Los descensos en el fútbol argentino, un tema siempre presente
El tema de los descensos parece que nunca tendrá un punto final en el fútbol argentino al punto que se volvería a tratar en la Asamblea de la AFA del próximo 17 de octubre para decidir su posible anulación y, así, llevar tranquilidad de los clubes comprometidos por esta angustiante situación (a sus dirigentes, jugadores e hinchas). Cabe aclarar que, según el estatuto afista, la Asamblea es el órgano supremo y que, por lo tanto, sus decisiones son inapelables, no están sujetas a veto alguno, a pesar de la súbita fama que han adquirido los vetos en el país, y sólo pueden declararse nulas por “pedido divino”, es decir, por una intervención directa de Dios en relación a alguna disposición.
“Nunca ocurrió hasta el momento pero, si Dios se manifiesta ante el “Chiqui” Tapia como en su momento lo hizo ante Moisés y solicita que se deje sin efecto un mandato emanado de la Asamblea, el estatuto establece que se debe dar marcha atrás por voluntad divina”, explicó un veterano dirigente. “En los años de existencia de la AFA, el Creador no lo hizo por lo que consideramos que está de acuerdo con las decisiones y disposiciones emanadas”, concluyó.
La posibilidad de una nueva eliminación de los descensos fue bien recibida por los clubes que habitualmente se caen de la Primera División y que están nucleados en la Cámara Argentina de Clubes Inestables (CASI), organización que desde hace años brega por la “necesaria seguridad jurídica para afrontar los torneos superiores de AFA”, según enuncia en su carta de fundación. Uno de los más veteranos dirigentes nucleados en CASI asegura que ya tiene sobre sus espaldas cinco descensos y considera que ya sufrió demasiado. “Uno nunca se acostumbra a descender por más que se haya perdido la categoría durante décadas. Cada descenso es una tragedia griega, las cargadas son insoportables y debo permanecer dos meses en la clandestinidad hasta que se aplaca la espuma”, afirma en respuesta a quienes consideran que hay clubes que han perdido tantas veces la categoría que los descensos deberían formar parte de su ADN.
Los dirigentes de los clubes inestables coinciden en que sus vidas son un calvario debido a la incapacidad de sus equipos de mantenerse en las categorías, al punto de que inmediatamente después de celebrar un ascenso comienza la angustia de “jugar pensando que hay un abismo amenazante a tus espaldas con llamas eternas en sus profundidades”. Para estos sufridos y agobiados directivos, la eliminación de los descensos es una reivindicación largamente perseguida que les permitiría a sus equipos y a sus planteles volver a disfrutar de un juego tan hermoso como el fútbol. “Miles de familias de dirigentes, jugadores e hinchas respiraran tranquilos gracias a este logro trascendental de la gestión Tapia”, aseguran, dando por hecho que los descensos serán desde octubre un temido recuerdo del pasado.
“En algún momento, la humanidad evolucionó y se abolió la Inquisición. Ahora llegó el turno a los descensos con lo cual el fútbol argentino se torna sustentable y el mundo se vuelve un lugar más amigable”, pregonan los dirigentes beneficiarios. “Desde octubre, el fútbol argentino tendrá un fantasma menos y una libertad más”, aseguran en relación a un fenómeno paranormal consistente en una terrorífica aparición: el Fantasma del Descenso que se manifiesta como una entidad flotante cubierta por una sábana con una “B” bien visible. Este espectro aterrador sobrevuela las sedes y las tribunas de los clubes amenazados por la pérdida de categoría provocando la estampida de socios y simpatizantes.
Sin embargo, no todos los dirigentes están de acuerdo con la medida antidescensos: “Hay equipos que descendieron tantas veces que en sus estatutos deberían estar establecido no permanecer más de dos temporadas en la primera división, de manera que descender no sería un drama sino una cuestión puramente estatutaria”, señala una fuente que no disimula su fastidio con los equipos inestables y su campaña en contra de los descensos.
Los objetores consideran que lo único que se va a lograr es sedimentar dos equipos por año en la Liga Profesional, ya que los ascensos siguen vigentes, con lo que al cabo de un par de décadas se sumarán 40 equipos a la primera división generando interminables torneos de 70 equipos que pueden tornarse caóticos si la organización se complica. “En 2075 se podría llegar a una populosa Liga de 120 equipos con 60 partidos por fecha, lo que significaría un severo problema para aquellos futboleros que consideran imprescindible para sus vidas ver todos los partidos que se televisan, ya que totalizarían unas 90 horas de fútbol cada fin de semana”, ejemplifican con calculadora en mano los cuestionadores.
Si bien un puñado de clubes ven una luz al final del túnel desde el aciago fondo de la tabla, la cuestión de la suspensión de los descensos no cae del todo bien, sobre todo en aquellos que aspiraban ver a su rival de toda la vida cayendo al infierno tan temido.
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