Holocausto: recordar para no olvidar
Este 27 de enero se cumplen 80 años de la liberación, por las tropas soviéticas, de Auschwitz, el mayor campo de concentración y exterminio de la historia de la humanidad. Alrededor de 1,1 millones de personas murieron en Auschwitz-Birkenau.
Por eso, la ONU en 2005 proclamó esa fecha como el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto.
La Shoá (Holocausto) fue el evento fundamental del siglo pasado que llamó a casi todos los países a tomar acciones para prevenir genocidios. Su dolorosa historia se ha revisado por generaciones para aprender los mecanismos, los orígenes y las causas de los genocidios y de la segregación para prevenirlos.
Este hito motivó que los estados lanzaran la Declaración de los Derechos del Hombre y construyeran a partir de ella acuerdos y normas internacionales para abordar otros tipos de violencia y discriminación.
En los campos de concentración nazis, también fueron sometidos otros grupos discriminados y cuya existencia se pretendió eliminar: gitanos, homosexuales, personas con discapacidad y otros grupos víctimas del intento de la llamada “limpieza social”.
La importancia de educar
Mantener viva la memoria de lo ocurrido sirve para generar conciencia acerca de las graves consecuencias del racismo, de la discriminación, de la xenofobia y del antisemitismo.
El Holocausto no sólo afectó profundamente a los países donde se cometieron crímenes nazis, sino que también repercutió en muchos otros lugares del mundo.
80 años después de los hechos, seguimos sosteniendo la responsabilidad colectiva de educar sobre las causas, las consecuencias y la dinámica de tales delitos, así como de fortalecer la capacidad de discernimiento y acción frente a las ideologías de odio.
Los genocidios y otros crímenes atroces siguen ocurriendo en varias regiones del mundo. Además, estamos presenciando un aumento mundial del antisemitismo y de los discursos de odio. De ahí la relevancia de lo que hoy conmemoramos.
Pasada la Segunda Guerra Mundial, debieron transcurrir muchos años para que los relatos de las víctimas del Holocausto pudieran salir de los círculos de sobrevivientes. La aceptación de la existencia de los campos de exterminio, la dificultad por comprender la crueldad del horror del nazismo abonaron un complejo terreno para la circulación y reconocimiento de aquellos relatos.
Sin embargo, los testimonios se expandieron a lo largo y a lo ancho del mundo. Las víctimas se prometieron contar lo ocurrido en nombre de quienes murieron en los campos de exterminio.
Cada año, el número de sobrevivientes del Holocausto disminuye y con ello la posibilidad de escuchar testimonios en primera persona.
Perpetuar la memoria
Es nuestra responsabilidad perpetuar la memoria para asegurar el futuro.
Los sobrevivientes nos enseñan el poder de la resiliencia, esto es, el proceso de adaptarse a la adversidad, a un trauma, a una tragedia, a una amenaza.
Seis millones de judíos asesinados. Millones más despojados de sus medios de vida, de sus comunidades, de sus familias e incluso de sus nombres. Los horrores del Holocausto se expresan a menudo en cifras que transmiten la magnitud del intento de la Alemania nazi de aniquilar a los judíos de Europa.
Ninguna estadística puede captar el verdadero terror de la matanza sistemática de un grupo de seres humanos. Por eso es importante reflexionar acerca de que cada número es un nombre. Detrás de cada número hay una historia, una vida truncada. Por eso es importante recordar. Ponerles nombre y rostro a las víctimas. Personalizarlas, humanizarlas, cosa que los nazis se empecinaron en borrar de la faz de la tierra.
Los sobrevivientes y las víctimas nos dejan un legado de memoria, por la educación y los derechos humanos.
Así, honramos lo que pidió Elie Wiesel, escritor, premio Nobel de la Paz y sobreviviente de la Shoá, cuando dijo: “Todo aquel que oye a un testigo se convierte en un testigo”. Quienes tuvimos ese privilegio de escuchar los testimonios en primera persona nos convertimos en pasadores, transmisores y volvemos a ser la voz de quienes ya no tienen voz.
Mi recuerdo y reconocimiento a todos ellos que fueron y son parte de mi vida y que reafirman mi compromiso con la enseñanza de la Shoá.
Quiero cerrar con estas palabras que escribió el filósofo Theodor Adorno: “La exigencia de que Auschwitz no se repita es la primera de todas en la educación”. Estoy convencida de que siempre, siempre es con más educación.
* Politóloga, docente universitaria, legisladora provincial (UCR)
https://www.lavoz.com.ar/opinion/holocausto-recordar-para-no-olvidar/
Compartilo en Twitter
Compartilo en WhatsApp
Leer en https://www.lavoz.com.ar/opinion/holocausto-recordar-para-no-olvidar/