Los ñoquis e hijos del Conicet
Hace unos días, el historietista cordobés Horacio Altuna publicó en el diario Clarín una historieta que hace referencia a los “ñoquis” del Conicet.
La leí y en la primera persona en que pensé fue en mi mamá, doctora en Ciencias Químicas, ya jubilada de la carrera del Conicet. Recordé el típico domingo a la tarde en que mi mamá se dedicaba a preparar clases, revisar tesis y armar carpetas para solicitar subsidios de investigación, entre otras tantas tareas.
¿Qué significa ser hijo de un investigador de Conicet? Pongámonos un poco en ese lugar… Para quienes no sepan, el Conicet es el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas, el principal organismo dedicado a la promoción de la ciencia y la tecnología en Argentina. Emplea alrededor de 25 mil personas en más de 300 institutos y centros en todo el país.
Ardua competencia
Como hija de una investigadora de Conicet, te puedo contar que el ingreso a la carrera es muy competitivo. No es para cualquier “ñoqui”; debe ser un “ñoqui” que por lo menos llegue a título de doctor.
Es decir, luego de graduarte de una carrera universitaria, debés estudiar por lo menos cuatro o cinco años más, escribir y defender una tesis doctoral. El máximo título académico que se puede alcanzar en la universidad es el piso de la carrera del Conicet.
Recuerdo hasta el día de hoy a mi mamá en la mesa de la cocina juntando los “papeles” para presentarse al ingreso del Conicet. “Papeles” que justificaban la extensa cantidad de horas dedicadas a la lectura, la investigación, la docencia, la planificación y la formación académica.
La competencia era (y es) grande, pues los cupos son reducidos y, encima, los sueldos son bastante modestos, para no decir que no tienen ningún tipo de relación con el grado de calificación exigido para el puesto.
Luego, la carrera de investigación es bien chata y está diseñada para mediocres, ya que tiene pocos desafíos: la presentación de publicaciones periódicas, en revistas especializadas, internacionales, de alto impacto y revisadas por evaluadores exigentes, que a veces son aceptadas y otras no; requiere el uso de recursos propios para solventar los gastos que el Estado no cubre (o cuyo financiamiento llega tarde); exige la repetición de los experimentos o de los ensayos que salieron mal, la reformulación de pedidos de subsidios que fueron denegados, largas y burocráticas rendiciones de cuenta por el uso de los fondos públicos (que siempre son escasos), la presentación regular de informes evaluados por comisiones de pares idóneos, e innumerables horas de trabajo no remunerado en el hogar.
Aspectos para mejorar
Por supuesto que el Conicet tiene muchas cosas para mejorar. Un informe del Observatorio Pyme, de 2017, evidencia que sólo el 1% de las pymes industriales argentinas están vinculadas con el Conicet.
Esto significa que en Argentina la articulación entre la investigación y el sector productivo es muy escasa. Y es fundamental que las pymes industriales realicen actividades de innovación y desarrollo para el crecimiento económico del país. Por ejemplo, el apoyo de un organismo científico-tecnológico como el Conicet puede ayudar a cortar camino para que las innovaciones se traduzcan en mejores productos y procesos, en una reducción de costos reales o en el aumento de las exportaciones de bienes no tradicionales.
Ojalá que la historieta de Altuna nos sirva para reflexionar sobre las políticas de ciencia y tecnología en Argentina, porque a pesar de ser un país destacado en la investigación, son escasos los proyectos de desarrollo que llegan al mercado. Este el principal desafío de la política en ciencia y en tecnología hoy, que por supuesto ningún político ve, ni le interesa ver.
Concluyo con orgullo que ser hijo de un investigador de Conicet te enseña a que es fundamental tener pasión por lo que hacés, independientemente del sueldo que recibas o de las malas lenguas que intentan “meter a todos los empleados públicos en la misma bolsa”; te hace una persona perseverante; te clava presión para esforzarte un poco más todos los días, seguir preparándote para ser libre y dedicarte a lo que te gusta; y así, estar formado para las oportunidades que se presenten.
En un país con tantos problemas en materia de educación y de pobreza, ser hijo de un investigador de Conicet sin duda es un privilegio.
* Doctora en Política Pública
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