La Voz del Interior @lavozcomar: Javier Milei y un nuevo fenómeno: la “inelasticidad” de su imagen

Javier Milei y un nuevo fenómeno: la “inelasticidad” de su imagen

La grieta es una palabra que tomó color hace unos años. Podríamos asignar arbitrariamente al período 2015-2019 como el de consolidación de su uso en la esfera pública. Para encontrar su génesis, habría que remontarse a los últimos años de la presidencia de Cristina Fernández, cuando el oficialismo y la oposición de entonces comienzan a radicalizar algunas de sus posturas, no siempre fundando los argumentos en criterios de verdad, lo que hizo que ambas coaliciones abonaran la discusión política desde visiones polares, no necesariamente ancladas en criterios de realidad u objetividad.

Así sometieron a la sociedad a esta lógica. Podríamos desarrollar las implicancias que esto tiene para los acuerdos democráticos y el desarrollo de políticas públicas, pero vamos a limitarnos a describir el fenómeno desde la opinión pública.

Es muy probable, también, que esta forma de abordar la realidad política colaboró a legitimar el modelo bicoalicional que dominó la política argentina desde 2015 a 2023, al cual exterminó Javier Milei, con su novedosa irrupción.

Este fenómeno –que quizá la psicología social tenga mayores capacidades de explicar– obedece a que veces nos cuesta abordar fenómenos de la realidad desde la objetividad, si es que esto existe, y generamos una predisposición a reafirmar nuestras posturas en función de nuestros sentimientos.

Como describe Antony Gutierrez Rubí en su obra Gestionar las emociones políticas, ante fenómenos muy complejos de la realidad, el cerebro humano los resuelve haciendo una simplificación, y eso viene cargado de una fuerte dosis de emotividad. Muchas veces, según su descripción, las emociones son un “atajo” a la comprensión de la realidad.

Desde nuestros estudios de opinión, y en coincidencia con muchos colegas, venimos observando que a 180 días de la gestión Milei estamos ante un nuevo e inédito fenómeno de polarización, por las particularidades en la conformación de la opinión pública.

Hay una coincidencia entre los estudios de opinión: el Gobierno cuenta con el apoyo de la mitad de la sociedad argentina, que oscila entre 45% y 55%, dependiendo del estudio, cantidad de casos, metodología y, por qué no, los intereses a que responda. El resto queda reservado para los detractores.

Posturas consolidadas

En general, la imagen positiva se divide en “muy buena y buena”, mientras que la negativa se divide en “mala y muy mala”. Y aquí aparece la primera particularidad: tanto la imagen negativa como la positiva están compuestas por núcleos mayoritarios de “muy buena” o “muy mala”, lo que da cuenta de adhesiones o rechazos muy consolidados. Aquí radica la primera originalidad del fenómeno Milei. Los niveles de adhesión son más radicalizados.

Hay otra novedad: la imagen presidencial no está atada al rumbo de la economía. Asistimos a una desmejora abrupta en materia económica, incluso promovida y reconocida por el propio Milei, pese a lo cual esos núcleos de apoyo consolidado no se deterioran.

En este punto, surgen algunos interrogantes, que se definirán en los próximos tiempos. ¿Hay esperanza de que luego del esfuerzo lleguen los brotes verdes? ¿Cómo impactará eso en los núcleos de apoyo y rechazo? Si la economía mejora, ¿habrá ciudadanos opositores que comiencen a levantar el pulgar a Javier Milei? Y si ocurriera lo contrario, ¿dejarían de apoyarlo sus adherentes?

Los economistas, cuando analizan la demanda económica, tienen un concepto para definir aquellos productos que, aunque su precio suba, no dejan de ser consumidos, por su necesidad o utilidad, como los medicamentos: hablan de “inelasticidad de la demanda”.

Quizá en la composición de esta nueva grieta estemos ante la inelasticidad de la imagen gubernamental, un fenómeno en el cual, independientemente del transcurrir económico, los apoyos sigan siendo similares a lo que acontece hoy.

Quizá, pese a haber deteriorado las condiciones económicas, Milei logró convencer a una parte de la sociedad de que esto era lo correcto, lo que había que hacer.

O quizá también el umbral de tolerancia esté al límite y, en los próximos meses, si la economía no mejora los adherentes comiencen a pasarse de bando.

Estamos ante meses bisagra, de inflexión, muy difíciles para la toma de decisiones de los actores de la política y la economía, porque hay un liderazgo disruptivo que irrumpió y transformó la esfera pública en un tobogán vertiginoso.

Finalmente, es interesante reflexionar en qué medida la falta de liderazgos opositores al Gobierno constituye el posicionamiento actual de la sociedad.

Durante el período de bicoalición, cuando gobernaba el justicialismo se sabía que del “otro lado” estaba Juntos por el Cambio. O viceversa. En todo caso, había una disputa de liderazgos y representaciones en el interior de cada uno.

Hoy, ante la desorganización de lo que está “al frente”, la sociedad no logra decodificar un liderazgo claro. ¿Alguien logrará unificar el descontento de los ciudadanos disconformes? Quedan planteados los interrogantes.

* Director de la consultora Pulso Social

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