Javier Milei, entre la política y la ideología
Podría decirse que la esencia del populismo quedó planteada en una conocida respuesta que John Maynard Keynes daba a quienes le reprochaban que las medidas expansivas que él proponía tendrían consecuencias nefastas en el largo plazo. Jocosamente, el economista británico respondía que “en el largo plazo estaremos todos muertos”.
Esta despreocupación por el futuro, esta inclinación por obtener soluciones para el mero presente, está en la base de todo pensamiento populista.
Sin embargo, no carece de lógica: atender los problemas del presente permite construir credibilidad y robustecer el sustento político imprescindible para permanecer en el gobierno. ¿El largo plazo? Se verá más adelante.
Cuando los problemas del presente abruman, no hay tiempo para pensar en el largo plazo. En esos casos, el largo plazo desaparece: el horizonte de previsiones alcanza apenas hasta mañana al mediodía.
Ese era el espíritu de la frase de Keynes, pronunciada en plena crisis mundial de los años 1930. Y es la senda del razonamiento que lleva al actual Gobierno nacional a postergar –muy probablemente hasta después de los comicios de 2025– el levantamiento del cepo cambiario, medida que repugna al ideario liberal pero que hoy resulta funcional al aquietamiento de los precios, principal objetivo de la gestión nacional.
Si se levanta el cepo cambiario, el dólar superará el nivel del oficial e impactará sobre los precios, lo que provocaría un cimbronazo económico difícil de evaluar. Esa es la advertencia de algunos economistas y ese es también el cálculo que hace el Gobierno.
En la ONU
En su reciente visita a los Estados Unidos, el Presidente se vio necesitado de decir algo al respecto, pues el tipo de cambio es un dato esencial de la economía y una información preciosa para quienes estudian invertir en el país.
Javier Milei aseguró que el cepo será removido una vez que la inflación sea eliminada. Estas palabras fueron aclaradas posteriormente: inflación cero equivale a la convergencia con el desliz cambiario mensual que supone el crawling peg; es decir, el 2/2,5% mensual.
Los mercados no reaccionaron bien a este dato que patea la remoción de las trabas cambiarias hacia adelante, hacia un tiempo incierto.
Pero si Milei muestra una alta cuota de realismo en este y otros puntos (por ejemplo, la decisión de no enfrentar ahora a los gremios con modificaciones severas a las leyes sindicales), retorna a las enunciaciones puramente ideológicas, su zona preferida y más confortable.
La política se nutre de la ideología, pero es, a la vez, su gran enemiga. La política es el reino de la negociación, de la transacción, de la resignación de objetivos a los fines de alcanzar otros que se consideran prioritarios. La ideología, en cambio, es territorio de rigideces, de certezas talladas en granito.
Friedrich Nietzsche afirmaba que “el verdadero enemigo de la verdad no es la mentira, sino las convicciones”. La dura roca de la ideología resulta una pesada carga al momento de tomar decisiones políticas que suelen estar impregnadas de flexibilidad y de vocación negociadora, dictadas por la necesidad.
Milei, con jactancia, niega ser un político. Al tratarse de un presidente, se trata de un mérito módico. Lo que el Presidente verdaderamente ama es pontificar, hablar con su dedo índice. Es lo que hizo con el tema de la Agenda 2030. Así dejó a la Argentina en el bando de países como Rusia, Irán y Venezuela, y lejos de Occidente. La pura ideología trae estos problemas, por aquello de que los extremos se tocan.
El humor popular
Lo más asombroso del escenario político argentino es la coexistencia de la fuerte recesión, inevitable con el ajuste en marcha, y la permanencia del respaldo popular al Gobierno. Pero algunas encuestas indican que esta situación estaría cambiando, que existiría una cierta fatiga fundada en la situación económica y que, en consecuencia, el apoyo de sus votantes estaría mermando, lo cual resulta altamente razonable.
Falta un año para los comicios de medio término. En la política nacional, eso equivale a un siglo. Los cambios en el humor popular resultan impredecibles. La apuesta del Gobierno consiste en lograr un triunfo contundente respecto de la inflación, para demostrar que el doloroso control fiscal desemboca en el alto beneficio que significa la estabilidad.
Pero eso está aún lejos de lograrse. El piso del 4% mensual parece duro de perforar. El tipo de cambio continúa retrasándose, y se suma a esto que los precios internacionales de los granos han bajado en forma ostensible.
El nivel de actividad económica no parece mejorar, el desempleo ha aumentado al igual que la pobreza, según marcan los índices publicados esta semana.
Mientras sigan haciéndose públicos los desmanes perpetrados por el gobierno anterior, la paciencia de los votantes hacia la actual gestión puede extenderse. Esta semana trascendió el desfalco producido con los subsidios por invalidez. Estos auténticos ajustes a “la casta” hacen más soportables las restricciones al consumo y los bajos niveles de actividad económica.
Pero es incierto qué sucederá dentro de un año, cuando llegue la hora de aprobar o desaprobar los primeros dos años de gestión mileísta.
¿Se profundizará la caída de apoyo que están señalando algunas encuestas? Dependerá de los resultados obtenidos por el Gobierno en materia económica, principalmente. La oferta electoral de la oposición no aparece con novedades. Podría decirse que todo lo contrario, a juzgar por la foto de Cristina Kirchner con los representantes de los piqueteros.
Cada vez se presentan con mayor nitidez cada uno de los caminos por los que hemos de optar.
* Analista político
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