La Voz del Interior @lavozcomar: Miradas opuestas de Got Talent Argentina: ¿un concurso atrapante o un mar de lágrimas forzado?

Miradas opuestas de Got Talent Argentina: ¿un concurso atrapante o un mar de lágrimas forzado?

A favor: Conducción y conciencia, los puntos fuertes de la competencia

Por Brenda Petrone Veliz

Hace dos semanas se estrenó Got Talent Argentina y, desde entonces, ocupa los primeros puestos de los programas más vistos de Telefe. El certamen de talentos llegó a la televisión para dar visibilidad a todos los artistas amateur del país que quieren llevarse el reconocimiento nacional y los $ 15 millones.

Si bien el programa tiene algunos puntos fuertes de crítica, hay otros que lo favorecen al máximo y respaldan su podio en el rating. El primero y más importante de ellos es la conducción de Lizy Tagliani. La comediante es, en sí misma, la fórmula perfecta para levantar la competencia y brindar risas genuinas. Con su carisma, buena onda y gran corazón, la actriz sabe dar en la tecla con chistes picantes y muy bien colocados, sin maldad alguna y con una sutileza y una picardía propias de su personalidad. A pesar de que su intervención es muy poca, cuando la cámara la enfoca, el público estalla a carcajadas.

El segundo rasgo que tiene Got Talent Argentina a favor es el nivel de concientización que generan al menos dos de las figuras del jurado al momento de la devolución (que, a diferencia de lo que dijo Marina Calabró, sí son autoridades en el tema).

Este año hay una gran cantidad de participantes menores de 18 años. Los niveles de adrenalina y de exigencia que generan competencias como esta suelen ser muy altos y generan mucho estrés y una gran presión en los jóvenes y adultos, pero también en los más pequeños.

Por eso, Abel Pintos y La Joaqui tienen muy en cuenta las consecuencias de la exposición y brindan palabras de apoyo para el concursante y su familia, remarcando la importancia de “no quemar etapas”. Algunas veces, ambos reconocieron el éxito del artista, pero no le dieron el beneficio del botón dorado para que este pudiera experimentar todas las fases del certamen, con tiempo, cautela y alegría, y aprendiendo sana y paulatinamente del error o del fracaso.

Por último, el concurso es apto para todo público y no tiene más de dos horas de duración, por lo que su consumo es dinámico y atrapante. Además, al ser tan diverso, genera todo tipo de opiniones que, si son respetuosas, abren el diálogo y expanden el producto.

En contra: Para mí es un… no

Por Diego Tabachnik

Got Talent Argentina (un clásico concurso de talentos televiso, aunque ahora lo llamen “big show”) estrenó con el pie derecho en términos de rating, ocupando una pantalla caliente como el horario central de Telefe.

Hay presupuesto, hay estrellas en su jurado, se sigue al pie de la letra un formato ya probado… pero algo no termina de cerrar del todo en la oferta. Veamos.

En primer lugar, la inundación de lágrimas que desborda la pantalla, dando un sentimentalismo forzado (en especial, por parte del jurado). Se puede comprender la emoción de participantes y de sus familiares tras haberlo dado todo en el escenario, pero el problema es que en la edición se recortan los tiempos naturales del llanto.

Entonces, de buenas a primeras, de pronto un bailarín estalla en lágrimas desconcertantes. Los editores de Bendita lo resumieron mejor que nadie: “¡Arrancó Argentina Got Llanto!”, ironizaron. No hace falta ver gente llorando para emocionar al público, y menos aun cuando hay algún hecho artístico de por medio.

En segunda instancia, si bien todavía el ciclo está en las etapas iniciales, hay que decir que muchos participantes dejan mucho que desear del casting.

Lo dicho: estos programas obedecen a fórmulas escritas al mínimo detalle, y se espera que haya participantes supertalentosos, como también “caraduras” y hasta “freaks” que busquen solo su minuto de fama. Pero, hasta ahora, los de este segundo grupo les vienen ganado por goleada a los del primero.

Y por último, lo que tiene que ver con el jurado, columna vertebral del ciclo por el tono que le terminan dando al programa. Hay desde pequeños detalles inexplicables (¿por qué el micrófono de Flor Peña está tan alto si se vive riendo de esa manera?) hasta devoluciones bastante flojas de papeles de La Joaqui, que no termina de transmitir confianza en su rol. Lizy en la conducción cumple, pero su rol es acotado.

El más ecuánime e interesante en el papel que asumió fue Abel Pintos, aunque a veces en redes lo confundan con “el malo”. Por el contrario, en su honestidad se encuentra lo más humano entre tanto circo televisivo.

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