La casa del dragón, temporada 2, episodio 5: empezó la danza
De algo sirven las imágenes y los tráilers que lanza Max apenas terminan los capítulos de La casa del dragón en las noches del domingo. Es que, tal como vimos en el episodio 4, el rey Aegon sufrió una dura caída con su dragón y todo parecía indicar que había muerto. Pero no, al menos todavía.
Ya en las imágenes promocionales del adelanto del quinto episodio se lo podía siendo trasladado a su cama de Desembarco del Rey y luego rodeado de médicos y el gran maestre. No obstante, tras la batalla de Rook’s Rest -el comienzo oficial de la esperada Danza de Dragones-quedaba por ver cómo era la respuesta de los “negros” encabezados por Rhaenyra.
Por otro lado, ya en el inicio de la segunda mitad de la temporada (serán ocho capítulos en total), el príncipe Daemon vuelve a ser protagonista. Ahora vemos de qué sirvieron todos sus movimientos en Harrenhal y, en medio de sus alucinaciones y algunas decisiones cuestionadas por los lugareños, el reencuentro con su esposa y legítima heredera del reino se presiente inminente.
Para quien todavía no vio el más reciente episodio de La casa del dragón, esta nota contiene spoilers. Para no recibir información antes de tiempo, se sugiere retomarla luego de ver el capítulo dirigido por Claire Kilner, también encargada de la dirección del segundo de la actual temporada.
Rhaenyra, en una nueva encrucijada
Algo que repitió hasta el hartazgo Rhaenyra Targaryen es que su padre completó casi 80 años de paz. Mientras los Higtower conspiraban en su contra para apoderarse del reino, ella siempre pensó en sostener ese objetivo y buscó estrategias para evitar la guerra y las muertes en vano.
Lamentablemente, las provocaciones (de un lado y del otro) llegaron a su punto culmine y, tras la muerte de su tía Rhaena, su sed de tomar protagonismo en la batalla parece más expreso que nunca. Aunque se siente menospreciada y por momentos ninguneada por su Consejo, no deja de pensar en que es momento de hacer algo en primera persona. La conversación con su hijo Jacaerys al cierre del episodio lo puso de manifiesto y también alumbró el surgimiento de un plan intrépido pero también muy arriesgado.
Corlys, de luto. El episodio comienza a media asta, con el pesar que trajo la muerte de Rhaenys, “la reina que nunca fue”. Lógicamente, Corlys Velaryon es uno de los más tocados por la tragedia. Sin embargo, es también esta ausencia la que habilita una suerte de resurrección para su personaje en esta historia. Una charla fundamental con su nieta Baela, enviada por Rhaenyra para convencer a Corlys de ser la Mano del Rey del bando negro, deja una huella que hacia el final del episodio parece tener efectos concretos en lo que vendrá.
Criston Cole, convencido pese a todo. En la procesión en la que los restos del dragón Meleys son exhibidos como botín de triunfo, Criston Cole luce desconcertado al darse cuenta de que los habitantes de la ciudad no entienden la importancia de esa victoria. “Extraña victoria, si es que lo fue”, le recuerda Gwayne Hoghtower, hermano de Alicent. No obstante, la Mano del Rey de Aegon Targaryen no duda. Incluso, y a pesar de la advertencia de su amante, da su conformidad a la elección del príncipe Aemond como gobernante regente durante de la convalecencia de su hermano.
Alicent, ensimismada. “Alguien tiene que gobernar en su lugar”, le dice su hijo Aemond mientras el rey Aegon yace en su cama y se debate entre la vida y la muerte. Desde allí la madre de ambos tiene en claro que su hijo tuerto tiene un sólo objetivo: reinar cueste lo que cueste. Y aunque hace lo posible para convencer al Consejo de su experiencia para maniobrar la delicada situación del reino en este momento, su condición de mujer y su distancia del campo de batalla la privan. El plano detalle en el que ella se abstrae de la reunión mientras sus pensamientos la llevan vaya a saber dónde es un reflejo de su situación en un mapa político que se acomoda al irrefrenable ritmo de los acontecimientos.
Daemon, lejos pero más cerca. Aunque sigue en Harrenhal, el marido y tío de Rhaenyra hace sentir su ausencia en Rocadragón, al punto de que la reina se da cuenta de que no tiene su peso como guerrero a la hora de tratar con sus colaboradores. Entre visiones y remordimientos, Daemon anuncia que quiere tomar Desembarco del Rey pero tiene mucho por enfrentar en la zona de las Tierras del Río (Riverlands), donde sus métodos y su lógica llevan a un conflicto inesperado. “No alzamos nuestros estandartes por un tirano”, le espetan algunos señores y señoras de la región luego de las atrocidades permitidas indirectamente por el rubio Targaryen. Pese a creer (y vender) que tiene todo para ser el verdadero rey, su don de liderazgo no parece estar a la altura.
Mysaria y sus palabras justas. “Para los descontentos, los rumores son alimento”, le dice lady Mysaria a Rhaenyra al contarle de la situación que vive el pueblo de Desembarco del Rey luego del mal presagio que supuso el desfile de la cabeza de un dragón por sus calles. La informante le cuenta de las penurias de sus habitantes, que vuelven a verse privados en diferentes situaciones cotidianas. “Hay más de una manera de librar una guerra”, le dice también a la reina “negra”, en lo que es un aporte central para que la heredera legítima empiece a encontrar su lugar en medio del desconcierto.
Aemond, a cargo. Hasta su propia madre sabe de lo que el príncipe es capaz, por eso Alicent interroga a Criston Cole para saber si tuvo algo que ver con la desgracia de Aegon. Helaena hace algo similar luego de que Aemond tome el lugar de su hermano y encamine a su ejército a una batalla inevitable. “¿Valió la pena el precio?”, le pregunta al encontrarlo con su mirada clavada en el Trono de Hierro. Es el punto culmine de los sucesos ocurridos al interior de la familia de Alicent, y está claro que todavía resta mucho por definirse en esa interna de hermanos. Antes del final, Aegon alcanza a pedir por su madre: ¿cómo actuará Aemond si el rey se recupera?
Rhaenyra y una idea “loca”. En el cierre del episodio, la reina y Jacaerys protagonizan una de esas conversaciones que dejan tela para cortar. Además de intercambiarse reproches por actitudes cruzadas y de compartir la sensación de falta de protagonismo en una contienda que ambos quieren abrazar, el diálogo entre madre e hijo revela la preocupación central de la heredera: Vaghar y su jinete, Aemond. “¿Debo pelear por mi derecho o esperar hasta que nos destruyan”, se pregunta Rhaenyra, que se da cuenta que sus dragones necesitan jinetes para fortalecer su posición. Y allí su hijo es quien le da una idea inesperada: ¿acaso puede encontrar algunos en las profundidades de su árbol genealógico? “Es una locura”, dice antes de que el episodio se cierre con una nueva luz de esperanza para el bando negro.
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