La (re)configuración de la noche cordobesa: ¿a dónde quiere salir la juventud?
La pandemia modificó muchos aspectos de la vida de las y los cordobeses, e incluso obligó a una reestructuración y una reorganización del entretenimiento nocturno. Si bien los espacios de celebración en la ciudad volvieron a la normalidad, el público cambió a pasos agigantados.
En este contexto, bares, boliches, bares que luego se habilitan para bailar, fiestas temáticas y previas en casas se reconfiguraron para captar a aquellas generaciones que, durante más de dos años, cambiaron sus hábitos nocturnos y tomaron otras decisiones a la hora de elegir a dónde salir.
En diálogo con La Voz, los organizadores de algunos de estos espacios de celebración reconocen que cuando reabrieron sus puertas una masa de gente se agolpaba en el ingreso para entrar. A medida que la situación se fue acomodando, surgieron otras opciones, se diversificaron las salidas y los clásicos sitios bailables registraron una disminución y posterior normalización del público que los frecuentaba.
Por otro lado, si bien estaban prohibidas, el incremento de las fiestas clandestinas acaparó gran parte de una generación que hoy prefiere transitar espacios más caseros antes que salir a bares, a boliches o a fiestas de todo tipo.
A eso se le suma el estallido de las fiestas temáticas, como La Bresh, y el complejo contexto económico que hace que algunos se midan más a la hora de gastar.
Boliches: de la explosión social a captar público de nuevo
“Al principio, todo el mundo quería y necesitaba salir, pero a finales del año pasado se fue acomodando a una nueva normalidad”, relata Lisandro Pacheco, uno de los socios del multiespacio Cruz, ubicado en la zona del Chateau. Para algunos boliches de Córdoba, su regreso después de la pandemia fue escalonado y pasaron por diferentes estadios, hasta llegar a la normalización de su actividad.
“Nos fuimos adaptando. Primero, eran grupos muy reducidos; después, vinieron las burbujas; luego aumentamos el aforo, y cuando se volvió completamente a la disco, hubo como una estampida de ganas de salir a bailar. La gente quería hacer todo junto. Había mucha euforia por salir”, comenta Sebastián Srur, uno de tres socios de La Barra Boliche.
Ambos espacios llevan años transitando la noche cordobesa y coinciden en que este pico de asistentes que se registró luego de la pandemia fue disminuyendo por varios motivos. “Después abrieron muchísimos bares y boliches, entonces la gente empezó a mermar con relación a esa primera explosión. Eran muchos visitantes, hasta que después quedaron los clientes más fieles que frecuentan los fines de semana”, explica Sebastián.
“Yo creo que esas ganas de salir ya se satisficieron. A su vez, creo que la cuestión económica también va marcando el ritmo de salida de la gente. Hoy por hoy, está más que claro que la gente elige bien dónde y cómo gastar. Por otro lado, el público se fue volcando a los eventos masivos. Por ejemplo, la electrónica convoca a muchísima gente; y por decirte, las bandas de música que antes convocaban 1.500 personas hoy hacen dos fechas seguidas”, añade Lisandro.
En la actualidad, Pacheco reconoce que el (popularmente llamado) boliche Cruz sigue estable, a pesar del costo que tuvieron que afrontar con el recambio del público. “Hubo una generación que mutó a realizar otro tipo de actividades y otra nueva que se acostumbró a las previas y a las clandestinas. Cruz presenta una salida más formal, tiene un restaurante, no es sólo una propuesta para bailar”, explica el empresario, a la vez que indica que están trabajando para captar a esa generación +18 con propuestas adaptadas a sus necesidades y para seguir reforzando los +25 que son asiduos del lugar.
Por su parte, La Barra Boliche continúa apostando por los adolescentes que finalizan su paso por el secundario y se abren con más fervor al mundo joven y adulto. “Todo el mundo pasó alguna vez por La Barra Boliche”, asegura Sebastián, aunque también indica que, como propuesta, el boliche tiene una cierta competencia con las fiestas temáticas que se abren paso en la ciudad.
“Cuando hay fiestas que implican un movimiento grande de jóvenes, se nota una baja en los lugares, porque la gente prefiere ir allá. Suele ser una competencia indirecta en materia de temáticas. También se siguen haciendo eventos (regulados o no) en casas de familia, bares y predios abiertos. En nuestro caso, tenemos infraestructuras monstruosas con abultados aranceles que pagar. Así que imaginate un evento que no abona nada prácticamente al aire libre”, advierte el entrevistado.
Bares y bar/boliches: ¿readaptación o versus?
La crisis que vivió la gente de la noche y el espectáculo durante la pandemia fue desastrosa. Muchos espacios gastronómicos, como los bares, tuvieron que cerrar sus puertas; y otros, readaptar sus propuestas. En este contexto surgieron con mayor fuerza los bares que, después de las 0 horas, se hacen boliches.
“La pandemia golpeó a los boliches de fin de semana. Muchos desaparecieron y pocos quedaron con ese concepto de discoteca pura. Por otro lado, crecieron estos nuevos restobares que ofrecen tanto comida como música y baile. Es una especie de readaptación del mercado en un contexto de crisis”, explica Nelson Rezzónico, socio de Ganesha, uno de los restó de Córdoba que está habilitado por la Municipalidad para transformarse en boliche.
Rezzónico advierte que, en un futuro no muy lejano, este formato necesitará mayor regulación frente a las necesidades de los consumidores, a raíz de la alta demanda que está teniendo.
No obstante, para Sebastián Gullo (dueño de cinco bares en Güemes), “los bares y los boliches son dos cosas abismalmente distintas”. “El bar es el espacio social por excelencia, el que tiene todos los condimentos para que salgas y estés en un lugar que te cobija y que te alimenta el cuerpo y el alma. El boliche es otra institución. Es un lugar a donde vas a bailar, a seducir. Los objetivos son abismalmente distintos. No son comparables. Quizás complementarios, pero totalmente opuestos”, reconoce.
Fiestas: masivas, inclusivas y para todos los gustos
Los entrevistados identifican una marcada traslación social de bares/boliches a fiestas temáticas, y muchos consideran que es una moda que sedujo a la juventud. Sin embargo, Pablo Olmedo, uno de los tres productores de la fiesta Limbo, advierte que estos formatos no son novedosos.
“Las fiestas existían por lo menos hace 12 o 13 años (Undertones, la Bully Bass, entre otras). Había fiestas además de los boliches y actualmente son opciones distintas a lo tradicional”, asegura.
La Limbo Pop tiene más de seis años de trayectoria. Fue creada por el productor y DJ Rodrigo Ulloa. Originalmente se pensó como una fiesta electrónica, pero luego mutó hacia el pop, y hoy se caracteriza por su increíble despliegue y puesta en escena. El público de la Limbo está mayormente conformado por la comunidad LGBTIQ+, pero nunca fue exclusivo o cerrado para ella.
“La pandemia fue como un efecto tsunami. Durante el encierro, el agua se retiró y lo sufrimos muchísimo, pero la pospandemia fue la primavera de todas las fiestas que se estaban haciendo. Estas crecieron a partir de la necesidad de la gente de salir a bailar, luego de dos años de estar encerrados”, comenta Pablo.
Cuando la marea bajó, muchos productores eligieron reunirse virtualmente y planearon la asunción de formatos renovados. “Katana nace en la pandemia cuando estábamos aislados, un buen momento para desarrollar ideas que fueron creciendo sobre la base del estudio de las tendencias. Tuvimos hambre por generar algo novedoso, distinto y que se destacara por su diseño gráfico, artes visuales, moda, música y danza”, cuentan orgullosas Laura y Victoria Horne, dos de las productoras de esta fiesta.
“La experiencia de las fiestas es mucho más rica en comparación con un boliche. Hoy la creatividad, la estética y la tendencia seducen más a los jóvenes, en relación con un cubo negro sin desarrollo. Hay cada vez más fiestas. Eso indica que al final el público decide lo que quiere. Si continuamos así, es probable que, en un futuro no muy lejano, la vida nocturna sea un catálogo de fiestas diseñadas y formuladas para cada nicho musical y artístico”, agregan.
Otra de las fiestas cordobesas que resurgió en este contexto de auge y de despliegue artístico es Club Reggaetón. El productor Franco Srur cuenta que hace cuatro años vienen gestando este evento donde sólo tiene lugar este género. “El pacto con el público es muy simple, y lo simple es fuerte”, afirma.
Según él, “el afloramiento de las fiestas” está acompañado de “la tendencia mundial de la especificidad”. “Los productos que se ofrecen ahora son los que se amoldan a las preferencias de quienes consumen. Hoy existen fiestas para todos los gustos. Todas las opciones conviven y se retroalimentan”, ratifica.
La palabra de los jóvenes
Los productores de eventos reconocen que “el mundo cambió”, y eso también tuvo que ver con el gran crecimiento de eventos masivos con un alto nivel de producción (los recitales de Coldplay, fiestas electrónicas como Afterlife, etcétera).
“En general, cuando la gente ve una propuesta que le gusta, intenta ir. Es imposible no ver la crisis económica que afecta al país y a nuestra industria, pero creo que si la propuesta es realmente superadora y convence al cliente, este hace un esfuerzo por ir”, afirma Rezzónico, quien –además de ser socio de Ganesha– realiza fiestas electrónicas con DJ internacionales.
“La gente se mide a la hora de gastar, más que nada en las bebidas. Volvió la previa, la gente está saliendo más tarde, pero hay casos y casos. Tenés a un pibe que quizás va y se gasta 10 lucas y otros que se juntan para hacer previa, van a la fiesta, se toman dos cervezas allá y se divierten igual”, agrega Pablo Olmedo, de la Limbo.
En diálogo con jóvenes cordobeses, reconocen que, en mayor o menor medida, su forma de salir ha cambiado abruptamente después de la pandemia. Hoy en día son más conscientes de los lugares que eligen y en su mayoría priorizan pasarla bien en un ambiente cálido y amable. Además, en sus respuestas se identifica una gran diversidad de opciones y planes para la noche.
“Como primera opción, elijo ‘jodas’ en departamentos; segundo, los bares; y muy de vez en cuando, alguna fiesta tipo Bresh, San Junípero o eventos especiales tipo aniversarios. Antes frecuentaba más boliches, pero hoy realmente me cansé de que me empujen en un boliche y no aguanto hasta las cinco de la madrugada. Hoy priorizo la comodidad”, cuenta Carla, de 28 años.
“Estoy más caravana que antes de la pandemia, pero no voy a lugares en donde estás enlatado como una sardina. Elijo fiestas que se realizan generalmente en casas particulares. En la inmensa mayoría de los casos, comenzamos juntándonos a cenar; son menos las veces que escogemos algún bar y nulas las veces en las que salgo a un boliche. Priorizo la comodidad y la amabilidad general del lugar”, cuenta Vicente, también de 28.
“Mayormente suelo ir a bares de Güemes, pero también a boliches donde se hacen fiestas como Club Reggaetón, Katana o la Bresh. Antes de la pandemia, iba mucho a las fiestas que se hacían en las casas de amigos, pero eso no está más. Se dejaron de hacer después de la pandemia, y sí o sí te tocaba ir a un boliche. Ahora que voy a las fiestas sé que voy a encontrar un lindo ambiente, todo tipo de música, y que no voy a tener problemas para entrar al lugar, porque a veces pasa que vas con tu grupo de amigos y hasta el último estás preocupada porque el guardia no te deja pasar. Eso influye mucho”, expresa Tatiana, de 18 años.
“Habitualmente, prefiero ir a un boliche como plan de noche, pero la opción de ir a un bar siempre está presente. Antes iba a ciertos boliches del Chateau, pero pospandemia dejé de ir ahí porque la gente de mi edad dejó de ir (iban chicos más chicos). Sentía también que el espacio era poco para la cantidad de personas que asistían. El dinero no es una limitante para elegir un lugar por otro. A la hora de armar un plan, priorizo pasarla bien”, asegura, por último, Rocío, de 25 años.
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