Llega una reversión de Prometeo y el público elegirá el destino del titán griego: comedia o tragedia
David Picotto y Julieta Daga estrenaron hace dos años La Celestina, tragicomedia de Lita, su versión del clásico de Fernando Rojas. Imparables, luego de que su criatura los llevara por distintos países de Latinoamérica, Estados Unidos y otros destinos de Europa, ahora se meten con el titán griego Prometeo, quien fue condenado por Zeus a que un águila le coma el hígado eternamente, luego de que él le diera a los mortales el fuego, antes sólo capital de los dioses.
Así, reversionan Prometeo encadenado, de Esquilo. Para ello contaron con la colaboración dramatúrgica del experto Guillermo De Santis, especialista en letras clásicas.
Además, intercambian roles: esta vez, Julieta dirige y Picotto vuelve a exponerse frente al público, tras siete años sin actuar y luego de lograr éxitos como director como por ejemplo Las tres hermanas, obra que se pudo disfrutar nuevamente el año pasado a diez años de su estreno, considerada una de las joyas del teatro cordobés.
En los viajes a los que los llevó La Celestina, Picotto le planteó a su colega el deseo de volver a actuar. “Tenía esa necesidad que da miedo, porque estoy cómodo en mi lugar de director y esto es incomodidad pura y hermosa”, explica David en diálogo con La Voz.
Julieta escuchó el planteo y le propuso dirigirlo, pero le pidió que él eligiera la obra. Fue entonces que David seleccionó Prometeo tras encontrar una foto suya haciendo esa pieza a los 18 años, cuando ambos comenzaban a estudiar teatro.
A la carta
Sin embargo, Prometeo no les ofrecía todo lo que buscaban. “La empezamos a leer de nuevo y yo dije: ‘Prometeo está encadenado, ¡no pasa nada! Hay que versionar’. Convocamos a De Santis, hicimos una adaptación del mito y lo montamos dándole un poco más de acción dramática, de tensión. Inventamos un dispositivo escénico que permite que el público decida qué quiere ver. Por eso es Prometeo según qué día”, cuenta Daga sobre la puesta que estrenará este sábado en María Castaña.
Ese dispositivo permite más “desarrollo actoral” para el intérprete que vuelve a las tablas.
“Hace que él tenga más recorrido, que pueda crecer como artista dentro de ese dispositivo. Se ensayaron dos obras y el público va a elegir si quiere ver la versión de comedia o la trágica”, revisa la ahora directora.
“Ahí hay una relación con qué elegimos ver o de qué elegimos reír, o por qué elegimos llorar. Todo eso tiene, quieras o no, una mirada política de nuestras vidas, de la existencia de la humanidad entera, es filosófica en ese sentido”, añade.
Así que, con dos versiones, el trabajo dramatúrgico fue aún más intenso.
“Este trabajo tuvo mucho de ordenar las ideas y elegir qué es lo que queremos decir, con claridad. Porque si algo tiene el teatro clásico es precisión en el decir. Ensayamos también eso: no decir de más, no decir de menos, para no cerrar el sentido y para que se pueda llevar a cabo la transferencia, para no quedarnos en el siglo V antes de Cristo y poder hablar también de lo que nos pasa hoy”, completa Julieta Daga.
Una aventura
¿Cómo fue ese intercambio de roles? “Cada actor o actriz ofrece diferentes cualidades. Para mí, el trabajo de dirección pasa por poder aprovechar lo que ofrece cada uno. Uno dirige el material que tiene entre las manos. Hay que escuchar a quien está en escena y poder ordenar poéticamente los elementos para que se produzca la belleza que todos queremos ver en el escenario”, contesta Daga. “David, particularmente, tiene mucho material para componer un persona y mucho trabajo artístico. Yo tuve que escuchar lo que él quería, liberarme, ofrecerme. Hay cosas que no siempre están dispuestas a ser compartidas, pero sabemos que si las compartimos puede ser un gran salto como artistas. Desde el trabajo que hicimos con David hemos podido armar un personaje y usar todo lo que el actor tiene para que también crezca”, redondea.
“Es un personaje que puede manejar tragedia y comedia, mirar a los ojos al espectador o hablarle desde el Olimpo -concluye-. Es muy rico, con mucha diversidad expresiva y David se puso a disposición con todas sus posibilidades e imposibilidades. Hubo cosas que costaron y con mucho trabajo y voluntad y disposición de este instrumento actor se consiguieron”.
“Es una aventura hermosa, uno se conoce en distintos roles, como directora, amiga, actriz. Siempre un descubrimiento. Cuando deje de serlo, tendremos que dedicarnos a otra cosa”, sostiene.
Por su parte, David añade que Julieta Daga y él tienen diferentes formas de aprendizaje: “Yo soy complicado con todo. Pero ese dudar es una búsqueda… He estado con nervios, ansiedad de querer hacerlo. Por otro lado, al ser ambos directores, me daba cuenta de cosas que ella estaba pensando, podía comprenderla como actor y director”.
“Me pongo en un lugar vulnerable, humano como todos, a disposición. Es verme vulnerable en un lugar en el que ya no tengo poder de señalarlo desde afuera, eso es interesante y ahí aprendo y me encanta, pero a la vez sufro. Es un lugar en el que a ella le toca confiar en mí y a mí en ella, al 100%”, cierra.
Para ver
Prometeo según qué día. Estreno sábado 8 de junio, a las 21. Repite en idéntico horario, todos los sábados de ese mes. En Teatro María Castaña (Tucumán 260, Centro). Entrada General $ 7.000. Reservas por antesala.com.ar o en boleterías del teatro.
Actúa David Piccotto. Diseño escenográfico y de vestuario: Santiago Pérez. Realización escenográfica: Santiago Pérez y Natalia Guendulain. Diseño sonoro: Juan Andrés Ciámpoli. Diseño lumínico: Lilian Mendizabal. Dramaturgia: Guillermo De Santis, David Piccotto y Julieta Daga. Tramoyistas: Manuel Saez y Juliana Anzaldi. Diseño Gráfico: Mariana Costa. Asistente de dirección: Mariela Ceballos. Dirección: Julieta Daga.
Este espectáculo cuenta con el apoyo del Instituto Nacional del Teatro (INT), Municipalidad de Córdoba (TEATRES) y Teatro María Castaña.
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