Lucrecia Martel, halagada porque Cate Blanchett quiere filmar a sus órdenes: Es una mujer extraordinaria
Lucrecia Martel, directora de películas ineludibles del cine argentino como La ciénaga, La niña santa y Zama, recibirá el lunes el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en el marco de la primera edición del Festival Internacional de Cine de la UBA, que se desarrollará del 25 al 30 de julio.
“Hay una necesidad de esa palabra que se usa ahora que es ‘contenido’, algo que excede la capacidad humana de consumo y de reflexión”, dice Martel a Télam en su casa del barrio porteño de Palermo, y apunta que “entonces estamos produciendo imágenes y sonido para un vacío incomprensible”.
La realizadora salteña, considerada una de las cineastas más influyentes de la historia del cine según una encuesta del medio especializado SlashFilm, habló sobre el prestigio, las series, qué significó formar parte del llamado Nuevo Cine Argentino que surgió a fines de los ‘90, su falta de prejuicios sobre posibles convocatorias desde Hollywood (siempre que el proyecto le interese, aclara) y el interés de la actriz estadounidense Cate Blanchett por trabajar bajo sus órdenes.
-Estás por ser distinguida con el Doctor Honoris Causa por la Universidad de Buenos Aires y en los últimos años recibiste numerosos premios. ¿Cómo te llevás con los reconocimientos?
-Bárbaro (se ríe), significa que alguien ha visto algo valioso en lo que hago, pero también sale lo peor de uno, la parte más vanidosa y estúpida de uno. Por más que sienta que trabajé seriamente en lo que hice, es muy arbitrario cuando suceden las cosas porque hay muchísimas personas que hacen cosas muy valiosas y que nunca tienen conocimiento.
-Esa valoración sobre tu obra llega también de figuras internacionales como Cate Blanchett, que recientemente dijo que querría trabajar con vos.
-Sí, y la verdad es que fue muy impresionante porque a los cinco minutos del día que ella dijo eso, tenía desde lugares muy diversos el video con sus declaraciones. Y claro, ¿a quién no le gustaría trabajar con Cate Blachett? Es una mujer extraordinaria.
-Más allá de la coyuntura, te tomás un tiempo para concretar cada proyecto y en algunas entrevistas hablaste de que no es necesario producir tanto. ¿Qué vale la pena filmar?
-Lo dije en el sentido de que creo que hay una necesidad de esa palabra que se usa ahora que es “contenido”, algo que excede la capacidad humana de consumo y de reflexión, entonces estamos produciendo imágenes y sonido para un vacío incomprensible. En este momento siento que sería necesario ir por las cosas que aborden la complejidad de lo que nos rodea y tratar de encontrar caminos en ese maremágnum. Pero la agenda de lo que a una le importa no es fácil frente a los requerimientos industriales del mundo audiovisual. El trabajo está en zonas donde a veces no vale la pena trabajar, pero es trabajo.
Para Martel, “la narrativa audiovisual está inscripta dentro de lo que se llama la cultura y es lo que hace que podamos intercambiar entre nosotros y entender qué es esto que pasa aquí, a la vuelta de la esquina para definir un rumbo como comunidad”.
Y añade que “entender lo valioso de eso es casi una apuesta en común que debe ser de todos”.
“Y si eso está filtrado por lo que es interesante para lugares de producción que tienen sus bases muy lejos de nuestra realidad, es probable que no acertemos en producir cosas que nos sirvan en esa conversación”, completa.
La opinión de Lucrecia Martel sobre la era de las series
-En ese modo de producción globalizado entran las series, que se consumen de manera masiva por las plataformas.
-No hay nada de lo que yo pueda decir “esto no debería existir”, lo que sí creo es que el modelo de producción que tienen las series genera también un tipo de resultado en donde muchas veces la incidencia de los enormes talentos que trabajan dentro no parece reflejarse en los resultados. Yo no condeno al formato, pero si vos tenés a un tal José, que está a cinco cuadras de tu lugar y es el que lee tu sinopsis y es el que decide, vos te imaginás que comparte tus mismos problemas, las mismas preocupaciones, está metido en la misma sopa que vos. Ahora, si todas las decisiones se toman en otro lugar, es otra cosa, todo es muy desregionalizado.
-¿Rechazaste un ofrecimiento de Marvel?
-Quiero aclarar que jamás dije “No” a Marvel, tuve una conversación y ellos no me eligieron. Haría cualquier cosa, ya sea con el ejército de los Estados Unidos, con la NASA y no sé, hasta con el ejército de Putin (risas), pero siempre en el caso de que me interesara y después, haría lo posible hasta último minuto y hasta que me echen por ir por lo que me parece.
-¿Podrías contar lo que querés en una serie o solo el cine te interesa como artefacto narrativo?
-Tampoco es que soy la loca del cine, lo que creo es que es necesario que haya formas de manejar el dinero para lograr hacer cosas, lo que sea y con el formato que quieras pero que puedan reflejar las preocupaciones de una comunidad. Este modelo actual no tiene nada de local; entonces, es difícil que aparezcan cosas que te sorprendan, es la permanente sustitución de un consumo por otro y por otro. Te deja la cabeza como un ventilador.
-Los modos de producción también determinaron el surgimiento del llamado Nuevo Cine Argentino a fines de los noventa.
-Eso fue un invento de la prensa.
-Puede ser, pero sirvió para hablar de la renovación del cine nacional.
-Sirvió y no. Porque eso no fue el nuevo cine argentino. Hay un montón de películas de ese momento que se parecen al viejo cine argentino. Para mí lo del nuevo cine argentino fue una forma de llamarle a lo que estaba pasando, pero no era que nos juntábamos a discutir sobre filosofía, política o narrativa, nos juntábamos a charlar y nada más. Pero más allá de eso, lo que me produce escalofrío es el agujero que hubo en la expresión audiovisual durante la dictadura y lo que costó sobreponerse a eso, y también lo de la discontinuidad, porque el fenómeno no se sostuvo.
-¿Dónde ves la huella de tu cine en otros realizadores?
-No podría distinguir mi huella, no sé quién habla de mi cine.
-Bueno, como ejemplo reciente se puede citar a Carla Simón, directora de “Alcarrás”, que ganó el Goya y dijo que tu obra es una inspiración.
-Sí, a ella la conozco y me dijo que le gustaba lo que yo hacía. Pero también eso surgió en un momento en donde explota en todo el mundo del deseo y la participación de las mujeres y yo caí justo en esa bisagra. Para mí no es tan fácil encontrar en otros mi estilo, no me preocupo tanto por el estilo sino por encontrar un lenguaje que se ajuste a lo que quiero decir.
Las influencias de la niña Lucrecia Martel
-¿Cómo fue tu acercamiento al cine desde Salta?
-Cuando era chica a las películas las veía en la tele, vi muchas de Billy Wilder pero no sentía que era algo artístico, eran películas, también recuerdo que vi mil veces ¿Qué pasó con Baby Jane? de Robert Aldrich. Mi formación para el cine fue conversar con la gente en general, no de cine, sino sobre la vida. La forma en que se habla, cómo no se dicen algunas cosas, me resulta muy instructivo e inspirador para hacer lo que hago. Y es muy diferente a lo que pasa en Buenos Aires que en Salta, porque cuando yo llegué acá, en la universidad, se me sentaba alguien al lado y muy rápidamente hablaban de sí mismos con un conocimiento muy profundo de quiénes eran o quienes creían que eran. Después me di cuenta que, acá, la conversación está marcada por el psicoanálisis.
-¿En qué estado está el documental sobre el líder indígena asesinado Javier Chocobar, en el que estás trabajando hace varios años?
-Editando, es un proyecto en donde tenemos muchos años de recolección de material y entonces está llevando tiempo y también tiempo para llegar a las ideas con las cuales entender las cosas que pasaron, me tuve que sumergir en un mundo lleno de detalles.
-¿Tenés en proyecto alguna ficción?
-Quisiera hacer una película de ciencia ficción o fantasía por el lado que tengo más conocido desde la infancia; no en el cine sino en los cuentos y otras cosas. Algo que esté corrido del realismo, aunque yo siento que lo que hago está corrido de ahí. Pueden ser extraterrestres o zombies (sonríe), algo no humano.
-¿Y en este momento de tu vida podrías decir por dónde pasa el cine del presente?
-No tengo un registro ni una vocación muy fuerte de estar interesada en saber para dónde va el cine, lo que sí me preocupa es el problema que enfrenta la gente joven con estas ofertas de trabajo que vienen de estos modelos de afuera. No podemos seguir pensando en un sistema narrativo basado en enemigos que es lo que el género pide, no todo es conflicto, hay otras cosas interesantes. Creo que los jóvenes, que tienen más experiencia de militancia en redes que en la calle, van a tener que volver a juntarse para analizar qué hacer con las medidas que se toman con respecto a esta industria y qué tipo de pelea van dar.
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