Mimí Pons: Antes, la vedete era una mujer inalcanzable
Mimí Pons contestaba el teléfono para esta entrevista hace unas semanas, mientras esperaba que se reanudaran las funciones suspendidas de Cenamos en la cama por un contacto estrecho de Covid y los operarios de una obra en construcción vecina no paraban de golpear.
La actriz se recomponía de los contratiempos tomando un cafecito y empezó la charla contando que el director Ernesto Medela, un amigo de años, la convocó para hacer esta obra.
Mimí tiene un hijo en Estados Unidos y siempre viaja para la fiesta de Acción de Gracias y se queda varios meses en ese país. En 2021 decidió no viajar y recibió el llamado de Medela. “Y aquí estoy. Debutamos el 29 de diciembre, hicimos dos funciones y se paró todo por un contacto estrecho. Nos aislamos”, dice.
Y sigue: “Me encanta mi personaje. Más allá de que es un protagónico, es el responsable del enredo que se arma por un problema de pareja. Arma un lío y todo se complica. Es una comedia francesa de Marc Camoletti, autor de grandes comedias como Boeing-Boeing, Yo vengo por el aviso. Es un sello, un autor impresionante”, dice Mimí, que comparte escenario con Germán Kraus, Graciela Pal, Esteban Prol, Chiqui Abecasis y Flor Marcasoli.
Cómo es “Cenamos en la cama”
En la comedia de Camoletti, Bernardo y Jacqueline forman parte de un matrimonio con una convivencia idílica, hasta que una mañana ella descubre que Bernardo la engaña con su mejor amiga.
“Son todos protagonistas porque cada personaje es imprescindible en la obra. Se lucen, están todos bien. La obra tiene los condimentos para que la gente pase un momento agradable. No cansa y va creciendo en ritmo. Termina arriba. Es maravillosa. Eso se consigue con la química que tenemos entre nosotros. Somos un elenco de buenos compañeros, nos reímos mucho en los camarines”, comenta y aclara que no conocía personalmente al elenco.
“Trabajé con muy pocos actores en mi vida. Siempre estuve con los cómicos. Es otra escuela. Estos actores se hicieron famosos a través de la televisión, de las telenovelas. Lo mío siempre fue el teatro, hice mucho cine, pero nunca televisión”, agrega.
–Viviste la época de oro de la revista porteña. ¿Cuáles son los mejores recuerdos?
–Todos. Mi carrera empezó en 1975 y mi fama se fue para arriba a principio de los ‘80. Todo era mágico: los grandes espectáculos, las grandes escenografías, los mejores coreógrafos, se gastaba mucho dinero. Era un music-hall comparado al Lido de París. Además, las vedetes eran elegidas. La vedete tenía que ser como una aparición, alguien inimaginable. El hombre la veía y sabía que esa mujer era inalcanzable.
Quien luego fue su marido, el productor del Maipo Alberto Oscar González, pedía eso al personaje de la vedete. Dice Mimí: “En la revista porteña el hombre era el protagonista, el que hacía reír: José Marrone, Alberto Olmedo, Adolfo Stray, actores irreemplazables. Vendrán otros, no sé si mejores o peores. Pero como ellos, nunca más. Las mujeres eran elegidas, por eso éramos muy pocas las que quedamos y a las que el público dijo ‘sí’. Cuando el público te aprueba, como juez, es para toda la vida. Fui muy amada. Han pasado 40 años y la gente me recuerda. Algo dejé, pero, también, dejé mi vida personal de lado por el teatro. Lo hice porque tenía que ser así. No podía fallar. Si la gente me eligió tenía que responderle”.
–Después tomaste la decisión de dejar. ¿Fue difícil?
–La verdad es que no fue mi decisión (risas). Fue decisión de mi marido. ¡Quién diría! Porque todos me decían que éramos la Sofía Loren y Carlo Ponti de Argentina. Pero a mí, él me retiró, me dio a elegir cuando nació mi hijo. Él no quería que mi hijo se criara en camarines porque los chicos tienen su horario y es cuando más necesitan de la madre. No me arrepiento. Si uno trae un hijo al mundo hay que respetarlo y cuidarlo. Dejé mi carrera y no pensaba volver nunca más.
Cuando nació su hijo, Mimí tenía 29 años y los contratos soñados para una gran vedete, por ejemplo, con la producción de Aries, para todas las películas con Olmedo y Porcel.
–¿Extrañabas la vida de artista?
–Al principio, no, porque estaba enfrascada en mi hijo, que era mi locura. Más que dejar los trabajos en Argentina, yo tenía la oportunidad de trabajar en París, en el Moulin Rouge y el Lido. Me quedó la duda de por qué no me arriesgué, qué hubiera pasado conmigo, si me hubiera ido bien o mal. Si hubiera aceptado, hoy estaría en París.
–Maternidad o trabajo. Es el dilema de muchas mujeres. ¿qué les dirías a las que se paran en esa encrucijada?
–Yo no puedo dar consejos. Hablo de lo que yo viví. Creo que ahora todo cambió y las chicas ven la vida de otra manera, diferente a lo que yo vivía. Yo me dediqué al teatro y no tenía vida personal. A los 25 años iba del teatro a mi casa, tomaba clases de gimnasia o de danza. Todo lo mío era teatro. No soy quién para decir qué tienen que hacer. Son ahora demasiado abiertas e independientes, y dicen lo que se les canta. Que cada una maneje su vida a su manera. Y por sobre todas las cosas, en esta época que estamos viviendo, que es muy triste porque hoy estás pero mañana no sabés qué puede pasar en tu vida. Solo puedo decir que vivan hoy, mañana es otro día.
Como la primera función
–¿Cuándo te reencontraste con el escenario después de tantos años?
–Es como que nunca me fui, nunca me olvidó el escenario. Es algo mágico. Yo dejé mi juventud por él, y lo hice con tanto amor. Tuve la suerte de que a mí no me costó mi carrera. No sé qué es el sufrimiento. Al contrario, sufrí más por amor que por la carrera. Volví en un momento muy especial, cuando falleció mi hermana. No era mi intención volver, pero me llamaron Tinelli, Mirtha Legrand, para que aceptara. Yo no sabía que era un reemplazo de Norma Pons. Pensé que querían hacer un homenaje a mi hermana. Tuvo tanto rating y a la larga este es un comercio como todos: tenés rating y te quieren. Van al dinero. Yo no me di cuenta. En un momento no quise seguir porque no estaba bien y porque mi intención no era el Bailando. Hacía 20 años que no bailaba. Y todo muy rápido, sin ensayo. Lo hice y estoy agradecida a Tinelli.
Mimí cuenta que cuando decidió salir del certamen, la producción lo entendió. Después la llamó José María Muscari para hacer Extinguidas y en el monólogo de esa obra Mimí cuenta lo que le pasó a ella y a su hermana.
Evoca: “Pensaba que la gente no iba a aceptarme porque era muy raro volver cuando mi hermana ya no estaba. Pensaba que a la gente no le iba a gustar que ocupara el lugar que dejó ella. Eso estaba muy lejos de mí. Nadie ocupa el lugar de nadie. La gente me aceptó. Extinguidas duró tres años. No hay palabras para agradecer al pueblo. El pueblo argentino, cuando te portás bien, es maravilloso”.
–¿Qué cosas hiciste en pandemia para no caer en el desánimo?
–Es una pregunta difícil de responder. Yo no pienso como mucha gente. A mí la pandemia no me enseñó nada. ¡Cómo tener la mente en otra cosa: un curso! La pasé mal. Me encerré con muchos nervios, criticando como el presidente Biden, el único del planeta que criticó a China. Yo también critico a los chinos. No los puedo ni ver. No pisaré un mercado chino mientras esté la pandemia. Esto es imperdonable, y que todavía el mundo se mueva a través de China, me parece terrible. Gracias a Dios no contraje el virus. Esto no tendría que haber pasado. Mi mente estaba en la gente que se moría y en cómo un gobierno no nos cuidó, sea Fernández, González, Pérez, García. No pertenezco a ningún partido. No me gusta nadie. No saben gobernar. Me parece fatal.
Para ver
Cenamos en la cama. Autor: Marc Camoletti. Dirección: Ernesto Medela. Producción general: Aldo Funes. Con Mimí Pons, Germán Kraus, Graciela Pal, Esteban Prol, Chiqui Abecasis y Flor Marcasoli. De martes a domingos a las 22 en Teatro Candilejas 2. Entradas: $2200.
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