La Voz del Interior @lavozcomar: La verdadera aplanadora del rock: así fue el show de Red Hot Chili Pepper en Argentina

La verdadera aplanadora del rock: así fue el show de Red Hot Chili Pepper en Argentina

Con la energía bien arriba y un entendimiento sincrónico y pícaro entre Flea y John Frusciante, los Red Hot Chili Pepper hicieron estallar el Monumental el viernes por la noche en lo que fue el primero de dos shows a estadio lleno con entradas agotadas.

Pocos minutos después de las 21 se subieron al escenario (Flea entró haciendo la vertical) para zapar un poco y largar luego con la imprescindible Can’t Stop (By the Way) que desató un pogo masivo al interior del campo.

El vestuario extravagante de cada uno de ellos combinaba alguna prenda azul o celeste (¿guiño para Argentina?) y tenía las señas típicas de sus personalidades como las polleras de Flea y las transparencias de Anthony Kiedis y el mameluco de Chad Smith.

Flea y John Frusciante (Gentileza Facu Suárez).

La lista siguió con un The Zephyr Song y la guitarra juguetona de Frusciante se lució ante los miles de espectadores que agitaban desde el campo y las tribunas. Se lo notaba distante como siempre pero muy entregado a su labor y por momentos demostraba estar muy feliz con su presente (presente que lo llevó a abandonar y regresar a la banda varias veces en más de 30 años).

Los temas que siguieron fueron Dani California, Aquatic Mouth Dance y Throw Away your Television y el público terminó de acomodarse al show que entre tema y tema ofrecía alguna magistral jam sessión entre sus músicos. Generalmente la iniciaba Flea y la seguía Frusciante o la iniciaba la guitarra y le seguía la batería entrenadísima y ajustada de Smith.

Llegó el turno del último disco (el del regreso de la banda a su formación original) con el tema Eddie y los desibeles bajaron un poco para dar descanso al fulgor y preparar el terreno para la hermosa pieza de los primeros años 90s llamada Soul to Squeeze. La magia, aquella de la banda de amigos que se juntaba a matar el tiempo y sus soledades, volvió a estar allí, sobre el escenario con esos acordes.

Pero no hubo mucho descanso, porque llegó Parallel Universe (del hitazo que fue el disco Californication) y volvió el pogo a River. La energía bajó de golpe para darle protagonismo al cover que canta y toca casi solo John Frusciante del tema Terrapin del fallecido Syd Barrett.

Todas las miradas puestas otra vez sobre el guitarrista, un sobreviviente de la vida y de la banda que se expone en cuerpo y alma cada vez que sube a un escenario.

Flea con su bajo (Gentileza Facu Suárez).

Para esta altura Flea ya había pronunciado algunas frases graciosas, había pedido “mucho amor” en español y como siempre su bajo pedía a gritos (con un sticker en inglés) “Apoya a tu freak local”.

Las pantallas y el efecto diferencial de cada tema hicieron bien su trabajo porque combinaban psicodelia, tecnología y generaban intimismo cuando era necesario.

El tramo final del show arrancó con la introducción del tema de The Clash London Calling y siguió con The Heavy Wing y la explosiva Suck My Kiss para dar lugar a la canción más coreada y filmada por el público: Californication, la misma que le dio nombre a uno de los discos más recordados de la banda, que cerró además una etapa del rock de los 90.

Sobre el cierre sonó Black Summer (del último disco Unlimited Love) y By the Way. Aquí el público terminó de explotar y la banda salió a tomar un descanso para volver con agradecimientos y hacer un cierre magistral con dos temas del disco Blood Sugar Sex Magik: I Could Have Lied y Give It Away.

Anthony Kiedis y Chad Smith (Prensa Red Hot Chili Peppers).

La primera se rumorea que fue una canción escrita tras un breve romance de Kiedis y la fallecida Sinéad O’Connor. El estadio escuchó atento esa balada triste mientras empezaba a correr una brisa en River y el segundo tema, terminó por acabar con la energía que había en el público que cantó y saltó con ese coro inolvidable: Give it away, give it away, give it away, now.

En suma el show de los Red Hot, que varía de lugar en lugar porque la banda alterna temas para no aburrirse (¡y vaya si tiene canciones para rotar!) fue una oda los años 90, a la amistad atravesada por el rock y el público agradeció esa lista repleta de hits viejos y desprejuiciados, aún sabiendo que venían con un disco nuevo para mostrar.

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