La Legislatura de Córdoba arrancó con una paridad “34 a 34″ que abre varias incógnitas
Una legisladora oficialista y un legislador opositor coincidieron en contar una experiencia personal de mucha intimidad que revela el escenario de la nueva Legislatura de Córdoba. El miércoles, en una sesión de seis horas exactas, se tuvieron que acomodar varias veces incómodos en sus bancas porque estaban al límite de aguantarse las ganas de orinar.
Si no cambia el escenario de la Unicameral, en buena parte de las sesiones no habrá posibilidades de levantarse de las bancas ni para ir al baño. Todo está tan parejo y tenso, que en cualquier momento de vota cualquier cuestión y todo se define por una o dos voluntades sobre 70.
De hecho, en la primera sesión de la actual composición legislativa se dio un hecho inédito en los 22 años que tiene una sola cámara: tuvo que desempatar la presidente del cuerpo. Cinco veces en una sola sesión, claro está que por cuestiones más procedimentales que de fondo.
Hay que remontarse a aquel Senado de la provincia de los primeros seis meses de la gestión de De la Sota, presidido por Carlos Presas, para encontrar antecedentes de ese tipo.
La foto hoy de la Legislatura de 70 miembros es: 34 oficialistas, 34 opositores y dos oscilantes para inclinar la balanza. Es sólo una foto. Puede moverse para cualquier lado y tienen unas cuantas particularidades cada una de esas dos porciones de 34.
Vamos a recortar la foto. El oficialismo de Hacemos Unidos por Córdoba obtuvo 33 bancas en la elección de junio (perdió ajustadamente el tramo por distrito único y se impuso en 13 departamentos de los 26).
Se pasó todos estos meses de armado del nuevo gobierno de Martín Llaryora haciendo ofertas para que pasasen opositores al oficialismo. Sólo logró una. Karina Bruno, del PRO, que fue en la lista de Juntos por el Cambio, se alió al peronismo a través de un bloque unipersonal a cambio de que su jefe político, Darío Capitani, fuese designado al frente de la Agencia Córdoba Turismo.
La principal bancada opositora, Juntos por el Cambio, logró 33 legisladores en la elección provincial. De esos, perdió formalmente sólo a Bruno. Pero no constituyeron una sola bancada sino que se atomizaron en cuatro (dos de la UCR, uno del PRO y otro del Frente Cívico) con un esquema de interbloque que el oficialismo se niega a reconocer. A estos 32 de Juntos por el Cambio (o lo que fue Juntos por el Cambio) se suman dos bloques opositores unipersonales: Rodrigo Agrelo de Encuentro Vecinal Córdoba y Luciana Echevarría del Frente de Izquierda. Una composición heterógenea que corre riesgo de que su oposición no sea efectiva si no unifica estrategia. Por ejemplo, ausencias o abstenciones en votaciones en vez de rechazos.
En el medio
En el medio, inclinando el fiel de la balanza para cualquiera de los dos lados, queda un par legisladores que se podrían considerar en los extremos del escenario nacional: el peronista Federico Alesandri, de origen delasotista y ligado al kirchnerismo, y el libertario Agustín Spaccesi, uno de los primeros en intentar tener la representación de Javier Milei en Córdoba.
En la primera prueba de fuego de la única sesión de esta nueva composición, el pedido opositor para derogar la ley que acotó las funciones del Tribunal de Cuentas, ambos se inclinaron hacia el oficialismo. Pero en el oficialismo nadie se anima a contarlos como propios.
Alesandri, hijo del histórico Carlos Alesandri, ha sido compañero de ruta de la mayoría de los integrantes de la bancada de Hacemos Unidos por Córdoba y ya mandó señales de que está dispuesto a acompañarlos pero sin enrolarse como oficialista y guardarse la libertad de acción para determinadas iniciativas. Los Alesandri ya no gobiernan Embalse, municipio que perdieron a mano de un compañero apoyado por el schiarettismo. Esas cuentas pendientes de pago chico pueden terminar siendo muy grandes.
Spaccesi también les mandó señales al oficialismo peronista de que está dispuesto a acompañar pero no de manera incondicional. De hecho, el miércoles votó con la oposición todas esas mociones en las que tuvo que desempatar Prunotto.
El libertario podría ingresar en una especie de megapaquete de negociación de respaldo de los legisladores nacionales por Córdoba a las leyes de Milei a cambio de su respaldo en la Unicameral. Pero nadie se anima a dar eso como un hecho.
En el oficialismo dicen que ya está cerrada la posibilidad de pases como el de Bruno. Y que van por tratar de convencer en cada proyecto a determinados sectores de la oposición. Siguen diciendo que tienen una lista importante de “convencibles”.
Siempre los oficialismos tienen más recursos para ese tipo de negociaciones.
El desafío para la bancada que conduce Miguel Siciliano, de trato directo con el gobernador Llaryora, es que no haya ningún rebote de las internas del peronismo entre los que se fueron y los que siguen en el poder y que el Ejecutivo les dé un trato jerarquizado a sus legisladores. Porque a diferencia de la composición anterior de dos tercios, cada voto vale oro ahora.
La oposición aún no sabe si le reconocerán el interbloque que tiene designada a Alejandra Ferrero como titular. Para ellos, el reto será lograr unificar tácticas y encontrar liderazgos. Por ahora, celebran que haya mantenido cierta cohesión pese a las derrotas provincial, municipal capitalina y la eclosión nacional del espacio.
Una votación insegura
Para dimensionar la incertidumbre que depara la Legislatura, hecho que el peronismo no conoció en estas dos décadas y medio que gobierna la Provincia, es incierto el futuro de la primera apuesta fuerte parlamentaria de la gestión Llaryora: la nueva ley de Seguridad.
Sucede que apenas ingresó tanto Alessandri como Spaccesi, por cuestiones bastante diferentes, ofrecieron reparos.
De ahí que la negociación esté encaminada hacia algunos integrantes del PRO y en especial de la UCR. En tal sentido, Dante Rossi –que armó su propio bloque enojado con su partido– ya dió algunas señales de que podría acompañar.
Pero antes de que llegue al recinto deberá correr mucha agua bajo los puentes de la negociación, en una Legislatura que tendrá sesiones largas, tensas y con parlamentarios moviéndose incómodos en sus bancas.
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