La historia detrás de la pelea en el bar de una estación de servicio de Santa Fe
Días después de la viralización de un video que mostraba una pelea adentro de un bar de Rafaela, en Santa Fe, se conocieron detalles del hecho que permiten reconstruir la historia y lo que no se ve en el registro que tomó la cámara ubicada en el local.
Distintas personas que presenciaron el hecho contaron a Clarín que la violencia se desató entre dos históricos clientes del local ubicado en Santa Fe y Urquiza, Luis Enrique “Pato” Silvestre y Horacio Garetto.
Ese 31 de mayo pasadas las 19, “Pato” Silvestre tenía en su poder el diario y quienes lo conocen cuentas que usualmente lee algunas páginas, lo deja reposar sobre la mesa para conversar con quienes están en la mesa y luego continúa su lectura “intermitente”.
“Siempre lee dos hojas y charla con alguno de la mesa. Después, lee dos hojas más y charla con otro. Demora el diario un montón de tiempo con el diario”, cuenta un testigo.
Molesto con la situación, el otro protagonista de la historia decidió golpearlo y arrebatarle el diario.
Tras el impacto, el agresor sale del encuadre de la cámara y posteriormente Silveste lo sigue.
Lo que no mostró la cámara
Un testigo del hecho contó a Clarín que tras el golpe a Silvestre, otro cliente que presenció la situación fue contra Garetto y le dio una paliza. Los datos constan en el parte policial.
“En otra mesa, un loco, de la bronca que le dio la situación, se fue contra Garetto y le entró a meter unas piñas, pero tipo costal de arena”, indicó.
“El vago labura en el Banco Macro y entrena karate. Yo dije que debe saber pelear, porque se paró y le metía unas manos de una forma propia de un tipo que tenía entrenamiento. Lo arrinconó contra el sillón a Garetto y le metía unas manos que me dolía a mí de sólo verlo”, detalló.
Pese a la gravedad del golpe y a que en ese momento tenía sus lentes puestos, Silvestre no quiso radicar la denuncia contra su agresor.
Trasfondo
Otro testigo y concurrente habitual del bar contó que Garetto no tiene muchos amigos en el lugar y casi siempre se lo suele ver solo en una mesa, pendiente de los diarios para leer.
Ante la situación, los otros clientes suelen esconderle los diarios.
Tras el hecho, el dueño del bar evalúa comprar más ejemplares para evitar este tipo de cruces.
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