La felicidad permanente
En diciembre de 2022, el fútbol de nuestro país consiguió uno de los logros más deseados: ser campeones del mundo. Este año, obtuvo también un título muy importante: campeones de América. Ambos logros produjeron, no sólo en los jugadores del equipo nacional sino también en cada argentino, un sentimiento de gran alegría por haber conseguido algo tan importante, después de tanto tiempo.
La victoria lograda con tanto sacrificio y esfuerzo permitió alcanzar así aquello que fue tan ansiosamente esperado. Apareció el éxito, luego de haber obtenido objetivos y metas personales de quienes tuvieron la responsabilidad de llegar a concretarlos.
Llegó de esta manera un tiempo de felicidad, que creó en nuestro país un verdadero estado emocional positivo, un sentimiento de satisfacción y de bienestar. Una felicidad producto de esa sensación de bienestar y realización personal que experimentamos cuando alcanzamos nuestras metas y deseos, y que produce un estado emocional de alegría y satisfacción.
Pero la realidad es que esto no siempre sucede. Las situaciones adversas producidas en nuestra vida traen como consecuencia sentimientos de desánimo y de tristeza, diferentes a los sentimientos positivos antes mencionados.
Llegamos así a la conclusión de que la alegría y la felicidad, al no ser siempre permanentes, traen altibajos emocionales. Es entonces que, al no poder humanamente estabilizar nuestros sentimientos, tenemos la posibilidad de recurrir a quien de alguna manera divinamente puede transformar la tristeza en alegría y lo negativo en positivo.
En la Biblia, el salmista dice: “La luz se esparce sobre los justos, y la alegría, sobre los rectos de corazón. Alégrense en el Señor, ustedes los justos, y alaben su santo nombre” (salmo 97, vers. 11 y 12).
Los cristianos creemos que la sola presencia del Señor en nuestras vidas produce los cambios emocionales que tanto necesitamos. Al esparcirse la luz de Dios sobre nuestras vidas, como dice el salmo, aparece la alegría que reemplaza a la tristeza cuando las cosas no se dan como quisiéramos.
Si bien es cierto que la felicidad suele ser momentánea, cuando recurrimos al Señor sentimos que se produce una alegría que humanamente no podríamos conseguir. El hecho de lograr un campeonato trae una felicidad que es momentánea. Acercarse a Dios en tiempos de tristeza trae una alegría que es permanente. Dios te bendiga.
* Pastor evangelista; integrante del Comipaz
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