La Voz del Interior @lavozcomar: La polvareda

La polvareda

Hace unos días se estrenó El Reino por Netflix. La serie argentina tuvo gran difusión y espera, porque prometía entretener, atrapar y expandir la potencia de las series de Argentina.

Es que el guion estaba en manos en una de las más sobresalientes escritoras de ficción del país, Claudia Piñeiro, junto con Marcelo Piñeyro, director de cine y también guionista de larga trayectoria. Ambos creadores son artistas reconocidos a nivel internacional por captar prácticas, hechos y cosmovisiones de mundo para hacerlos jugar en el ejercicio de crear nuevas historias.

A una semana del estreno, El Reino se transformó en lo más visto en el país en la plataforma. Pero los festejos para los creadores, actores, técnicos y la diversidad de profesionales que trabajan en el mundo audiovisual fueron interrumpidos por una carta pública que difundió la Alianza Cristiana de las Iglesias Evangélicas.

En su pronunciamiento, acusan a una (sólo una) de las creadoras de la serie de tener una batalla contra la cultura de esa religión. Además, identifican la causa de todo mal: la militancia feminista de Claudia Piñeiro. Léase: el feminismo, las feministas.

Sorprende, en primer lugar, cómo se pasa por alto que la carta sólo apunta a una mujer y no se menciona en ninguna línea a quienes produjeron la serie, a quienes dirigieron la serie y a quien, como Piñeyro, es también guionista de la serie. Desde el vamos, existe una misoginia incapaz de pasar inadvertida por quienes habitamos este siglo –si es que ya hemos salido de las cavernas para ser más conscientes de las desigualdades de género.

En segundo lugar, asombra –más allá de los apoyos manifestados a la autora por un arco importante de artistas, de periodistas y de referentes del mundo político y cultural del país– el escaso ejercicio de consumo y disfrute que existe en torno del arte y del sentido del trabajo de un artista.

Claudia Piñeiro irrumpió en la escena literaria con La viuda de los jueves en 2007. La ficción estaba situada en los barrios cerrados y hacía foco en una clase adinerada que colapsaba con la crisis de 2001.

En su momento, recuerdo haber escuchado a Claudia en una entrevista radial. Quien la entrevistaba insistía en pedirle un análisis de los countries y de la clase media argentina. Ella respondía de manera muy concisa. Decía que no era socióloga, que ella podía hablar de la ficción, no como voz autorizada sobre los procesos sociales y políticos por los que atravesaba el país. Ella podía hablar de cómo había construido una trama, un personaje, de cómo había trabajado los diálogos, la voz, entre otros puntos.

Es curioso tener que explicitar en estos tiempos que el mundo de la creación sí guarda vínculo con lo real, porque esto lo inspira, lo tracciona, pero no es vinculante per se. Y esa es la gracia para quienes escribimos. Pero es peligroso, también, que se siga poniendo en discusión sobre qué se debe filmar, a qué se debe dar voz o no.

El mundo artístico es demasiado amorfo y complejo para querer pedirle explicaciones; si no, los artistas serían contadores o abogados. Puede gustar o no, molestar o no, y en eso radica su gracia y su éxito. Si pasara inadvertido, sería un verdadero fracaso de ficción. ¿O no?

* Escritora y periodista

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