Moana 2: una historia que inspira o una aventura pasada por agua
A favor: Una heroína con valores
Julia Candellero
Ya son varias las secuelas que rompieron con la idea de que las segundas partes no son buenas, y la continuación de Moana llegó para sumarse con éxito a esta lista.
En esta oportunidad, la protagonista asume el compromiso de emprender una nueva travesía más allá del océano conocido, enfrentándose a dilemas, desafíos y complejidades que reflejan no solo su crecimiento personal, sino también la evolución de la historia.
En una trama que madura junto a su líder, Moana deberá romper la maldición del Dios de la tormenta, Nalo. Pero esta vez ya no es una aventurera impulsiva que se lanza rumbo a lo desconocido, sino una heroína consagrada, aquella que restauró el corazón de Te Fiti y se convirtió en la referente de un pueblo que deposita en ella sus esperanzas de prosperidad.
Consciente de las expectativas de su comunidad y de los peligros que enfrenta, Moana recluta a un equipo para cumplir su misión. Nadie se salva solo, y nuestra protagonista tiene la sabiduría para entenderlo. Aquí es donde entran en escena nuevos personajes que aportan frescura y protagonizan momentos llenos de tensión, risas y emoción, todo ello enmarcado en una animación impecable.
En Moana 2, el océano es más que un escenario: es otro personaje. Disney logra, una vez más, deslumbrar con un nivel de detalle extraordinario que sumerge al espectador en un mundo vibrante. Las texturas del agua, los colores del paisaje y los movimientos fluidos de los personajes conforman un espectáculo visual que complementa perfectamente el mensaje profundo de la película.
La historia también invita a reflexionar sobre varios temas a aquellos que quieran asumir el compromiso. Nos habla de liderazgo, de trabajo en equipo, de la conexión con nuestras raíces y ancestros, de la importancia de unirnos y conectarnos con otros más allá de lo conocido. Enseña que el verdadero coraje no está en no tener miedo, sino en enfrentarlo; y subraya la importancia de aprender de los errores del pasado para encontrar un equilibrio basado en el respeto.
Moana 2 no solo entretiene, sino que refuerza valores que, en muchos aspectos de nuestra sociedad, están en crisis. Con sensibilidad y autenticidad, ofrece una experiencia emocional que trasciende generaciones.
En contra: Aventura pasada por agua
Jesús Rubio
Moana 2 quizás sea la animación más comunista del año y esto es lo mejor que tiene. Pero la pusilánime decisión de Disney de tapar su dimensión política con el exaltamiento de la heroicidad aventurara de su protagonista y con el despliegue apabullante del rubro técnico es lo que la hacen una película trillada e inofensiva, en la que la fórmula termina opacando el mensaje humanista de unión de los pueblos.
Moana quiere reconectar al pueblo del océano, es decir, a las distintas islas que fueron separadas cuando el malvado Nalo, dios de las tormentas, hechizó la isla Motufetu, hundiéndola en el fondo de las aguas y provocando la separación de los pueblos.
El primer problema es que Disney insiste en el elemento del llamado ancestral a través de un ritual con los de la aldea Tui, en la isla Motunui, para elegir a Moana como la única capaz de ir a romper el hechizo de Nalo y hacer que los pueblos se reconecten. Y, como la fórmula lo dicta, lo tiene que hacer con un pequeño equipo que la acompañe en la misión y que asegure la diversión.
Lo bueno es que el dibujito funciona como una metáfora del mundo, como si nos estuviera diciendo que la política ejercida a través de un líder elegido por el pueblo (en este caso, Moana, una mujer) es lo que nos puede unir en armonía con los otros y con la naturaleza.
Moana se embarca con sus compañeros de viaje (siempre en comunión con el océano) y con su amigo Maui (el semidios de tatuajes vivientes) en una aventura cuyo trasfondo es una suerte de comunismo místico, tribal, medio new age, que se ve reducido a una mera convención del género al resaltar la parte más individualista, heroica y épica de la historia, antes que su poderoso mensaje.
A Moana 2 le falta convicción, ir más a fondo, y no despistar tanto con números musicales y escenas marítimas un tanto psicodélicas. La complaciente y tranquilizadora medianía de fórmula en la que Disney se refugia para no ahuyentar al público más conservador y la falta de valentía la hacen una película apenas aceptable.
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