Miradas opuestas de la película “Competencia oficial”
En contra: Un dúo solitario
Por Javier Mattio
Competencia oficial es el filme más ambicioso de la dupla establecida que componen Mariano Cohn y Gastón Duprat, y es esa pretensión desbocada la que la hace perder el torneo.
La presencia internacional de Penélope Cruz y Antonio Banderas (y de Oscar Martínez, que ya colaboró previamente con los directores) más la acumulación de sátiras de disciplinas con las que antes habían arremetido por separado (el cine, el sonido, el arte, el teatro, las letras) corroboran ese summum, que se externaliza en el anciano rico Humberto Suárez (José Luis Gómez) que desea hacer una gran película porque sí, únicamente para ser recordado.
Más allá del cinismo y el desdén prejuicioso hacia sus personajes que se les achaca a los directores (y que ellos reavivan con cada estocada, como al proferir aquí de nuevo un chiste sobre discapacitados como hicieran en El ciudadano ilustre), lo cierto es que hay una clara vocación de gesto vacío en su trabajo.
Cohn y Duprat hablan el lenguaje del arte y la televisión (sus orígenes) y no del cine, y por eso los sketches pomposos, falsos y sin vida interna que impulsan Competencia oficial deben ser leídos más como un videoarte que como un largometraje.
Es otra lógica, y de ahí que la empresa recurrente de los argentinos –en connivencia con algunos aliados del star-system– sea erigir un caballo de Troya de festival global, gestar un golpe de burbuja en las entrañas del circuito cinematográfico con un propósito tan vano y desdeñoso como el de Suárez.
La perversión estética no es de por sí mala –allí está Warhol, entre tantos–, pero sí es ingenua cuando la fórmula transgresora acaba reduciéndose a una bombita de olor.
Y porque en definitiva Cohn y Duprat sí quieren hacer cine: el paralelismo chato de actores enfrentados (el gurú profundo y la celebridad narcisista) remite junto con el acento español a un mal Almodóvar o a Álex de la Iglesia, lejos de la coherencia que permitiría un abordaje legítimamente pobre (o virtuoso, como las parodias salvajes de Ruben Östlund y Yorgos Lanthimos).
La competencia, entonces, se la disputan solo ellos mismos.
A favor: El sello de siempre pero a escala internacional
Por Noelia Maldonado
Mariano Cohn y Gastón Duprat lo hicieron de nuevo. Si bien no se puede decir que esta sea de las mejores películas que ha hecho la dupla, sí se puede afirmar que ha salido más que airosa de la picadora de carne que suele ser el cine de escala internacional.
En entrevista con VOS Duprat reconoció que de todas las películas que hizo su preferida es Querida voy a comprar cigarrillos y vuelvo porque es imperfecta y llena de errores y en eso radica su magia. Competencia oficial, por el contrario, es perfecta (o pretende serlo) y esa pérdida de frescura es el único punto en contra. El resto son todos puntos a favor.
Primero que nada hay que valorarles la valentía de meterse con su propio trabajo y con el de sus colegas. La dupla ya había parodiado el mundo literario y el de las artes plásticas, pero nunca había puesto la lupa sobre el cine, hasta ahora.
Competencia oficial es una creación colectiva en la que los actores (Penélope Cruz, Antonio Banderas y Oscar Martínez) aportaron sus experiencias al guion y si bien se trata de una caricatura de la industria, las excentricidades que se relatan no están tan alejadas de la realidad de algunos directores e intérpretes, según ellos dijeron. Eso es interesante para quienes estamos fuera del ambiente. Podemos mirar por el ojo de esa cerradura.
Un capítulo aparte merecen las actuaciones excelentemente resueltas pese al desafío de los primeros planos. Banderas y Martínez interpretan a actores en la ficción. No es fácil actuar de que se actúa y ellos salen fortalecidos de ese desafío.
Otro punto a favor es la inexistencia de “buenos y malos” tan usados en el cine comercial. Acá, todos los personajes tienen pliegues, ninguno es infalible.
El guion por momentos cae en ciertos lugares comunes y estereotipos pero luego remonta ingenioso con grandes charlas existenciales en los que el filme se pregunta a sí mismo por qué hacer cine.
Como plus se nota un gran trabajo de imagen y sonido. Hay varias escenas en las que se recurre a diferentes planos sonoros.
En suma, el filme deja con ganas de ver cómo será Nada, la nueva producción que prepara la dupla y que estará protagonizada por Robert De Niro y Luis Brandoni. ¿Seguirá firme el sello Cohn-Duprat?
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