Luis Novaresio: El amor no tiene que ver con la elección sexual
Desde la Antigüedad clásica hasta nuestros días, la humanidad ha mantenido viva una pregunta que gira alrededor del amor y del deseo: ¿pueden convivir amigablemente o son polos antitéticos? Una esquemática respuesta posible sería que la activación de uno de esos polos implica la anulación del otro. Pero en esa decisión voluntaria se pondría en juego nuestra madurez como sujetos, se ha dicho, en tanto nos inclinemos por el amor, ya que el razonamiento dominante ha tenido en cuenta que uno de los elementos centrales de nuestra cultura, tanto en términos amorosos como eróticos, es la monogamia. El establecimiento de una pareja sobre la base del amor, entonces, requiere resignar la búsqueda de la satisfacción del ocasional deseo que podamos sentir hacia una tercera persona. Con todo, en ello no habría pérdida o represión alguna, sino la lógica preservación de un “bien mayor”.
De todos modos, siempre ha habido una inteligente y persistente minoría que ha expuesto argumentos a favor de la libertad sexual. Sea en defensa de la libertad individual, sea en contra de la monogamia o de la familia como institución social. La ley del deseo, se ha dicho, está regida por la permutación, por lo cual la constitución de una pareja “cerrada” representaría una especie de farsa, una mentira compartida.
Incluso, en términos de género, ha llegado a postularse que la monogamia fundante de la pareja sólo regía para las mujeres, ya que los varones hasta no hace mucho tenían legitimada social y culturalmente la infidelidad. Y hasta no hace mucho, por cierto, el imaginario social sospechaba de las minorías sexuales: el “desvío” de la “norma” en sus elecciones del objeto incluía el rechazo de los valores sociales; por tanto, no eran personas “aptas” para el amor, y se las imaginaba dominadas por la promiscuidad y la concupiscencia.
Este esquema dicotómico, en la actualidad sigue vigente en sus nociones principales, pero tiende a ceder en las secundarias, mientras numerosas personas con diferentes orientaciones sexuales expresan en la esfera pública su preferencia por viejas opciones que hasta aquí habían sido practicadas, por supuesto, pero socialmente silenciadas. En otras palabras, no sólo sale del clóset quien se declara homosexual o trans, sino también quien se juega por el poliamor o la pareja abierta. Y en ese contexto, convengamos que la monogamia no goza de buena prensa mientras que los modelos de pareja alternativos parecen vivir un momento de “promocional social”.
Filosofía y humanidades
La novela Todo por amor, pero no todo, primera incursión literaria del periodista Luis Novaresio, aborda esta compleja problemática en el Buenos Aires del presente a través de una pequeña comunidad de personajes que se conocen en un curso de divulgación filosófica, lo que permite intercalar cada tanto el pensamiento de un filósofo célebre. Por citar un par de casos, están Nietzsche, con su idea de que no habría que ser muy apolíneo sino bastante dionisíaco, y Sartre, que proponía que sólo obedeciéramos a nuestro deseo. Como es lógico, no faltan las referencias a la teoría freudiana del deseo.
En cuanto a los personajes, hay una cierta oposición entre los dos centrales: Uno (ese es su nombre) es homosexual e intenta establecer una pareja abierta, lo que por momentos le resulta muy angustiante porque su novio tiende a romper o a interpretar las reglas en beneficio propio; y Ana es heterosexual y está casada con Héctor, bajo un contrato monogámico, pero no puede reprimir su deseo de concurrir a un cine porno semanalmente y tener sexo con desconocidos. Lo que él hace público ella lo vive clandestinamente.
Otra oposición entre ellos, aunque no ocupe mucho espacio, es que ambos tienen su “mejor amigo”, y la dupla se rige por la dinámica del espejo invertido: el homosexual y monogámico Esteban sanciona la conducta de Uno, que considera propia de un “reviente” que combina sexo y drogas, lo que quiebra la relación; Inés, heterosexual de parejas monogámicas, no entiende ni comparte la conducta de Ana, pero decide permanecer a su lado.
Junto a ellos están Lourdes y Gerardo, una pareja monogámica ultraconvencional que, sobre todo a través del pensamiento de él, por lo general cae en lugares comunes; y Eva, que acaba de ser abandonada por su novio justo cuando estaban por emprender una convivencia, circunstancia que la desequilibra emocionalmente. Si bien los tres están en un segundo plano, Eva termina siendo privilegiada por la narración frente a un tratamiento a cierta distancia de la pareja.
Amor y desamor
–La novela descansa sobre polaridades: amor y deseo, homosexual y heterosexual, pareja cerrada y abierta, saber filosófico y conocimiento experiencial, entre otras. ¿Cómo armaste ese “cubo mágico”?
–Tenía totalmente claro que quería escribir ficción, historias de amor, y quería que hubiera filosofía. El disparador se dio cuando asistí, hace muchos años, a un curso de divulgación filosófica de José Pablo Feinmann, que abordaba desde Kant hasta el día de hoy. Yo venía de Rosario a Buenos Aires para eso, y ahí descubrí que el curso era un buen lugar de encuentro para congregar un grupo de amigos. Ahí aparecieron cada uno, y me pareció interesante contar historias de amor y desamor: la de Uno y C, el conflicto de Ana, el desamor de Eva, la mirada más conservadora de Lourdes y Gerardo. A partir de allí nació la idea de construir esta novela.
–Permitime una analogía: los escritores de policiales suelen decir que con ese género pueden incluir en la trama una crítica social y política a una época y a una sociedad determinada. ¿Mirás con un esquema similar (adaptado, claro) las novelas de amor?
–A priori, digo no. No fue mi intención, sólo quería contar historias de amor atravesadas por la filosofía. Es cierto que son historias de amor contemporáneas y, por lo tanto, hay cuestiones de la realidad que aparecen, por ejemplo, el modo de comunicarnos, la tenencia de drogas para uso personal… Pero no, mi intención fue contar historias de amor heterosexuales y homosexuales sin ningún tipo de distinción. Esto sí fue deliberado, contar que el amor no tiene que ver con la elección sexual. Pero, por lo demás, no fue a priori mi intención.
–Hago dos asociaciones. La primera: si a priori no, ¿a posteriori qué? Angélica Gorodischer decía que en la relectura descubría un montón de cosas en las que no había pensado en un principio…
–Puede ser… Lo que sí sucede, y que yo no había experimentado hasta ahora porque nunca había publicado ficción, es que a posteriori el texto cobra una vida absolutamente distinta a la del autor. Por ejemplo, Ernesto Tenenbaum me dijo que le parecía una posición política mostrar el mundo gay tan multifacético, con tanta felicidad, en el medio de lo que él considera, y yo comparto, un momento de oscurantismo en los derechos de las minorías. Yo no lo había visto y no lo describí pensando en ese sentido.
Del autor al lector
–La otra: entre las cuestiones de la realidad que aparecen en la novela, están los medios de comunicación, matizados por una serie de “guiños al lector”: la descripción de un medio, el apellido cambiado de dos periodistas, la caracterización de un personaje… ¿No hay allí una intención?
–Probablemente tenga que ver con algo que yo conozco por mi trabajo. Pero más que crítica, fue mostrar algo de cómo funcionan los medios… Pero, como te digo, a posteriori ya no depende más del autor, es cómo lo ve cada uno de los lectores.
–Si te pido que te posiciones como lector de novelas de amor, ¿cuáles serían las que te llamaron tanto la atención para querer escribir una? ¿Qué te transmitían?
–Con tu pregunta, me doy cuenta de que en todas las historias, aunque no fueran historias de amor, siempre los vínculos de amor de esas historias me atrajeron. En Memorias de Adriano, cómo Yourcenar cuenta a Adriano enamorado de Antínoo. En las novelas de Toni Morrison, en Sula, que leí cuando era muy joven y me parecieron maravillosas. Y en las obras de teatro: soy, por deformación familiar, un lector de teatro, y en las historias que van desde Shakespeare hasta Chejov, o en el teatro argentino, Tito Cossa y demás, siempre me atraparon las historias de amor.
- Todo por amor, pero no todo. De Luis Novaresio. Editorial Sudamericana. 2024. 304 páginas. $ 19.999
- Luis Novaresio (Rosario, 1964) es abogado y periodista. Por su labor en los medios, recibió en varias ocasiones el Martín Fierro y el Tato, además de un diploma Konex al mérito. Publicó el libro de ensayos Parte de la razón (2012).
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