Las falsas dicotomías de la política
Hace unos días, el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, expresaba su preocupación acerca de la pérdida de la virtud de la mesura en política y respecto del ataque al que se somete a quien no quiere participar en una lógica binaria de extremismos dogmáticos. “Hoy el coraje está en el centro”, expresó. “Ser extremista es fácil. Lo difícil son los acuerdos”, esos que dan sustentabilidad a un programa de desarrollo.
Este fenómeno al que refiere Lacalle Pou no es algo nuevo, aunque sí podemos decir que hoy se encuentra en pleno apogeo en las dirigencias políticas de algunas democracias capitalistas de Occidente.
La “teoría del tercero excluido” o la “falacia del falso dilema” son conceptualizaciones teóricas que resultan de utilidad para explicar una estrategia de consecución y sostenimiento del poder muy utilizada en los tiempos actuales.
Estas hacen referencia a la idea de que una proposición solo puede ser verdadera o falsa, sin términos medios, sin matices. Se refiere a la maniobra de presentar sólo dos opciones o perspectivas extremas como posibles, excluyendo deliberadamente otras opciones o puntos de vista alternativos.
Se crea así una falsa dicotomía que lleva a las personas a creer que solo hay dos caminos posibles, cuando en realidad pueden existir otras opciones más viables, o más justas, o más sustentables, o quizás más innovadoras y más eficaces.
Las falsas dicotomías y la exclusión de terceras perspectivas son herramientas retóricas comunes en la política de nuestro tiempo. Ejemplos sobran: “Nosotros o ellos”, “zurdo o vendepatria”, “Estado o mercado”, “anarcoliberalismo o comunismo”, “gente de bien o gente de mal”, “patriota o mercenario”, entre tantos otros binomios que hoy nos resulta cotidiano escuchar.
La creación de una narrativa binaria se utiliza para manipular la opinión pública, para limitar la discusión y la crítica, para ocultar la existencia de otras alternativas o de matices, restringiendo libertad de elección, y generalmente en beneficio de un partido político o de un grupo de interés en particular, y no en beneficio del conjunto.
Consecuencias
Lo más grave es creer que este accionar es inocuo para el desarrollo de una nación. Lo grave es no ver el alto costo que pagamos como sociedad por aceptar este juego que solo beneficia a quienes lo juegan. Lo grave es desconocer las consecuencias que, en el corto o largo plazo, esta forma de hacer política puede traer consigo.
Las falsas dicotomías simplifican de manera excesiva problemas que en realidad son extremadamente complejos, ignorando la multiplicidad de factores involucrados, lo que puede llevar a soluciones inadecuadas o incompletas.
Al reducir un problema a solo dos opciones contrapuestas y limitadas, se pierde información valiosa y se ignoran posibles soluciones que pueden ser quizás más efectivas o innovadoras.
Además, nos conduce a la generación de conflictos y a divisiones, ya que las personas se sienten obligadas a defender una de las dos opciones, en lugar de buscar soluciones comunes. Las falsas dicotomías suelen ser el reflejo de la falta de innovación y creatividad en la búsqueda de soluciones nuevas y originales a los problemas complejos.
La encrucijada de los últimos años
El kirchnerismo nos dice que hay que elegir entre ellos o quienes vienen a robarnos la patria y a entregarla a sus amigos del mercado global. Es “defender la patria o venderla”.
Del otro lado, nos dicen que el coraje está en tener el suficiente nivel de violencia y autoritarismo como para destruir cualquier dejo de “zurderío”. O son ellos, los “zurdos empobrecedores”, o somos nosotros, los “salvadores del mundo”.
Algún día, el verdadero “nosotros”, la sociedad argentina en su conjunto, deberá tener el coraje para exigir que quienes conduzcan nuestro país tengan la capacidad que requiere establecer algunos fundamentos económicos, políticos, institucionales, internacionales y sociales básicos y comunes, para que ganemos todos, y no para que ganen únicamente los que juegan este juego perverso.
Es importante ser conscientes de esta realidad y estar dispuestos a cuestionar y a buscar otras perspectivas. Preguntarnos si realmente solo hay dos maneras de hacer algo o si hay más opciones. Tratar de analizar las situaciones desde todos los ángulos. Reconocer que los problemas complejos no pueden ser reducidos a simples dicotomías. Y descubrir que, a menudo, las respuestas no pueden encasillarse simplemente en un “a favor o en contra”.
No es cobardía. No es ingenuidad. No es tibieza. Es simplemente pensar más allá del efímero corto plazo. Porque en democracia ningún gobierno se queda para siempre. Entonces, hay que entender que el todo es superior a la parte y que la unidad prevalece sobre el conflicto.
* Licenciada en Administración
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