La Voz del Interior @lavozcomar: Intolerancia social: a río revuelto, ganancia de pescadores…

Intolerancia social: a río revuelto, ganancia de pescadores…

Atravesamos tiempos complejos, de confusión, incertidumbre y agresividad. También son tiempos de muchos progresos. Paradójicamente, tiempos en los que se declama pluralidad, libertad y amplitud de miras y, sin embargo, lo que se expresa y defiende con vehemencia no se vive con tanta fluidez. Muchas veces la palabra declamada es denostada por la incoherencia de torpes gestos de intolerancia. ¿Qué nos está pasando? ¿Estaremos involucionando? ¿Por qué tanta intolerancia?

Basta observar un poco para advertir que ya resulta imposible emitir una opinión sin ser agraviado o descalificado. A la par, cuánta supuesta “verdad” vomitada vemos y escuchamos, “verdad” que aparenta intención de construir o poner luz cuando, en realidad, lo que busca es destruir. Cuánto fanatismo irreflexivo, cuánta ideología llevada al extremo hasta hipotecar el bien común y la cultura del encuentro. Cuánta confusión y enredo entre quienes creen que la verdad está en el que grita más fuerte o en el que dice más barbaridades sin siquiera sonrojarse.

Nos cuesta el diálogo sincero porque parece que la verdad es “lo que yo siento que es”, con lo cual se renuncia a la posibilidad de construcción con otros o a la posibilidad de sospechar que puedo estar equivocado o que otro puede enriquecer mi mirada con un aporte distinto.

Cuesta el diálogo sincero cuando hay agravios inconcebibles. Se agravia a quien piensa distinto cuando hay soberbia, inseguridad, estrechez o intereses egoístas.

Cuesta el diálogo sincero y la búsqueda del bien común cuando se prostituyen valores y convicciones en pos de un beneficio personal o sectorial, que después se justificará con argumentos “racionales”, “sensatos” y bien expresados. ¡Sobran ejemplos!

Entre tantas maneras de mirar la realidad, hay algunas que expresan intolerancia, autoritarismo y generan confusión.

Un modo de contribuir a generar ríos revueltos, para enturbiar el clima social, es la presentación de una “media verdad” como si fuese “la verdad”. O también cuando se presenta una realidad concreta, pero parcial, como si fuese una realidad absoluta. Por ejemplo, afirmaciones como las siguientes: “la Justicia es ciega”; “los pobres lo son porque quieren serlo”; “la juventud está perdida”; “los hombres son…”; “las mujeres son…”; “la política es sucia”; “los migrantes son…”; “los empresarios son…” Y la lista puede seguir, también, incluyendo a sacerdotes y a la Iglesia, claro está.

La pregunta es: ¿hay verdad en algunas de estas afirmaciones tan taxativas? No hace falta ser muy inteligente para advertir que sí, que hay “algo de verdad”. Ahora bien, ¿es una verdad absoluta? Aquí la respuesta es “no”, y ahí está la trampa: en presentar del modo que sea o en creer que una “media verdad” es “la verdad”. ¿Quién no conoce gente buena y honesta en estos y en otros ámbitos?

Si se quiere opinar con intención de construir, es necesaria una mirada realista y la capacidad de discernir, porque no es todo lo mismo. Presentar una media verdad como “la verdad” es una mentira. La verdad que construye es la que se dice con respeto y que, a veces, se defiende con vehemencia y se la expresa con pasión, pero siempre con la intención de construir. No se puede usar algo tan sagrado como la verdad con la intención de destruir.

Miradas extremas

Otro modo que genera confusión es mirar a las personas, las circunstancias, las realidades, la vida misma con el simplismo de que sólo hay blanco y negro; que en un extremo está lo bueno y en el otro lo malo. Esto es un signo de inmadurez y podría ser, también, un signo de no estar bien ubicado en la realidad.

La vida no está dividida en polaridades extremas. No es una “separata” entre polos opuestos, claros y distintos, en la que están en un extremo lo puro, lo virtuoso, lo bueno, lo correcto, lo perfecto, la claridad meridiana, y en el otro extremo el polo opuesto, es decir lo impuro, lo vicioso, lo malo, lo incorrecto, lo imperfecto y lo turbio.

En la vida hay “mezcla”, hay trigo y cizaña, y aunque tarde o temprano se distinguirán totalmente, gracias a Dios trigo y cizaña crecen juntos y conviven. Por eso no es tan simple la realidad y hace falta discernimiento.

Sucede que tantas veces miramos sólo lo que queremos ver para justificar nuestro pensamiento estrecho, nuestros prejuicios o nuestra ideología; porque somos incapaces de encontrar algo positivo en lo diverso. ¿No hay nada rescatable, valioso, comprensible en aquel o aquello con lo cual no comulgo? ¿No creo que es posible que haya parte de verdad en tal o en cual realidad presentada por quien mira la vida desde un ángulo distinto al mío? ¿No será que soy yo el que no está comprendiendo?

Por otro lado, sostener una convicción en épocas de tanto relativismo y agresividad es muy valioso. Las personas con convicciones pueden compartir de manera serena y libre con otros que piensan y sienten muy distinto sin agredir, porque están seguras de sí, de sus opciones y de sus valores.

Autocrítica

Cuánta facilidad tenemos, usando una imagen bíblica, para “mirar la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”. Cuánta lucidez para mirar los errores en los otros y cuánta complacencia a la hora de mirar los propios. Negar los propios errores o desconocerlos es un signo de inmadurez, pero también podría ser de necedad o soberbia, cuando es tan evidente lo que no se ve, o se niega reconocer.

Para no caer en miradas simplistas como las mencionadas, ayuda el ejercicio de la autocrítica sincera. La autocrítica es una actitud muy linda, porque supone realismo, supone que se busca la verdad y que hay deseo de crecer. Ahora bien, sin honestidad existencial o honestidad intelectual, es imposible la autocrítica sincera.

La virtud de la humildad, aunque devaluada, es muy valiosa y engrandece a quien la tiene o la cultiva, porque puede reconocer que en todos hay errores, heridas, desaciertos. Junto con eso, también dones, luces, cosas valiosas y algo que se puede valorar. Todos somos dignos por el hecho de tener vida. ¡Todos! Por eso hay mucho de valor en cada persona, venga de donde venga, tenga lo que tenga, y sea cual fuere su historia y su presente. Quienes tenemos fe, además, sabemos que tenemos la invaluable dignidad de ser hijos incondicionalmente amados por Dios, nuestro Padre.

La grandeza no consiste en la idílica fantasía de creerse el cúmulo de las virtudes, sino en la virtud de reconocer en mí y en otros lo bueno, lo noble y lo valioso para agradecerlo, disfrutarlo y compartirlo, y lo no tan bueno y doloroso, para asumirlo y tratar de transformarlo.

* Sacerdote católico, Pastoral Social, Arquidiócesis de Córdoba

https://www.lavoz.com.ar/opinion/intolerancia-social-a-rio-revuelto-ganancia-de-pescadores/


Compartilo en Twitter

Compartilo en WhatsApp

Leer en https://www.lavoz.com.ar/opinion/intolerancia-social-a-rio-revuelto-ganancia-de-pescadores/

Deja una respuesta