la Iglesia de Córdoba llamó al diálogo social entre diversos sectores. Es hincha fanático de Belgrano y le gustan los deportes en general, como el fútbol y el básquet.
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