Maltrato infantil: el Consejo de Médicos advirtió sobre el crecimiento de casos y pidió trabajar en alertas tempranas
“En el Hospital de Niños de la Santísima Trinidad, de referencia para la provincia, donde funciona la Unidad de Violencia Infantil, 72 casos necesitaron internación por el nivel de lesiones que habían sufrido en los primeros meses del año pasado”. Con este dato, el presidente del Consejo de Médicos de la Provincia de Córdoba, Héctor Oviedo, marcó el tono de enorme preocupación que existe por la cantidad y gravedad de casos de maltrato infantil en Córdoba.
Con distintos abordajes, el maltrato infantil fue el eje de un debate que reunió a un panel de expertos. Participaron las doctoras María Teresa Puga, subsecretaria de Discapacidad de la Provincia de Córdoba; Amelia López, defensora de los derechos de los niños, niñas y adolescentes; Cristina Ottino, neonatóloga del Hospital Italiano; Ana María Alle, integrante del Comité de Contralor de Psiquiatría Infanto-juvenil del Consejo, y Mario Vignolo, médico forense, especialista en maltrato infantil, y miembro de la Junta Directiva del Consejo.
El Consejo de Médicos creó un Observatorio de Violencia para la defensa y acompañamiento de los colegas. “Esto nos interpela como sociedad”, remarcó Oviedo.
Ottino recordó que “para que haya un maltrato, siempre tenemos que contar con tres situaciones: un sujeto, que será un niño, una niña, o un adolescente o preadolescente; un agresor, y un entorno que lo permita o que lo favorezca”, describió.
Ottino explicó que si el médico es detallista y abarcativo en el examen físico y no se restringe a lo que es motivo de una consulta médica, puede encontrar indicadores de maltrato.
Y entre las cosas a tener en cuenta destacó las “lesiones de alerta”, que a veces son justificadas por quien ejerce el cuidado con la expresión “el niño es muy travieso”. “Sí, todos sabemos que los chicos entre los 3 y los 6 años son muy activos, hiperdinámicos. Pero el niño ‘muy travieso’ hace cosas de niño de esa edad y tiene lesiones de niño de esa edad. Si, en cambio, hay un niño que tiene más de una fractura, al médico le tiene que llamar la atención”, apuntó. Otras señales de alerta, remarcó, son los hematomas con distintos tiempos de evolución que están en distintas zonas del cuerpo y la falta de correlato entre el mecanismo del trauma y la lesión evidente. Y planteó una situación que es considerada “gold standard” en maltrato infantil: el bebé de dos meses que es llevado a la guardia con fractura bilateral de cráneo. Ante la preguntá de qué sucedió –cuenta– si la respuesta es “se cayó, porque lo dejé arriba de la mesa y se dio vuelta”, es preciso atender a lo que merece una voz de alarma, porque –enfatizó Ottino– “un bebé de dos meses no se da vuelta”. “Lo que quiero significar con esto es que los integrantes de los equipos de salud tienen que animarse a dar la alerta”, subrayó.
Ottino precisó que es importante recordar que el 80% de los maltratos se dan en el entorno de la familia acotada, mientras que –comparó– “se publicitan más los que son de otros, como el del Jardín de Infantes”. Además, añadió, se verifica más en los progenitores que en las parejas nuevas de alguno de los padres. “Y cuando el que actúa es la pareja nueva, uno de los progenitores da el consentimiento”, advierte.
La subsecretaria de Discapacidad, Marité Puga, advirtió que en las familias en las que hay personas con discapacidad se exige “estar atentos”, porque lo más habitual es que sea el adulto el que hable por los niños, niñas o adolescentes. “Por eso, la observación –tanto del niño, como del entorno familiar– y la revisación son muy importantes”, dijo. Asimismo, manifestó la necesidad de que en los hospitales haya personas que sepan lengua de señas, con el fin de comunicarse con las personas sordas. Y citó el caso paradigmático del Instituto Próvolo, en Mendoza, donde fueron abusados niños con hipoacusia.
Lamentó, asimismo, que haya pocos avances en materia de abordaje del maltrato en las personas con discapacidad, incluyendo a las instituciones que se especializan en dar contención a quienes sufren distintos tipos de violencia. Y aseguró que es insuficiente la detección de casos de abusos, maltratos y hasta trata en ese segmento de la población, en el cual hay más dificultades para denunciar, situación que luego se traduce en estadísticas deficientes.
Ana María Alle, integrante del Comité de Contralor de Psiquiatría Infanto-juvenil, puntualizó sobre los casos de agresiones sexuales. Y marcó que en la asistencia en abuso sexual infantojuvenil existe en nuestro medio un abordaje que acentúa los aspectos judiciales y –salvo excepciones–, no contempla en forma conveniente los aspectos de salud psicofísica, ni las graves disfunciones familiares; tanto previas, como resultantes, por caso, del impacto de la develación del abuso.
El ámbito de guardia es uno de los más Implicados y muchos médicos evitan realizar un primer examen por diversas causas; entre ellas, por no tolerar ellos mismos el hecho en sí del abuso, pero también por las implicancias judiciales o porque no se sienten capacitados. “Por esto es prioritario que se formen médicos en este tema”, resumió Alle.
Mario Vignolo, médico forense especialista en maltrato infantil y psiquiatra, alertó sobre que hay formas pasivas de maltrato. Estas formas pasivas tienen que ver con el abandono físico y emocional. “Por acción o por omisión, el daño es el mismo”, ilustró y destacó que, en la actual cultura de la inmediatez, hay situaciones de maltrato relacionadas con un cuidado deficiente. También advirtió sobre que los niños testigos de situaciones de violencia entre los progenitores también sufren maltrato.
Entre los indicadores físicos de maltrato señaló, como ejemplo, los hematomas y las huellas de ataduras en las muñecas, las quemaduras de cigarrillo o de agua caliente, la pérdida de piezas dentarias, la falta de control de esfínter, las enfermedades venéreas y los embarazos. En tanto, como indicadores conductuales, aludió al temor excesivo, a la tendencia al sobresalto, a la inhibición, al retraso, a las acciones autodestructivas y autodesvalorizantes, al aislamiento, a la indiferencia, a la falta de reconocimiento de límites o pautas sociales, a la angustia, a la especial protección hacia sus hermanos (para que no les suceda lo mismo), a la disminución del rendimiento escolar, a la falta de integración o a la realización de juegos eróticos y de masturbación, entre otros.
“Los maestros son los principales detectores de situaciones de maltrato”, compartió Vignolo.
Amelia López, defensora de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, reflexionó sobre la necesidad de considerar a niños, niñas y adolescentes como sujetos de derecho y a que su voz sea escuchada. En todos los procesos de toma de decisiones se debe tener en cuenta la opinión y la escucha de los niños. “Esto es algo que todavía no hemos asumido”, concluyó.
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