Leo García, antes de un nuevo show en Córdoba: “Metí mucho la pata y me estoy reconstruyendo”
Este viernes a la noche, la sala Pétalos de Sol (Marcelo T. de Alvear 396) comenzará una serie de shows para celebrar un nuevo aniversario de su apertura. Y lo hará con Leo García, un solista pop que siempre orbitó en torno a la popularidad y que, a juzgar por un reciente comportamiento en redes, se sintió algo desconcertado ante el nuevo rumbo de la música joven.
En sus perfiles, este músico puso en jaque a su prestigio despotricando contra urbanos, popstar recientes y contra colegas a los que siempre sintió insustanciales. Si bien desbordes del tipo suelen celebrarse en nombre de la “diplomacia cero”, lo cierto es que mostraron a un García errático. La sensación se agudizó porque, en tiempo real, García se mostraba diletante en lo artístico. “Ahora decidí quedarme solo, solo, solo. Acá no hay amigos, nada, ¿viste? Me hace bien estar así”, le cuenta a VOS Leo García desde General Rodríguez, provincia de Buenos Aires.
“Me salí de las redes sociales, me puse un community manager”, añade.
“O sea, no uso más Instagram, no uso Twitter, no uso Facebook. ¡Nada! Solamente voy a YouTube, donde tengo un canalito en el que subo cosas, pero es diferente. Porque uno cuando edita puede decir ‘esto me gusta, esto no’. No tiene la impronta que tenían las redes, que hacen tanto daño… A mi imagen, a mi vida personal. Era como el… ¡Era el mal!”, asegura.
“Dejé las redes sociales y, automáticamente, también dejé de tomar alcohol y droga, aunque nunca fui tan pesado en la cuestión. O sea, no me quedaron secuelas de nada. Así que fue una revelación. Al ver todo lo que pasó en el último tiempo, me dije “mejor me quedo un tiempo solo para corregirme”, redondea.
Para Leo García, entonces, resultó un buen ejercicio analizarse y ver qué se puede hacer para conseguir una mejor versión de sí mismo. “Exacto. Tal cual. Eso que dijiste fue lo que pasó”, concede.
García vuelve a Córdoba con Literal como nuevo simple. En él, plantea que no va cambiar ya que llegó hasta acá. Y no lo expresa en el plan prepotente de “no me arrepiento de nada” sino en otro en la onda “todo bien, puedo mirarme a mí mismo, puedo controlar algunas cuestiones que hacen a mi imagen, pero en esencia sigo siendo yo, Leo García, el gran cantautor multipalo que puede conmocionar con un electropop pistero o con una balada acústica espectral”.
Ahora es él quien explica todo con sus palabras: “Lo que estoy haciendo es corregir, seguir adelante. Vivo una vida muy espiritual, me gusta mucho la cábala, más que como religión, como enseñanza. He estado haciendo terapias de limpieza energética, cosa muy necesaria, así que siempre el mensaje es éste”.
–¿Cuál, puntualmente?
–Desde que hice Reírme más, el mensaje siempre fue espiritual, positivo, de superación personal. Más allá de eso, acá lo único que importa es despertarse con ganas de vivir. Nosotros, más o menos, compartimos la edad. Y en este nivel de adultez no pasa lo mismo que pasaba cuando teníamos 16 años. Por entonces quería comerme el mundo y ahora sólo quiero despertarme y ser feliz. Llegar a la cama a la noche diciendo “Bueno, fue un día productivo, hice esta canción o hice los ejercicios que tenía que hacer”.
–¿Y ahí se termina todo?
-No. Por más que suene muy simple, no se tiene que apagar la llama de querer ir por más. Hay gente que se queda en realimentar el muñeco que creó, pero yo entendí que hay que cambiar. El cuidado también viene por ese lado. Si me tengo que subir a un escenario, tengo que seguir elevándome. Y en este punto hay que manejar el engaño al que te empujan las expectativas. Si no las cumpliste, hay que seguir adelante. En esa estoy. Elijo eso antes de estar fumando porro y comiendo hamburguesas todo el día.
–En “Literal” hay una parte rapeada medio latinosa. ¿Es un gesto irónico?
–Te cuento. Tengo una parva de canciones nuevas y hermosas. Temones. ¿Sabés quiénes fueron los que las escucharon y me ayudaron a mejorarlas? Dos genios. Uno se nos fue hace poco, Ricardo Iorio; el otro fue León Cieco. Ellos fueron los filtros de mi nueva música, que iré grabando con Álvaro Villagra la semana que viene. Es un discazo lo que estoy armando y Pop Art está con todas las armas para lanzarlo. La versión de Canción para mi muerte era un anticipo. Y Literal surgió por un laburo que me propusieron de un día para el otro.
Leo García y un reciente hitazo a pedido
Ese laburo, cuenta Leo, fue para Rumis, un programa de streaming. “Querían una cortina ya y que fuera un hitazo con mi impronta –revela–. Entonces tuve que componerla, producirla y grabarla en tiempo récord. Fue en ese contexto que metí ese rapeo, para quedar alineado a la música de hoy, que es todo un producto de la improvisación. Si hubiera tenido tiempo para pensar, quizás no lo hubiese hecho. Es como la nueva Isla del Sol, aunque no sé si tendrá el mismo impacto. Pero bueno, ya está, ya se lanzó, está ahí”.
“El efecto que me genera la música nueva es que la escucho un tanto precaria; bueno, Literal es un tema precario también”, sentencia.
–¿Te sentiste un poco desconcertado en este nuevo orden de la música joven?
–Sí, me sentí desconcertado al comienzo, ¿viste? O sea, la generación Z nos pasó por encima a los que somos de la X. El tema es ese, nuestra generación es la X: de niños, vimos al casete en el walkman; de adolescentes, nos deslumbramos con el CD y, ya en el umbral de la adultez, atestiguamos cómo la industria musical se derrumbó con la piratería. De ahí, pasamos a la web 1, a la web 2. Web 1 fue cuando sólo utilizábamos el e mail… Por entonces, todos los chicos de hoy estaban en las panzas de sus madres. Lo concreto es que me dejé derrumbar por el ego, de ver que no sabía cómo encajar. Y eso le ha pasado a muchísimos colegas.
Leo García dice que, con el advenimiento de las canas y las arrugas, hay que entender que el hip hop tiene denominaciones alternativas y que los de la generación Z deben sosegar su carácter de “bibliotecas andantes”. “También hay que tener en claro que, la lógica de las redes, despierta odios que un tipo de 50 se ponga a compartir sus pareceres. Fijate que la palabra hater pasó a ser un estilo en sí mismo. Así como antes había darks, ahora hay haters. Todos podemos tener un odio terrible. Las redes sociales no han ayudado mucho, porque te exigen ser un caradura, salir para adelante, mostrar una sonrisa. Y para los que no somos así, se puede volver difícil. Y si encima entra a jugar el chupi… Ponerse borracho, con la bronca que sosteníamos por lo que fuera, más los efectos pandemia, todo eso, arruinó motores e hizo descarrilar”, complementa.
–Es valiente tenerlo en claro.
–Nos hemos sentido muy abrumados por grupos de bots o de haters de esta generación Z, que nos decían que éramos unos viejos meados, que no sabíamos una mierda, que no somos famosos ni llenábamos un estadio. Se generó como una realidad, una imagen, en la que el estatus social vale más que una buena canción, que una buena trayectoria, que la emoción misma, que el arte. Eso, a algunos, nos hizo estallar. Bueno, pero “¿Y mi gente dónde va? ¿Qué pasa? ¿Qué hacemos?” En lo personal lo tengo muy claro: soy muy feliz de la edad que tengo y me enorgullezco de pertenecer a la generación que pertenezco, porque hemos sido grandes observadores de cómo pasaron ciertas cosas y hoy, gracias a la salud, podemos contarlo.
–En el clip de la versión de “Canción para mi muerte” besás a la estatua de Alberto Almedo, que está dispuesta en el centro porteño. ¿Vos sos digno de una estatua propia?
–No, siento que todavía me falta mucho. Todavía no hice honor a los honores que me dieron Gustavo Cerati y Litto Nebbia, como productores, y otra gente que ha creído mucho en mí. Metí mucho la pata y me estoy reconstruyendo. Todavía falta un capítulo muy importante en mi vida, que es una consagración. Lo comparto con vos y con toda la gente que lea esta nota, me encanta. Quiero arriesgarme a eso, porque en la vida dicen que no hay que contar las cosas. Pero esto es digno. Yo tengo ya muchos años de tocar, pero creo que me faltan logros todavía. Ha quedado un bache muy grande en el medio. Después de los cuatro discos que hice con EMI, que fueron los más difundidos, nunca pude superarme.
–¿Tanto así?
–Artísticamente, nunca pude superar Mar, por ejemplo. Y también, como músico, haber tocado en Sosa Stereo chupó muchísimo de mi carrera como solista. Y la verdad que sí, entiendo cuando dicen, “pero mira Fulano los premios ganados que tiene”, pero lo concreto es que yo no los tengo. Si hay algo que me impulsa por delante, eso es seguir logrando cosas para luego justificar una existencia. Porque hasta ahora hacer una estatua para mí es mucho. Eso es para Cerati, para León, para Iorio, para Charly García, esos son los próceres. Yo todavía estoy ahí medio como un pollito mojado, tratando de no perder mis sueños.
–Eso dice una de tus canciones más hermosas.
–Sí, es el único tesoro que tengo.
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