Jesús María: con las recetas de su abuela, Blanca se convirtió en “la señora de las tortillas” del Festival
Blanca Suarez de Dorao es una anciana santiagueña que proviene de una familia muy trabajadora. Tiene ochenta años y desde hace 25 años se pasa las noches, firme, en su puesto de tortillas para atender a cada cliente que pasa.
Durante la temporada del Festival de Jesús María, hace guardia en su puesto desde las 16 hasta las 8 de la mañana, cuando se retira una vez vendidas todas sus tortillas. Dado que no revela su receta, se dirige hasta su casa de Ascochinga y se encarga de elaborar un stock de masa para repartir en cada puesto.
Según detalló, sus empleados “mojan” la masa, la estiran y la calientan en el momento de ser vendidas. Día a día, la mujer se encarga de hacer una cantidad de masa que alcance para repartir tortillas frescas durante todas las noches del festival.
Seguramente, cualquier turista reconoce las riquísimas tortillas de Blanca, la dueña de una de las recetas más misteriosas que no ha revelado ni a sus empleados.
“Estoy orgullosa de la gente que me haya elegido como la señora de las tortillas”, reveló Blanca entre lágrimas de nostalgia.
La historia de Blanca y sus tortillas del Festival de Jesús María
Todo comenzó cuando Blanca, luego de asentarse en Buenos Aires, durante el gobierno de Carlos Menem al solicitar un monto de dinero, contrajo una deuda que le dejó hipotecada la casa. Ante la desesperación, conoció a un productor que le recomendó vender productos regionales en los festivales, y junto a su marido comenzó así a viajar de provincia en provincia, comercializando objetos como ponchos, telas, remeras y más.
Estando en el Festival de Jesús María, Blanca conoció a una vendedora llamada Isabel, quién fue un ángel guardián que la alojó en su casa de Ascochinga y se solidarizó para que deje “de rondar por todos lados”, pueda asentarse y comprar una vivienda en las sierras.
Un año después de vender productos regionales en el festival, Blanca recordó las recetas que su abuela le había enseñado a los cinco años. La mujer contó que aprendían oficios de pequeñas y recordó que se subía a un banquito para ver las manos de su abuela amasar.
Poniendo en práctica sus conocimientos, Blanca comenzó su proyecto y se convirtió en la inventora de tortillas más exquisitas del festival. Actualmente, sus hijos ayudan en el negocio familiar, y sus productos son un boom del que ningún turista al paso queda exento.
Su don para cocinar y su sacrificio le permitieron saldar su deuda: “Cuando me hipotecaron la casa, las tortillas hicieron que la recupere. Yo dije, ‘Dios mío, solamente vos me vas a sacar de esto con mis tortillas’, y así fue”, recordó Blanca.
En diálogo con La Voz, Blanca recordó la primera vez que vendió sus dos tortillas en medio de la ruta de Ascochinga, tras enfermarse gravemente su marido de pancreatitis. Según relato, prendió el fuego y un hombre que conducía una camioneta blanca se estacionó para preguntarle que hacía. “Tortilla santiagueña a la parrilla”, fue la respuesta de la mujer. Su primer cliente prometió esperarla y le compró sus dos primeras tortillas, momento en el cual supo que debía seguir su instinto de vendedora.
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