La Voz del Interior @lavozcomar: Los números sonríen al Gobierno

Los números sonríen al Gobierno

En economía, todo transcurre conforme a los planes del Gobierno nacional. O casi todo. Los números económicos le son favorables. La inflación, aunque alta, continúa bajando; el riesgo país desciende, y el dólar libre sigue aplastado y en descenso. Si su valor hubiera acompañado a la inflación desde diciembre de 2019, hoy debería rondar los $ 1.900.

Es curioso: el éxito en la lucha contra la inflación (principal objetivo de la gestión) tiene como uno de sus protagonistas al cepo cambiario, un instrumento intervencionista propio del populismo y siempre repudiado por el ideario liberal. El descenso de la tasa de inflación está fundado en la reducción del déficit fiscal y el gasto público, por un lado, y el cepo cambiario, por el otro.

Ambas medidas tienen su contracara. La reducción del gasto deriva hacia una baja del nivel de actividad, que ya está golpeando fuerte y comienza a reflejarse en las encuestas. El cepo supone la creación de una bomba de tiempo, ya que el retraso cambiario promete bruscas actualizaciones futuras, con retorno inflacionario.

Estos éxitos, pírricos o no, convencen al Gobierno acerca de la inconveniencia de remover los controles cambiarios. Los liberales libertarios han comenzado a amar el cepo. Se sienten confortables con él y van postergado su supresión sin fecha clara a la vista.

Le tienen miedo a la libertad cambiaria, tan mentada en las conferencias y tan promovida durante la campaña electoral. Suponen que una libre flotación del dólar elevará el tipo de cambio, con impacto en el nivel de precios en magnitudes difícil de valorar, pero que derrumbarían la estantería del control inflacionario.

De tal modo, hoy parece imposible que pueda suprimirse antes de los comicios de medio término, dentro de poco menos que un año.

Cristina conducción

Aunque proliferen las críticas fragmentarias hacia Cristina, el peronismo no logra darse una conducción que no la tenga como figura central. Hace 20 años que el kirchnerismo es sinónimo de peronismo. Afloran aquí y allá personajes importantes en los que se atisban modos e ideas diferentes, pero no logran consolidar una fuerza sólida y coherente que consiga desplazar a Cristina Kirchner de la conducción efectiva.

Un peronismo razonable, que tome en cuenta los datos de la realidad, que no piense que el Estado puede gastar sin límite y cubrir el déficit con emisión monetaria, no cuenta con un espacio para desarrollarse. Han de pensar que para eso ya está Milei, que el peronismo debe prometer prosperidad infinita sin mayor esfuerzo, y de este modo lograr las adhesiones y los votos necesarios para retornar al poder.

Ni Juan Schiaretti ni Miguel Pichetto, ni este o aquel gobernador provincial, están logrando consolidar una fuerza que pueda reorientar al peronismo hacia una nueva etapa, con nuevas ideas, más a tono con el mercado y el reinado de las instituciones.

Parece consolidarse un peronismo clásico, altamente atractivo al grueso de los votantes peronistas. Los gobernadores de las provincias más necesitadas, que sueñan con fondos irrestrictos del gobierno federal; los sindicatos, que adoran los privilegios y los aumentos salariales sin límite; los barones del conurbano y los piqueteros, que aspiran a recobrar los recursos de que gozan durante los gobiernos justicialistas, y, por supuesto, la Iglesia católica, que ve en el peronismo la única vía de redención de los pobres, aunque conservando la miseria como un atributo dignificante.

Nadie puede representar este combo populista mejor que la expresidenta.

No sólo de pan

El Gobierno acaba de corregir una inmoralidad que amenazaba con perpetuarse en el tiempo. Todo comenzó con la operación Primicia, un intento de Montoneros de copar el cuartel del Regimiento de Infantería del Monte 29, de Formosa, hecho ocurrido en democracia, el 5 de octubre de 1975, hace casi medio siglo.

Insólitamente, los familiares de los terroristas muertos fueron indemnizados mientras que los de los soldados que murieron defendiendo el cuartel del Ejército apenas recibieron una modesta pensión. Los atacantes fueron considerados víctimas del terrorismo de Estado y tomados como mártires por muchos políticos, periodistas y legisladores kirchneristas.

Quizá haya sido por excesiva prudencia, lindante con la cobardía política, que Mauricio Macri no corrigió esta distorsión moral inaceptable, conocida gracias a las investigaciones del periodista Ceferino Reato.

Macri apenas intentó, hacia el final de su gobierno, compensar a los familiares de los soldados asesinados por los terroristas, pero su decreto fue derogado por Alberto Fernández, sin ser puesto en práctica.

El presidente Milei actuó con mayor determinación y finalmente puso las cosas en su lugar, reivindicando a quienes defendieron el cuartel del ataque guerrillero.

Tamaña iniquidad ha logrado permanecer en el tiempo gracias a la extorsión ideológica ejercida por el progresismo: toda denuncia, crítica o simple observación que pudiera hacerse al terrorismo guerrillero de los años 1960 y 1970 podía tomarse automáticamente como una adhesión al gobierno militar iniciado en marzo de 1976.

También en temas como estos comienzan a escucharse nuevas voces y nuevos criterios.

* Analista político

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