La Voz del Interior @lavozcomar: Ir a contracorriente del mundo

Ir a contracorriente del mundo

Un desafío del papa Francisco espontáneamente nos trae a la memoria a quienes lo vivieron: san Francisco, Martin Luther King, Gandhi, la Madre Teresa.

Ir a contracorriente –nos recuerda el Papa– significa que no queremos ser cómplices de una cultura de la exclusión en la que no hay lugar para el anciano o para el niño porque molestan; en la que no hay tiempo para detenerse a dar una mano a los tirados al borde del camino, a los más vulnerables de nuestra sociedad. Son quienes tienen que esperar horas a que llegue una ambulancia; los viejitos en colas eternas para cobrar una mísera jubilación; las víctimas de la guardia de los hospitales; los alumnos desescolarizados; los jóvenes sin posibilidad de trabajo; los golpeados por la droga o por la violencia doméstica; quienes no pueden sacar un minicrédito para construir su casita.

Por ello, hace falta mucha audacia para ir contra la corriente, porque implica que:

A la hostilidad de la calle, le oponemos la hospitalidad de la casa y de una mesa servida y compartida.

A la indiferencia del ambiente (a veces cruel), le oponemos el importarnos los unos por los otros.

Al anonimato que despersonaliza y humilla, le oponemos la recuperación del nombre, del sobrenombre y de nuestra historia compartida.

A la experiencia dolorosa de convertirnos en seres invisibles para los demás, le oponemos el culto del rostro, del mirarnos a la cara.

A la mirada lamentosa del pasado, la mirada esperanzada de lo que tenemos por delante.

A la lógica del “Te doy, vos me das”, le oponemos la lógica de la gratuidad.

En esa misma clave, san Francisco rezaba: “¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz! / Que allí donde haya odio, ponga yo amor; / donde haya ofensa, ponga yo perdón; / donde haya discordia, ponga yo unión; / donde haya error, ponga yo verdad; / donde haya duda, ponga yo fe; / donde haya desesperación, ponga yo esperanza; / donde haya tinieblas, ponga yo luz; / donde haya tristeza, ponga yo alegría. / ¡Oh, Maestro! Que no busque yo tanto / ser consolado como consolar; / ser comprendido, como comprender; / ser amado, como amar. / Porque dando es como se recibe; / olvidando, como se encuentra; / perdonando, como se es perdonado; / muriendo, como se resucita a la vida eterna”.

* Arzobispo de Córdoba, miembro del Comipaz

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