La ciudad donde nadie vio la carrera de Colapinto
El silencio es total en las calles de la ciudad que en su alma sigue siendo un pueblo. Apenas se siente el crujir de una bicicleta verde, viejita, que un anciano empuja con fuerza, con una bolsa de pan en el canasto.
Parece una escena de una película de ciencia ficción donde ya no quedaron humanos en el planeta Tierra. O quedan un par, que se pasean sin que nadie pueda verlos o escucharlos. Pispeando si hay vida. Alguien con quien hablar.
El reloj está cerca de clavarse en las 10 de la mañana del domingo 1° de septiembre de 2024 en la ciudad de Almafuerte, unos 100 kilómetros al sur de la capital cordobesa.
Y el contexto dominical podría ser como el de cualquier otro domingo del resto del año. Los adolescentes y los mayores de 30 duermen después de una jornada nocturna bailable que pudo prolongarse en una parada en la panadería para comprar bizcochos (lo que para los porteños sería “crioshitos”) recién salidos del horno o en la estación de servicio del centro para comer un pebete, frente a un mostrador que del otro lado exhibe a una empleada cansada de atender borrachos.
El silencio es total
Pero lo extraño es que si uno camina por la vereda del canal central que corta a la ciudad en dos hemisferios, no hay sonido alguno.
Ninguna radio está clavada con su transmisión al palo, ni siquiera la que se apoya en la ventana de una casa cuya vereda es barrida por una señora en bata celeste. Tampoco hay algún televisor desde donde se escuchen las noticias, a través de las persianas abiertas que dejan ver a otra doña tomando mates.
Mucho menos algún fuego ya prendido y la música de tunga tunga decorando el ambiente. El silencio es total.
En ningún punto del ejido urbano de Almafuerte hay alguien viendo lo que se percibe como una noticia que paraliza al país y que ha sido tema a nivel mundial en los últimos días.
Es que después de 23 años un argentino vuelve a correr en un auto de Fórmula 1.
Es un pibito que se fue casi de niño a Italia después de competir en karting y que soñaba con las grandes carreras, como tantos otros a lo largo y a lo ancho de la Argentina.
La religión de los tuercas
El nombre de Franco Colapinto anduvo dando vueltas por todos lados en las últimas horas, en su oficialización como piloto de la marca Williams. Un hito.
Pero en Almafuerte nadie podrá presenciar ese acontecimiento histórico. Nadie.
Se podría decir que es uno de los pocos rincones de la Argentina donde todos estuvieron obligados a ignorar al joven piloto de Pilar, nada menos que el día en que este ingresaba en la historia grande del deporte nacional.
Y eso, ojo, que es una localidad “fierrera”, como la gran mayoría de las del interior del interior, donde la gente se despierta a ver el TC o la F1 desde tiempos inmemoriales. Donde son fanáticos de Chevrolet o de Ford, amantes del rally, y ha venerado y siguen venerado al “Flaco” Traverso como un santo o un demonio, en la religión de los tuercas.
Pero, increíblemente, un par de días antes, la Cooperativa de Servicios Públicos de Almafuerte había anunciado una noticia que ocultó a Colapinto, que lo dejó a oscuras.
El domingo, entre las 7.30 y las 10.30 de la mañana, se iba a interrumpir el suministro de energía eléctrica en la zona.
“Corte general de energía eléctrica; por lo tanto, de internet, cable y agua”, anunció la entidad, que brinda la mayoría de los servicios. Hasta el de sepelio.
“Dicho corte es solicitado por el proveedor del servicio (Epec), para realizar tareas de mantenimiento en el interruptor conectado al alimentador de la cooperativa. Se aprovechará esta instancia para realizar tareas sobre el sistema de distribución de media tensión y la Estación Transformadora de la Cooperativa”, informaron en su Facebook.
Se hizo la luz
Los grupos de WhatsApp, el nuevo boca en boca del pueblo, estallaron con la captura de pantalla. Hubo bronca, insultos y quienes hasta prometieron –con ironía, claro– encadenarse a la sede de la cooperativa.
Así, todos se fueron a acostar el sábado sabiendo que hasta avanzada la mañana nadie podría ver a Colapinto pasando coches rivales en la pista de Monza. O quizá abandonaba antes y nadie podría verlo.
Además, había que confiar en la celeridad de los empleados de la cooperativa.
Tampoco se podría seguir por las redes sociales ni servicios de streaming, porque no habría internet.
Algunos se fueron al auto para tratar de seguirlo a través de alguna AM, y hasta revivieron la vieja radio a pilas para conocer las últimas novedades.
Fueron instantes en los que el tiempo pareció regresar un par de décadas en Almafuerte, la ciudad donde nadie pudo ver a Colapinto.
Fue más cerca de las 11 cuando se hizo la luz y los televisores se encendieron otra vez.
A esa hora, Colapinto seguía corriendo en Monza y terminaría en el puesto 12°, una proeza para un debutante.
Fue justo ahí cuando un paisano se metió en la sede del club Belgrano con paso apurado, pidió una ginebra y preguntó en voz alta: “Muchachos, ¿alguno sabe cómo salió Colapinto?
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