Inmigrantes senegaleses invitan a conocer su cultura en Córdoba
En un amplio salón de la calle Belgrano, en pleno centro de la ciudad de Córdoba, la comunidad senegalesa celebró días atrás el Grand Magal Touba (Día del Agradecimiento), una festividad religiosa en la que se recuerda al cheikh Ahmadou Bamba (1853-1927), teólogo musulmán de Senegal, creador dentro del Islam de la escuela llamada mouridismo y líder de la resistencia pacífica contra el colonialismo francés.
Ahmadou Bamba vivió en el exilio en Gabón, en el centro de África durante casi ocho años, y al ser liberado pidió a los senegaleses dar gracias a Dios por la oportunidad de ese viaje; no por el retorno. Por eso, todos los años se agradece.
“Hoy es un día glorioso, de felicidad. Celebramos de varias maneras, cantamos, hacemos muchas comidas, dando de comer a los demás. Es un día muy importante para nosotros y para toda la humanidad también”, dice Mustafá Ngom, de 36 años, con más de una década en Argentina.
Balla Seck es licenciado en Sociología, dirigente espiritual y político de la comunidad senegalesa en Córdoba. Vive hace casi 20 años en la ciudad, donde formó familia: tiene esposa y tres hijos cordobeses. “Esta celebración es como un día de acción de gracias. Es el día del exilio de Ahmadou Bamba”, confirma.
“Las enseñanzas de Ahmadou Bamba siempre molestaron a las autoridades coloniales, que decidieron por unanimidad borrarlo del mapa, pero Dios lo mantuvo a salvo”, explica Balla Seck.
El Magal, una festividad abierta a todos, significa “glorificar”, “agradecer”. “Él dijo: quien considere mi alegría como su propia alegría está llamado en esta fecha a celebrar”, remarca el dirigente senegalés.
“Fue acusado de resistencia e insumisión al orden establecido; sin embargo, él siempre predicó la no violencia y el perdón para sus represores y se considera el Gandhi africano”, se lee en un escrito que los anfitriones repartieron entre los visitantes el día del festejo.
La celebración siempre dura desde la mañana hasta la noche. En ese tiempo se reza, se cocina, se come y se comparte con la familia, amigos y con todo aquel que le interese sumarse.
La mayoría de los senegaleses son varones jóvenes, que se saludan con el sucliot, un ritual del mouridismo, donde se reverencia a Allah a través de la otra persona. Se estrechan la mano derecha y, cada uno a su turno, la lleva hacia la frente para luego besarla.
En el salón de la calle Belgrano, el pasado día 4, sonaron cantos religiosos y muchas manos prepararon el almuerzo y la cena. La comida típica (arroz sazonado con carne) bien abundante se ofreció de manera gratuita a los invitados. Al fondo, en un espacio alfombrado, y con la figura del líder religioso a un costado, a determinadas horas del día se recitó el Corán, mirando hacia la Meca.
Buscando un futuro
Gran parte de los hombres senegaleses cuentan que conformaron sus familias aquí. “Somos una comunidad muy unida, fuerte a pesar de todo; somos muy buena gente”, apunta Mustafá, vendedor ambulante, como la mayoría de sus compatriotas.
“Tratamos de vivir dignamente con eso. Nos buscamos la vida. Nunca vas a ver un senegalés con mala reputación, robando o haciendo algo prohibido. Es por una educación fundamental que nos han dado allá. Estamos muy orgullosos”, agrega.
La comunidad senegalesa está arraigada en Córdoba desde hace muchos años. Pero hoy, son pocos. Hace cinco años, se estimaba que vivían alrededor de 250 migrantes; hoy no son más de 50.
“No están llegando senegaleses. Antes venían todos los días. Últimamente sabiendo que las cosas no están funcionando como uno quiere, se van a otros destinos. Es muy triste porque acá encontramos paz y, antes, estabilidad. Francamente ahora no lo estamos logrando. Pero tenemos fe y esperanza de que se puede restablecer”, dice Mustafá, respecto a la crisis económica local.
Todos llegaron buscando oportunidades. “Obvio que sí, que hemos encontrado un futuro mejor. Aunque ahora no estamos logrando todo lo que queremos, no lo estamos pasando mal”, asegura el inmigrante.
Y agrega: “La gran mayoría de la gente nos ha recibido muy bien. Hemos hecho familiares acá. Casi somos argentinos. Hemos encontrado algo que no hemos encontrado en nuestra tierra: nivel económico, social”.
No obstante, insisten en que la inestabilidad de Argentina los afecta y que cada vez es más difícil enviar dinero mensualmente a las familias en Senegal.
Balla Seck va más allá de las historias personales, habla de geopolítica y de la responsabilidad de los gobernantes y de los países poderosos en la movilidad humana. Se pregunta: “¿Por qué teniendo tierras tan ricas, con gas natural, con oro, teniendo todo, hay que irse para tener una vida mejor? ¿Cuál es el causante? Tanto que tenemos y que no tenemos”, dice el hombre, y hace un paralelismo con lo que ocurre en Argentina.
Luego, subraya que siente un gran afecto por Córdoba. “Mis tres hijos son cordobeses y por ellos considero que Argentina es mi primera patria. Amo el país, lo defendería como defendería a mi país de origen”, asegura.
Con la cultura a cuestas
Modou Seck está en Argentina hace ocho años. Cuenta que nunca imaginó que viviría en este país. Se estableció tres años en Brasil, pero un tío lo instó a viajar a Córdoba. “Llegué por casualidad y armé mi familia, mujer e hijo. Mi camino estaba acá sí o sí”, cree.
Modou y Mustafá cuentan que es prioridad transmitir su cultura a sus hijos cordobeses. “Es una enseñanza para que ellos puedan seguir nuestros pasos. Nunca olvidaremos nuestras costumbres o cultura”, dice Mustafá.
Así, todos los viernes, Modou lleva a su pequeño a la mezquita ubicada en calle Obispo Salguero para que “aprenda a rezar, a respetar, a ser él mismo”.
Las costumbres locales se adquieren parcialmente, admite Mustafá, porque la religión no se los permite. Y estima con una gran sonrisa: un 30% de asimilación de lo local y un 70%, de origen.
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