La Voz del Interior @lavozcomar: Marcelo Polakoff: En Córdoba no hay antisemitismo

Marcelo Polakoff: En Córdoba no hay antisemitismo

–Pese a no ser cordobés, casi que te asumís como un tipo de Córdoba, ¿no?

–Sí, adopté a Córdoba. Soy cordobés por adopción. Hace ya 23 años. Y si me dan para elegir de vuelta, me hubiera gustado nacer en Córdoba.

–¿Naciste en la misma ciudad de Buenos Aires?

–En la propia Capital Federal.

–¿El atentado de la Amia te marcó la vida?

–Me marcó, por supuesto. Fue un hecho horrendo que me tocó vivir en primera persona. En realidad, yo trabajaba en la Amia. No diariamente, era como un trabajo así muy part time. Pero de casualidad, ese día me había mandado a un Congreso de Educación Judía en Europa, y yo tenía pasaje de vuelta el 18 de julio de 1994. De hecho, me enteré en la escala en Madrid, de que algo había pasado. No había celulares. Y apenas aterricé me fui a la Amia para ver el horror ese. Estaba estudiando para rabino en ese momento. Y me tocó la triste tarea de tener que acompañar a los familiares a la morgue a reconocer, bueno, a sus seres queridos. Cosa que, increíblemente, me tocó de vuelta casi 20 años después, con la familia del fiscal Nisman. Acompañarlos al mismo lugar, a la misma morgue, y prácticamente por el mismo tema.

–Hay un hilo fuerte que une los dos temas.

–Sí, totalmente, tiene que ver con el terrorismo y con el uso fanático de las religiones. Que es una plaga, que ojalá pronto termine.

Rabino Marcelo Polakoff. (Pedro Castillo / La Voz)

–Hablando del tema de la religión, en un país de una tradición católica muy fuerte, ¿es difícil explicarle al resto de la sociedad no judía lo que es ser un rabino?

–No, no es difícil. Es una cuestión de conocimiento, de conocimiento de uno en uno. Es como ser un “cura judío”.

–¿Y cuáles serían algunas de esas diferencias entre el “cura judío” y el cura católico?

–El cura, en términos teológicos, tiene como un grado de representación de lo divino. Si vas a una iglesia y no está el cura, no se puede hacer la misa, no la puede hacer una persona que no sea cura. Si yo, que suelo dirigir los servicios religiosos, no estoy, tengo fiebre, estoy en cama, cualquiera lo puede hacer. O sea, todo lo que yo hago como rabino cualquier otra persona que sepa hacerlo lo puede hacer. Rabino significa maestro, en realidad. Y más allá de que tenemos un rol vinculado también, por ejemplo, a lo cúltico, a lo ritual, nuestro rol fundamental tiene que ver con lo educativo. Que a veces en los curas se da y a veces no tanto. Entonces, a mí me toca mucho dar clases, enseñar, por supuesto, igual que un cura, acompañar a las familias en situaciones de todo tipo, vinculadas al ciclo de la vida, o también vinculadas a cuestiones personales, de conflictos o de penas. La tarea mía se divide en tercios, desarrollo intelectual, que vendría a ser estudio y enseñanza; desarrollo espiritual, toda la cuestión más vinculada a lo litúrgico, al calendario, a la fiesta; y una cuestión de desarrollo social, vinculada a dar una mano y hacer que otra gente dé una mano, y a hacer puentes entre gente de todo tipo y color.

–Otra cuestión es la vida civil. Ustedes se casan, tienen hijos.

–Exacto. Yo como rabino no tengo ninguna ley especial ni distinta. Me puedo casar, puedo tener familia, tengo las mismas obligaciones y derechos.

–¿Cómo está conformada tu familia?

–Tenemos una hija de 24 años, me divorcié hace como siete u ocho años, y me volví a casar, así que soy un reincidente.

–Fuiste una pieza clave de una instancia con pocos antecedentes como el Comipaz, esa integración de los distintos cultos y que ha sido importante para el diálogo, la tolerancia, la resolución de conflictos.

–Para mí es una alegría ser parte de esto desde hace 23 años. Es un oasis, es convivencia y amistad interreligiosa que hay en Córdoba; y que no es solamente en el liderazgo, sino que de algún modo nuestras propias comunidades fueron viendo que el mejor modelo vital tiene que ver con esto, con la convivencia en la diferencia, porque por supuesto tenemos un montón de diferencias. Pero es más lo que nos une que aquello que nos divide. Lo desafiante es que aun con nuestras disidencias, y en algunos casos muy interesantes, podemos convivir juntos, hacer juntos y querernos.

Rabino Marcelo Polakoff. (Pedro Castillo / La Voz)

–Administrar las diferencias, porque administrar las coincidencias es bastante sencillo.

–Exactamente, no sólo administrarlas, sino respetarlas. Renunciar al monopolio de la verdad, que en principio no debería ser algo muy difícil, pero cuando vos metés la categoría de la verdad y la ligás a cuestiones vinculadas a lo divino, ya se complica.

–¿Conocés otros lugares en que se hayan replicado experiencias de este tipo?

–Hay algunas, son más personalistas, con menos carácter institucional. Acá no depende de personas, y eso es bueno también, porque supera los personalismos, que pueden hacer cosas muy buenas.

–¿Qué otra cosa hacés, además de lo religioso? Sos futbolero…

–Sí, el fútbol me gusta mucho, soy muy malo jugando, juego bien al tenis, pero al fútbol no. Voy a la cancha, acordate que soy el rabino de Talleres.

–Claro, hacen la ceremonia interreligiosa antes de cada partido de local.

–Esto nació en 2015, cuando Talleres ni siquiera estaba en la B, estaba en el Argentino o el Federal. Empecé a ir porque había un jugador, Eial Strahman, que me pidió que fuera a hacer una ceremonia. Y eso es con mi amigo, el padre Javier Soteras, con quien tenemos también un programa juntos de radio hace muchos años, empezamos y nunca se terminó.

–El mundo sigue luchando contra el antisemitismo, ¿cómo lo ves en la sociedad cordobesa?, ¿cómo es la vida de un judío en Córdoba?

–En Córdoba yo no noto antisemitismo, para nada. Sí una expresión, pero que tiene que ver con, o sea, alguna expresión con los migrantes, que habla de la persona, no del grupo discriminado. Pero en Argentina, por suerte, en general, no hay mucho antisemitismo.

Perfil de Marcelo Polakoff

Marcelo Polakoff nació en Buenos Aires hace 58 años y es rabino del Centro Unión Israelita de Córdoba desde hace 23 años. Durante tres años, fue el capellán judío de la cárcel más grande de Argentina.

Desde la muerte del fiscal Alberto Nisman, acompaña como rabino a su familia. Le explicó a Benedicto XVI el significado hebreo de su nombre, Joseph. Medió junto con el obispo cordobés entre la Policía y el Gobierno durante la revuelta de diciembre de 2013.

Le enseñó a cantar en hebreo a Mercedes Sosa. Es coautor de cuatro libros y tiene cientos de artículos publicados en distintos medios, entre ellos, La Voz.

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