Las múltiples ausencias detrás del maltrato infantil
El maltrato infantil vuelve a ser tema de discusión cada vez que hay un hecho grave que trasciende a la sociedad por los medios de comunicación. Sucedió así con el caso de Lucio Dupuy, el niño que fue asesinado a golpes en La Pampa y con la historia del chico que encontraron abandonado en barrio Patricios Oeste de la ciudad de Córdoba, entre otros.
Ante cada caso, la conmoción se apodera por un breve tiempo en la sociedad que también busca señalar a el o la culpable de algo tan aberrante como maltratar a un niño que no tiene herramientas para defenderse. Pero… ¿hay un solo culpable?
Un niño o una niña maltratada es la consecuencia de muchas miradas que no supieron ver o que por distintas circunstancias decidieron no ver lo que le sucedía. Quienes trabajan en niñez señalan que nunca es responsabilidad de una sola persona sino de situaciones complejas que entrecruzan violencias familiares, ausencia del Estado y en muchos casos también el consumo problemático de sustancias.
La pandemia de coronavirus hizo que se detectaran menos casos y también que aumente la violencia. Especialistas sostienen que faltan mecanismos claros, protocolos de intervención más aceitados y una campaña masiva para la prevención. Aclaran también que el maltrato es transversal a todas las clases sociales y que incluso, está más invisibilizado en la clase alta.
Las cifras, la punta del iceberg
En lo que va de 2021 se tomaron 518 medidas de excepción por la detección de una vulneración grave en los derechos de niños desde la Secretaría de Niñez Adolescencia y Familia de la Provincia de Córdoba.
Esto significa que fueron apartados de sus familias o centros de vida por unos meses hasta que se decida si el apartamiento es definitivo o vuelve con esa familia. El 51 por ciento de esas intervenciones fueron en Córdoba Capital y el 49 por ciento en localidades del interior provincial.
En 2020, fueron 587 y un año antes, en 2019, un total de 979, según informaron a La Voz desde el organismo. Es decir que disminuyeron este tipo de intervenciones con la pandemia. Es válido aclarar que estas cifras sólo muestran una pequeña parte del drama: los casos más graves y en los que se pudo detectar el problema, son algo así como “la punta del iceberg”.
“Es un tema de preocupación constante y en este contexto de pandemia con los centros de salud y escuelas, lo que se percibe es que hubo menos detección de estas situaciones. ¿Quiénes miran a los niños con señales de maltrato?”, señaló Marysel Segovia, abogada especialista en niñez y coordinadora de la ONG Sehas que pertenece al Colectivo de Derechos de Infancia y Adolescencia
Para la especialista, el maltrato está en todas las clases sociales, “sólo que en sectores más vulnerados se suman las problemáticas de las familias donde el Estado no estuvo a la altura: en la pobreza, en las adicciones, en la falta de trabajo”, aclaró. “Ese clima social y familiar tan difícil repercutió en los niños y en sus vínculo”, sumó Segovia.
En ese sentido, Alicia Zamarbide, coordinadora del Programa de Maltrato Infantil del Hospital de Niños, remarcó que atrás de cada caso de maltrato no hay solo una persona sino que se debe hablar de » familias donde la puesta de límites y los modos de crianza están caracterizados por modos violentos y agresivos y está naturalizada la violencia hacia los niños”.
“Los niños no cumplen con la expectativa de los padres, por la edad evolutiva u otras cuestiones y también hay un predominio de antecedentes de violencia de género en algunos casos, de violencia intrafamiliar. El consumo de sustancias está presente en la gran mayoría de las circunstancias. Nunca se puede poner como causante sólo a una de estas variantes, sino que es el cruce de esas variables lo que genera estos modelos de crianza”, explicó.
No hay claridad en la intervención
“Es un tema de preocupación porque los casos se multiplican y no hay claridad en la intervención inmediata ante una sospecha de malos tratos o violencia. Tenés instituciones donde vas por abuso en la infancia como asistencia a la víctima o la unidad judicial de delitos de la integridad sexual que está en el Polo de la Mujer (de abuso específico), pero ahora cuando hay maltrato y violencia, las respuestas no están claras sobre quién interviene. Se tiran la pelota de una institución a otra”, dijo Segovia.
En ese sentido, Zamarbide, explicó: “Muchas de las situaciones de los niños que atendemos en el hospital ya han sido intervenidas anteriormente. Entonces a la violencia propiamente dicha se le suma la violencia institucional que agrava la situación”. Y luego ejemplificó: “Imaginate un niño que le cuenta algo a una profesional y le dice: “no se lo digas a mi mamá” y después de la intervención vuelven a dejarlo con los agresores. Imaginate la psiquis de ese niño que le confió a un adulto lo que le pasaba y lo dejó igual”.
El seguimiento es clave
A su vez Zamarbide dijo que desde el hospital crearon un protocolo de intervención para pediatras y todo el personal en caso de detección de un maltrato o abuso y remarcó la importancia de que luego de la detección la intervención se haga por profesionales especializados en la temática, dada su complejidad.
“Los niños necesitan seguimiento porque no es algo se resuelva con el mero diálogo en consultorio con su familia. Desde acá tenemos acuerdos con otras áreas de centros de salud de nivel primario u organismos de su localidad o barrio para que sigan un caso puntual de cerca, pero es todo muy artesanal hecha en base a contactos y buenas relaciones con otros colegas. Sería interesante tener equipos de trabajo comunitario y que se sostengan en el tiempo”, añadió la trabajadora social.
Tanto Segovia como Zamarbide señalaron la necesidad de visibilizar el maltrato infantil y alentar a las instituciones y al contexto de niños y niñas a estar atentos a posibles signos de maltrato. En esos casos es imprescindible que se dé aviso a la línea 102 de Senaf donde también se pueden hacer denuncias anónimas. En caso de que haya algún temor también se puede denunciar en cualquier unidad judicial.
La escucha, otro déficit
Para Marysel Segovia es primordial que se generen espacios de escucha de niños, niñas y adolescentes donde su palabra sea tenida en cuenta y no que un adulto la exprese por él.
En ese sentido, remarcó dos experiencias que se vienen desarrollando en Villa Siburu: un espacio de escucha individual con una profesional (psicóloga o trabajadora social) y un taller de promoción de derechos en Villa Siburu.
“Necesitamos urgente espacios de escucha a los niños, donde puedan generar confianza y hablar de lo que les pasa”, concluyo Segovia.
“Tampoco hay espacios de escucha de los niños, que no es ninguna novedad. Vengo planteando la necesidad de espacios de escuchas reales para esos chicos. Estamos acostumbrados siempre a ser los adultos”, finalizó.
Las violencias más frecuentes contra niños
De las 518 medidas de excepción tomadas por Senaf de enero a fines de octubre el 49% fue calificada como “descuido o trato negligente”, el 21% como maltrato físico, el 11% por abuso sexual, el 9% por ausencia de un adulto responsable y el 8,5% por vulneración a la integridad psíquica o emocional.
Por su parte, desde el equipo de Maltrato del Hospital Infantil indican que los niños que son más vulnerables a la violencia de los adultos son los que tienen entre uno y tres meses de vida donde se detectan diferentes lesiones físicas, zamarreos, y negligencias graves en su cuidado. Después de los tres años y en edad escolar predomina la negligencia en los cuidados y el abuso sexual infantil. Y en adolescentes es más frecuente aún el abuso sexual.
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