Leer y comprender, una asignatura pendiente
Del Estudio Regional Comparativo y Explicativo (pruebas Erce) que midió el nivel de aprendizaje en sistemas educativos de la región resulta que Argentina sigue en retroceso y queda por debajo del promedio de los demás países. Preguntas básicas de Matemática y Ciencias Naturales han sido un escollo, según el informe, para el conjunto de alumnos de tercero y sexto grado testeados. También se observaron dificultades para leer y comprender.
Un estudio anterior del Cippec ya nos advertía que siete de cada 10 alumnos de secundaria habían perdido sus competencias básicas para determinar el contenido de un texto. Del mismo informe, surgía que uno de los factores principales del problema era la pérdida de días de clase como consecuencia de la cuarentena o, directamente, de la deserción, que es muy alta en una porción mayoritaria de esta franja social en proceso de formación.
Aun reconociendo la importancia indiscutible de la presencialidad en la educación, es conveniente subrayar que no basta pensar sólo en la premisa “estar en la escuela” si no se complementa con el estudio y la reflexión sobre el “para qué estar en la escuela”; es decir, sobre los objetivos de aprendizaje. Y en el caso particular del objetivo de enseñar a leer e interpretar textos, surgen aspectos muy interesantes para el análisis.
Uno de los factores del problema es, sin dudas, la enorme cantidad de datos en que niños y jóvenes están inmersos, material que proviene de fuentes variadas (y con frecuencia, dudosas) y convergen especialmente en los teléfonos inteligentes.
El índice de lectura con estos dispositivos es muy alto, pero no permite cultivar el hábito de la lectura lógica y secuencial de textos de resolución lenta con la asistencia del maestro, que todavía, y a pesar de las grandes transformaciones tecnológicas y culturales, siguen siendo la base del conocimiento y la formación.
La selección, la apropiación y el análisis crítico de un contenido es un bien preciado que sólo puede obtener el trabajo sinérgico de maestros y alumnos. Allí no hay aplicaciones digitales, objetos animados o relaciones lineales con el conocimiento. Es una impronta regida por el método del diálogo en el aula y la confrontación de las ideas. Un verdadero motor de la dinámica de la enseñanza, de la reunión en el aula entre educadores y estudiantes.
Mientras tanto, desde otros ámbitos institucionales y con acciones puntuales, es posible acompañar y apuntalar los objetivos formales de la escuela de enseñar a leer y comprender textos. Por ejemplo, en el marco de la regulación de las señales de televisión como soporte de los planes educativos, todos los programas podrían emitirse con subtitulado, para promover el hábito de la lectura en los momentos recreativos o espacios “en blanco” de niños y jóvenes.
Los sistemas educativos, con sus diferencias, buscan materializar sus procesos poniendo el foco especialmente en el presupuesto y en garantizar una cantidad mínima de clases. Sin embargo, la discusión sobre el valor que representa la tarea del docente en articulación con sus alumnos no es un tema que encaje exclusivamente en las incumbencias comunes de la política o los sindicatos. Frente a diagnósticos tan alarmantes como el de la prueba Erce y el Cippec, la palabra de los educadores y expertos en el tema, siempre con el acompañamiento del Estado, se torna imprescindible.
* Director de la Facultad de Ciencias de la Salud (Uade)
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