Las ambiciones de Massa, ¿y un gabinete de transición?
Utilizar los 4.334 millones de dólares que envió el FMI para expandir el gasto público. Esa es la medida más importante que tomó el Gobierno para tratar de revertir la paliza electoral del domingo pasado, y quedó oculta por los cambios en el gabinete nacional, anunciados el viernes a la noche luego de dos días de febriles negociaciones entre el presidente Alberto Fernández y su vicepresidenta Cristina Fernández –a través de intermediarios, porque ellos no volvieron a hablar.
Además de cumplir con los pedidos que hizo la vicepresidenta en su explosiva carta pública del jueves pasado (designar al tucumano Juan Manzur como jefe de Gabinete, y echar al vocero Juan Pablo Biondi, entre otros temas), el Presidente firmó un DNU para pasar a gastos corrientes el desembolso que llegó desde el FMI.
Más allá del jeroglífico técnico para disponer de los “derechos especiales de giro” del organismo multilateral, lo concreto es que el Gobierno tendrá vía libre para “inyectar en la calle” –y en campaña– más de 420 mil millones de pesos.
En su extensa carta, la influyente vicepresidenta apuntó a la situación económica por el revés electoral del oficialismo.
Llamativamente, Cristina Fernández aclaró que no había pedido la cabeza del ministro de Economía, Martín Guzmán. Pero no ocultó su presión para que el ministro abra la caja para aumentar el gasto público. El decreto presidencial avaló esa exigencia de la vicepresidenta.
Volviendo a los cambios de ministros, la gran pregunta que atraviesa al oficialismo es si no se trata de un gabinete de transición. Más precisamente hasta fin de año, luego de las elecciones legislativas.
Es el interrogante que no tuvo respuesta, y que seguramente influyó para que gobernadores como el sanjuanino Sergio Uñac y el chaqueño Jorge Capitanich declinaran –amablemente– sumarse al Poder Ejecutivo.
Esquema postergado
Nadie lo admitirá ahora, cuando el Presidente intenta relanzar su gestión con el apoyo de los gobernadores peronistas, con excepción del cordobés Juan Schiaretti, pero hay otro esquema del que se habla en el Frente de Todos.
En los pasillos del Congreso nacional se comenta con insistencia –y lo saben hasta los opositores– que Sergio Massa aspira en algún momento a ser una especie de “súperministro” que conduzca una eventual fusión de economía y producción.
El proyecto tendría el aval de Máximo Kirchner. Quedó postergado en esta renovación de caras que impuso la derrota en las Paso, pero no está descartado para el futuro.
Massa cree que su etapa en el Congreso está terminada. Su idea es ir al Ejecutivo, pero descarta la Jefatura de Gabinete que ya ocupó durante el primer mandato de Cristina Fernández.
El fundador del Frente Renovador no es economista, pero sus íntimos dicen que tiene un equipo “confiable” para asumir la conducción de la economía. Su gran preocupación es el sector productivo. De allí su inquietud por manejar el área de producción que hoy conduce el albertista Matías Kulfas, ministro de Desarrollo Productivo.
Massa es ambicioso y sabe que como presidente de la Cámara de Diputados no tiene chances de crecer. Logró una estrecha relación con Máximo Kirchner y en su entorno aseguran que su visión sobre la marcha del Gobierno está más cerca de la mirada crítica de Cristina Fernández que de la complaciente de Alberto Fernández.
Todo dependerá del resultado de la legislativas de noviembre y de la marcha de la economía. Martín Guzmán sabe que en los próximos meses se juega su cargo. Debe “tranquilizar” la economía como prometió en Córdoba cuando disertó hace 15 días, y acordar con el FMI. Si tiene éxito, ganará tiempo en el indomable Palacio de Hacienda. Mientras tanto, Massa espera y habla con economistas.
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