¿Hay lugar para seis millones de personas más en el mercado laboral argentino?
Pasada ya cuarta parte del siglo 21, la Argentina sigue sin resolver en el mercado del trabajo los problemas estructurales que la atraviesan desde hace 25 años: ingresos bajos, altísima informalidad, estancamiento exasperante en la creación de puestos de trabajo y una bajísima participación de la población activa en el mercado laboral.
Este último punto es quizás uno de los más soslayados en el debate público, que pivotea siempre en los problemas que afectan a los que han puesto los pies en el plato: los que son pobres aun con un trabajo formal, los que trabajan pero buscan un extra porque no les alcanza y los que buscan pero no encuentran.
¿Y qué pasa con los que no están ahí? ¿Cuántos son? ¿Cuánta gente hay en edad de trabajar que decide no hacerlo? ¿Por qué?
La tasa de actividad en el país está en el 48,5%. Este indicador mide la población económicamente activa sobre la población total: se refiere a las personas que quieren trabajar, tengan o no trabajo. Esto arroja que hay casi 23 millones de personas activas. Pero en Brasil, por ejemplo, la tasa de participación laboral es del 62%: si proyectáramos eso sobre la población argentina, deberían estar “participando”, como mínimo, unas seis millones de personas más. En Chile es el 57%; en Perú el 70% y en el Reino Unido, 78%.
“Argentina tiene ‘escondidas’ al menos unas cuatro millones de personas que debe sumarse progresivamente al mercado laboral si queremos que la economía crezca en serio”, plantea el economista Diego Dequino, director del Centro de Estudio en Economía, Sociedad y Tecnología (Ceesyt).
“En países como Uruguay, Estados Unidos o España la tasa de actividad están en el orden del 60%. Los desocupados hoy son poco más de millón y medio de personas, por lo tanto, los que no buscan trabajo pero deberían estar ahí equivalen a tres veces los desocupados de la Argentina”, agrega.
¿Y por qué no quieren trabajar? Hay varias explicaciones al respecto. Una es el desaliento: creen que no están calificados (o lo saben), piensan que no van a encontrar o lo que encuentran es a cambio de un ingreso magro fuera de sus expectativas. Y hay mucho también ligado a la cultura del trabajo que se perdió, porque la remuneración ofrecida no le compite al ingreso de subsistencia (o no) que viene de la mano del Estado.
“Hay una explicación ligada a esta larga década de estancamiento económico y sostenimiento de la paz social sobre la base de planes sociales: el Estado ha tenido la vocación de que la gente se quede en su casa y que se mueva en función de un plan social, pero no ligada al mercado de trabajo”, agrega Dequino.
Acá pesa un pecado de origen del plan social: son incompatibles con un trabajo formal y son ilimitados en el tiempo. Mientras que el trabajo puede desaparecer, la ayuda social es algo fijo y seguro: se cobra el 5 siempre.
Otro punto a trabajar: dentro de la población activa, la tasa de actividad es mucho mayor entre los varones que las mujeres: 70,2% versus 52,7% al tercer trimestre del 2024, lo que refleja las severas dificultades que siguen enfrentando las mujeres para trabajar.
De todos modos, la tasa de actividad viene en suba. “En el 2015 estaba en el 44% y ahora está en el 48,5%”, dice Jorge Colina, director del centro de estudios Idesa. Eso indicaría que para algún segmento de la población los planes sociales no son suficientes y hay que buscar activamente un trabajo.
“La gente se incorpora al mercado porque necesita trabajar y eso explica el aumento de la tasa de desempleo: no hay creación de empleo y el cuentapropismo no alcanza”, señala. Al tercer trimestre del 2024, la tasa de desocupación arrojó 7,6%, por encima del 6,2% del mismo período del 2023 y apenas algo mejor que al segundo trimestre del 2024, cuando registró 7,7%.
Otro detalle: los que percibe ayuda del Estado y no trabajan están fuera de la estadística. Para el Indec, no son desocupados.
La única manera de que el mercado laboral salga del estancamiento de década y media es con la economía en crecimiento. Es una mesa de tres patas imprescindibles: se necesitan inversiones para que las empresas produzcan más, paguen mejores salarios y tomen más personal; se necesita estabilidad macroeconómica para que lleguen esas inversiones y se necesitan un marco jurídico e impositivo más amigable para la creación de empleo. Algo se hizo en la ley Bases, aunque no se tocaron cargas laborales y quedaron algunas cosas en el tintero.
Problemas de corto plazo
Si hay un rasgo que caracterizó el 2024 fue la licuación de quienes reciben ingresos fijos, sea salarios o jubilaciones. Aunque el deterioro comenzó en el 2018, después de la devaluación de diciembre del 2023 y la corrección de precios atrasados (tarifas, combustible, colectivos) los salarios se derrumbaron, aunque la recuperación se inició lentamente a mitad de año.
Según el reporte de Nadin Argañaraz, del Iaef, con datos del Indec a octubre, los salarios privados formales hoy están empatados frente a noviembre del 2023, antes del salto cambiario. Los informales, para sorpresa, están 6% arriba y los públicos, 15% abajo.
Esta lenta recuperación del salario real está acompañada de dos buenas noticias, lo que hace presumir que podrá ser sostenible ese crecimiento: volvió el crédito al consumo, comercial, prendario e hipotecario y rebotó con fuerza el PBI del tercer trimestre, con un salto del 3,9% respecto del trimestre anterior y después de ocho en caída.
“El consumo no crecía desde el primer trimestre de 2023 y en el tercer trimestre creció 4,6% respecto del trimestre anterior”, dice el reporte semanal de Econviews que elabora el economista Miguel Kiguel.
“La inversión nos sorprendió gratamente. Es verdad que venía muy golpeada, pero el repunte fue fuerte. Su aporte a la variación trimestral fue de 1,9 puntos porcentuales. Es el componente más volátil del PBI, y depende mucho de las expectativas, por lo que su crecimiento del 12% respecto al segundo trimestre parece indicar una mayor confianza del sector empresario. Creemos que sin cepo la inversión puede dar otro salto, más allá de lo vinculado al RIGI”, agrega.
El punto más inquietante es el tiempo que podría llevar la recuperación del salario. Agustín Salvia, director del Observatorio de la Universidad Católica Argentina lo dice sin pelos en la lengua: “No hay que llegar a la burbuja de consumo. Hay que tener mucho cuidado, la recuperación de los salarios no puede ser brusca”.
Si así fuera, sostiene, “se reactivarían los precios y se perdería buena parte del logro virtuoso que tuvo el Gobierno que fue estabilizar los precios y bajar la inflación”.
Hay que producir más y para eso, insiste, hay que invertir. “Más allá de las inversiones de los grandes exportadores, la Argentina requiere inversión de la pequeña y mediana empresa, que son las que generan empleo y eso no se va a lograr sólo con que la macro ande bien. Los dólares todavía se sacan de a 100″, remata.
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