La prudencia necesaria
No se trata de asumir el rol de aguafiestas. Y mucho menos tras dos años que para la mayoría fueron duros, y horribles para no pocos. El verano que ya estamos transitando no es uno más, sino el de la recuperación de la industria turística tanto como del justo respiro para quienes no lo han tenido nada fácil y merecen una tregua.
Pero nadie debería olvidar que lo peor aún no pasó y nos esperan momentos difíciles que obligan a una cuota extra de prudencia, sobre todo en este momento en que la variante Ómicron del Covid-19 es una realidad creciente en la provincia de Córdoba. Es una precaución difícil de asumir cuando cuerpo y mente piden otra cosa, pero es necesaria.
Como de costumbre, otros vieron la película antes que nosotros y ya nos contaron el final, así que nadie debería alegar ignorancia: el último verano europeo vale para explicar lo que ocurre cuando se baja la guardia en la ilusión de que ya no hay motivos para preocuparse.
Países altamente vacunados vuelven en estos días a implementar restricciones que se creían cosa del pasado. Y están los que ya aplican una cuarta dosis. Sobre este último punto deberíamos reflexionar, dada la lentitud con la que se está aplicando la tercera entre nosotros y la expansión del virus en un lapso muy breve, con un crecimiento exponencial de contagios, mientras se afianza el peligroso movimiento de los antivacunas, combinado con la desidia de algunos y la falta de información de otros.
Volviendo al comienzo, deberíamos reparar en la seria preocupación que implica la sucesión de espectáculos, festivales y recitales previstos para los próximos meses, las discotecas colmadas y las fiestas de fin de año. Demasiado como para suponer que el pase sanitario recientemente implementado vaya a acotar el peligro. Para ejemplo, baste citar que en pleno Centro de Córdoba se realizó en estos días un recital al que concurrieron cinco mil personas, algo incomprensible por mucho que se alegue el cumplimiento de protocolos diversos.
Ya no hay ánimo social para nuevos cierres ni cuarentenas, lo que debería mover a todos a reflexión: están las responsabilidades individuales seriamente afectadas por el alto nivel de incumplimiento de toda medida precautoria que hoy se aprecia alrededor, tanto como la de quienes deberían ser parte interesada y corresponsable para evitar todo desborde en el marco de la búsqueda de una rentabilidad instantánea.
Al mismo tiempo, debería prestarse especial atención al relajamiento del aparato sanitario, evidenciado hoy en la lentitud de la vacunación y en la escasez de testeos en el marco de una alta demanda, que se manifiesta en largas colas en los centros de atención. Todo parece indicar que se impone una reformulación de la política sanitaria antes de que el agua nos llegue al cuello y sólo nos quede espacio para lamentarlo.
Es mucho lo que se ha perdido por el camino en materia de vidas y de bienes como para rifar las expectativas de mejoras en un verano.
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