Misofonía o hipersensibilidad a los sonidos: el testimonio de cordobeses que sufren en silencio
“Me molesta cuando alguien mastica chicle”. “No tolero el ruido que se hace al tragar o masticar”. “No soporto el sonido del teclado del celular”. “Me irrita el sonido de las pelotas de tenis”. Estas son algunas de las frases que suelen repetir muchas personas que no toleran determinados sonidos o ruidos de la vida cotidiana.
Durante años, esa intolerancia fue percibida como un “capricho” o la persona que la manifestaba era considerada una “malhumorada”. Recién hace muy poco tiempo pudieron ponerle nombre a este trastorno y explicar qué es lo que provoca. Esa molestia o sensibilidad a los sonidos se llama “misofonía”.
Pero, ¿qué es la misofonía? El neurólogo Alejandro Andersson explicó a La Voz que se trata de un trastorno que se caracteriza por generar molestias excesivas ante determinados sonidos. La palabra “misofonía” proviene del griego y significa: “odio el sonido”.
Andersson indicó que es un cuadro que también se conoce como “síndrome de hipersensibilidad selectiva” a un determinado sonido que las personas sienten con muchísima incomodidad. “Les resulta muy difícil tolerar sonidos que son habituales para el resto. La persona dice ‘escuchá este ruido’ o ‘este sonido me hace mal’. Y pide: ‘No lo hagas porque me hace muy mal’”, señaló el especialista.
Es un síndrome que puede tener muchas causas, un conjunto de síntomas y signos. Genera ira, angustia y tensión, lo que altera el estado de ánimo de la persona.
Andersson también planteó que no todos los cuadros de misofonía son iguales. A veces, se da en los pacientes que ya tienen un zumbido en el oído, alguna enfermedad auditiva o algún trastorno relacionado con el sonido. Quienes no toleran ciertos sonidos son “personas altamente sensibles (PAS)” desde el punto de vista de los sentidos y desde lo emocional.
Según el neurólogo, la misofonía puede tener tres posibles orígenes. Puede tratarse de un trastorno otorrinolaringológico, se un fenómeno psicológico o de una patología estrictamente neurológica.
“En el primer caso, puede haber alguna alteración que desconocemos, pero que está en algún lugar de la vía auditiva”, explicó. Y sumó que algunos de estos pacientes no solamente tienen misofonía, sino que son personas altamente sensibles (PAS).
Andersson indicó que también hay una tendencia a explicarla desde la psicología, y en otros casos desde el lado de la neurología. Vale decir, no como una fobia, sino como algo realmente orgánico.
A la vez, remarcó que falta un trabajo científico sobre este síndrome y dijo que es difícil cuantificar cuántas personas lo sufren porque falta de estadísticas al respecto.
Los que sufren
Las personas que tienen hipersensibilidad comienzan a sentir el malestar entre los 9 y los 13 años. Y la lista de sonidos que pueden molestarlos es amplísima: desde el sonido que se hace al tomar agua, masticar, cepillarse los dientes, estornudos, una respiración fuerte, la voz áspera, el ruido al pasar las hojas o el timbre del teléfono.
En el caso de quienes sufren los sonidos de masticación no toleran siquiera estar en la mesa, y son muy reprendidos por sus familias cuando son niños. “Por ejemplo, si están sentados en una mesa y alguien la limpia, generalmente no se le presta atención a esta acción, pero hay alguien que se levanta y se tapa los oídos porque no soporta el chirrido generado”, ejemplificó Andersson.
Ante esta actitud, el resto de las personas se queda mirando. No entienden qué le pasa a la persona. “Al principio era algo extraño porque no sabía qué me sucedía, después me enteré que era misofonía”, contó Santiago (20), quien es intolerante al sonido que genera la masticación.
Su molestia comenzó a los 14 años. Su familia no comprendía su irritación, y él pedía no comer en la mesa familiar. Si se sentaba, lo hacía con auriculares escuchando música para tapar los ruidos. “Me ponía nervioso, de mal humor o histérico”, resume.
Aún hoy cuando están reunidos en la mesa familiar, siempre hay música para que los sonidos de la masticación se atenúen. A veces, Santiago se tapa el oído o come más tarde. “La masticación va a estar siempre. Entonces, trato de alivianar, buscando soluciones”, dijo el joven.
Un grupo para compartir
Otras persona que sufre el “síndrome de hipersensibilidad selectiva” es Gustavo (53), quién asegura que la padece desde chico. Entonces, “salía corriendo” de la mesa familiar porque no toleraba los ruidos de quienes comían y escucharlos tragar.
“Me costaba almorzar o cenar en familia. Y por supuesto, me llevé muchísimos retos. Siempre tenía que estar con la radio o la tele prendida”, narró Gustavo.
Recién hace pocos años pudo ponerle nombre a lo que le pasaba y contarlo a su entorno familiar para que pueda comprender su alteración. También es sensible a determinados sonidos del teclado del celular y no puede ir al cine porque le molesta que el resto de los espectadores mastique papas fritas o nachos.
“No hay posibilidad de control. Es una reacción muy espontánea del cuerpo”, afirmó Gustavo. Y dijo que lo habló con su psicóloga, quién le recomendó visitar a un neurólogo para tratar el tema. Luego, se incorporó al grupo de WhatsApp “Viviendo con misofonía”, donde interactúa con otras personas que padecen las mismas sensibilidades.
Ingresar al grupo le trajo alivio y supo que otras personas también sufrían las mismas alteraciones y que no estaba solo. Así se dio cuenta que todos tienen “el oído demasiado afinado”. Entonces, “podemos escuchar a lo lejos ese sonido y se hace difícil hacer foco en otra cosa”, explicó el hombre.
También lo habló en su ámbito familiar porque es la forma en que otras personas puedan entender lo que le pasa. “Lamentablemente –dijo– “ahí quienes te entienden, otros que te toman el pelo y otros más que te dicen que sos un renegón y malhumorado”.
En el mismo grupo también está Graciela (49), quien se dio cuenta que no soporta los sonidos de los teclados de las computadoras cuando pasaba largas horas en su trabajo y en especial en una oficina donde había muchísimo ruido. “Llegaba a casa y lloraba”, contó la mujer.
“Empecé a tener síntomas individuales muy marcados. Si tenía a alguien al lado masticando chicle o a alguien moviendo la pierna constantemente, también me resultaba intolerable. Sentía ira e irritación”, relató Graciela.
A raíz de ello, comenzó a hacer terapia, pero sin hallar una solución. Casi deja el trabajo y se dio cuenta que esos sonidos le molestaban también en otros ámbitos. Cuando estaba ante esos estímulos tenía taquicardia, sudoración extrema y hasta llegaba a abandonar el lugar. A su alrededor nadie entendía qué era lo que le sucedía.
Leyó mucho sobre misofonía y un neurólogo le planteó lo que le sucedía. Su salud estaba deteriorada. “Las personas misofónicas tenemos una excesiva actividad cerebral, percibiendo sonidos que van de 50 a 60 decibelios. Uno no puede detener las cataratas de emociones que desencadenan esos ruidos y evadirse del lugar donde está”, afirmó.
Ahora, sigue realizando terapia psicológica y otros tipos de terapias. “El acompañamiento familiar es muy importante. Pero no hay forma que se entienda al 100 % de todo lo que sufrimos y es una situación diaria. No solo hay que lidiar con el síntoma sino también con la familia”, expresó.
Y recomendó entender que no están solos, que no es una enfermedad psiquiátrica, y que hay que buscar ayuda y protegerse. “Termina siendo una enfermedad individualista. Hay que contar lo que te pasa porque hay días que son peores que otros”, destacó.
¿Hay una cura?
El neurólogo Alejandro Andersson señaló que para la misofonía no hay un tratamiento específico. “Hay terapias para entrenarse y concentrarse en otra cosa. Hay terapias psicológicas, pero no hay ningún tratamiento con evidencia científica para enfrentar esto”, dijo.
La misofonía –destacó el especialista– es un cuadro muy molesto no solamente para la persona que lo padece sino para el entorno familiar. “Hay que conversar, ponerse de acuerdo y lo tienen que entender”, recomendó.
Expertos de la Universidad de Oxford y del King’s College London advirtieron en un estudio que la misofonía es más común de lo que se creía y ahondaron sobre las principales causas que la desencadenan. “Hay ciertos sonidos que provocan una respuesta emocional negativa, como masticar fuerte, sorber, roncar y respirar”, explicaron.
A la vez, que destacaron que la respuesta misofónica puede variar desde una leve irritación hasta la ira y la angustia, y que puede provocar un deterioro social y ocupacional.
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